Jerk: Una macabra performance teatral basada en hechos reales
Jerk
Filmin (últ. incorporaciones) 24 de febrero
Título original
- Jerk
- Año
- 2021
- Duración
- 61 min.
- País
- Francia
- Dirección
- Guion
-
Gisèle Vienne, Dennis Cooper
- Música
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Peter Rehberg
- Fotografía
-
Jonathan Ricquebourg
- Reparto
- Compañías
-
France 3 Paris Ile-de-France, La Compagnie des Indes. Distribuidora: Shellac Distribution
- Género
- Drama
- Sinopsis
- Texas, mediados de la década de los setenta. Con la ayuda de dos adolescentes, el asesino en serie Dean Corll asesinó a una veintena de niños. Gisèle Vienne tomó estos hechos reales y los adaptó al teatro, con apenas un actor y unos títeres. Aquella pieza teatral se convirtió en un espectáculo de culto. Ahora, la propia Vienne la traslada al cine, con un espléndido Jonathan Capdevielle y una puesta en escena que hiela la sangre.
- CRÍTICA
Tras su paso por distintos festivales de cine de todo el mundo y tras haberse llevado el premio a mejor película en la sección Noves Visions en Sitges, el pasado viernes llegaba a la plataforma Filmin Jerk, la última propuesta de la artista francesa Gisèle Vienne.
Esta película, que bien podría considerarse una obra de teatro filmada, narra, en primera persona, la escabrosa historia de David Brooks, un asesino en serie que se encuentra cumpliendo cadena perpetua por asesinar, violar y torturar a casi una treintena de jóvenes en Texas, en la década de los setenta, cuando este era solo un adolescente. Brooks, junto a sus compañeros Dean Corll y Wayne Henley, tuvo en jaque a las autoridades estadounidenses durante tres años.
Rodada en un increíble plano secuencia de una hora de duración —reforzando así la idea de performance grabada— y con una puesta en escena prácticamente inexistente, Jerk se erige como una arriesgada propuesta audiovisual donde menos es más.
La austeridad teatral y el minimalismo con que se construye el filme, sumado a la calidad interpretativa de su único personaje, encarnado por el actor Jonathan Capdevielle, bastan para relatar los últimos días de vida de Dean Corll, el cabecilla de la banda.
Un ejercicio nada fácil si tenemos en cuenta todas las decisiones que podrían haber salido mal: desde la elección de un plano secuencia tan largo hasta el tono bizarro y tosco de la puesta en escena.
Sin embargo, Vienne pone de manifiesto su visión reflexiva sobre un tipo concreto de violencia que la sociedad actual experimenta, una violencia de nuestra época, de forma acertada, saliendo airosa en su propósito. Aquellos que podrían considerarse puntos débiles se convierten, precisamente, en los elementos más destacados y elogiados del largometraje.
No obstante, y sin desmerecer las ideas y decisiones de la directora, la película recae total y absolutamente sobre Capdevielle y su juego grotesco de marionetas. El actor es capaz de cambiar de registro sin el más mínimo esfuerzo y de encarnar indistintamente a víctima y verdugo con una sencillez que impresiona, generando una enfermiza pero magnética atmósfera. Sentado simplemente en una silla en mitad del escenario, Capdevielle se sirve de sus habilidades ventrílocuas y de un puñado de títeres para hacernos partícipes de algo atroz, monstruoso.
También se apoya puntualmente en una misteriosa música diegética que sale de un radiocasete y en su voz en off que narra algunos pasajes de la obra teatral. La actuación del francés es impecable, tanto que cuesta creer que esa persona que tenemos delante es un actor y no el propio David Brooks contándonos su historia desde la cárcel.
El objetivo principal de este espectáculo es ofrecer al público una experiencia inmersiva que no va a olvidar nunca y se consigue gracias al despliegue artístico de Capdevielle. Nos obliga, de alguna forma, a no apartar la mirada de la pantalla en ningún momento, aunque queramos, constantemente, hacerlo.
La brutalidad del caso real, que pasó a la historia como “The Houston Mass Murders”, no pierde intensidad a pesar de estar representado en su totalidad por marionetas. Algo que, en principio, parece casi imposible teniendo en cuenta la dificultad de conmocionar a una sociedad cada vez más anestesiada ante las noticias trágicas.
Vienne es consciente de los múltiples inconvenientes de su inusual propuesta, pero parte con la ventaja de conocer bien las exigencias y demandas del público. La recreación de estos crímenes mediante marionetas —en ocasiones fuera de cámara—, lejos de edulcorar los hechos, obliga al espectador a visualizar escenas perturbadoras con el fin de rellenar los huecos en blanco que deja este tipo de narración.
La imaginación como fuente primaria del terror y de la violencia más extrema. Basta una hora de reloj para hacernos estremecer en nuestro asiento, deseando perder de vista la cara de Capdevielle.
Esta película es, además, un viaje de ida a la mente de un asesino en serie que es capaz, gracias a su persuasiva personalidad, de manipular a dos adolescentes para que lo ayuden a cometer una serie de despiadados crímenes.
Vienne no solo se queda en lo superficial de la historia, en la parte sensacionalista, sino que ahonda en la relación de codependencia que mantuvieron Corll, Brooks y Wayne durante esos años. ¿Qué pudo llevar a estos chicos a asesinar a compañeros de clase, de instituto, a amigos? Quizá la sensación de pertenencia a un grupo, la admiración a alguien mayor en quien confiaban o, incluso, el propio miedo.
La directora, a través del guion, lanza preguntas camufladas para que el espectador reflexione, para crear una conversación incómoda consigo mismo.
Jerk no está hecha para todo el mundo, es bizarra y asfixiante pero hipnótica. Lo novedoso aquí radica no solo en ser una película grabada en un plano secuencia de una hora o en su carácter teatral, también en la aparición de un único personaje.
Capdevielle está soberbio en su actuación, desde el cambio de registro hasta la imitación de sonidos onomatopéyicos. Vienne cuida al detalle guion, puesta en escena y directrices narratológicas, nada se deja al azar porque cualquier mínimo error en esta producción puede llegar a ser letal.
Pero Jerk esquiva con astucia lo que podría haber sido y da como resultado una auténtica joya de la que, desgraciadamente, no se va a oír hablar mucho.