Loli Tormenta: Marcharse riendo
Loli Tormenta
Próximos estrenos España 31 de marzo
Título original
- Loli Tormenta
- Año
- 2023
- Duración
- 98 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
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Mario Torrecillas, Agustí Villaronga
- Fotografía
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Josep M. Civit
- Reparto
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Susi Sánchez, Joel Gálvez, Celso Bugallo, Mor Ngom, Meteora Fontana, Fernando Esteso, Maria Anglada Sellarès
- Compañías
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Irusoin, Vilaüt Films
- Género
- Comedia. Drama | Familia. Alzheimer
- Sinopsis
- Lola, la moderna y caótica abuela de Edgar y Robert, se hizo cargo de ellos tras la muerte de su hija unos años atrás. Los tres viven en una modesta casa del extrarradio de Barcelona, y nada les hace sospechar que su tranquila vida está a punto de cambiar drásticamente. Lola ha entrado en un proceso avanzado de Alzheimer y los niños, que no están dispuestos a que les separen y acabar en un lugar de acogida, se harán cargo de ella con gran ingenio y desbordante fantasía, ocultando su enfermedad. Para ello tendrán que enfrentarse, al igual que Robert en sus competiciones de atletismo, a más de 3.000 obstáculos.
- CRÍTICA
Hay películas que parecen surgir de las necesidades de su autor en un momento determinado de su vida. Loli Tormenta podría entenderse como la terapia sanadora de un Agustí Villaronga enfermo que, tras décadas explorando la parte oscura y sórdida del hombre, ya sea en sus títulos de época o contemporáneos, requería de algo más luminoso en tiempos funestos. De ahí que, frente al llanto o la tristeza, se lanzara a realizar la primera comedia de su filmografía, en busca de la tranquilización que puede ofrecer la risa en una historia muy humanista.
El cineasta mallorquín muestra su faceta más blanda, sin embargo, no se entrega a una felicidad excesivamente naíf y se mantiene en el bando en el que siempre se ha situado: en el de los desfavorecidos, ya sea por clase social, raza, orientación sexual o ideología política.
Villaronga, en esta ocasión, se posiciona al lado de una abuela, la Loli del título, que se encuentra al borde del embargo de su vivienda, con dos nietos al cargo (hijos de padres distintos) a causa del fallecimiento de su hija despilfarradora, y con un alzhéimer que empieza a manifestarse de forma preocupante.
Todo lo dramático del asunto es pasado por el filtro de la feel-good movie basada en el engaño de los nietos para evitar ser enviados a un hogar de acogida, en una asociación de Villaronga con Mario Torrecillas, guionista de otros enredos piadosos como Una pequeña mentira (Julien Rappeneau, 2019).
La intención y el espíritu están allí, pero el resultado flojea porque el tono no está bien calibrado y el humor es más leve de lo que cabría esperar, constituido a base de bromas y gags mayoritariamente discretos.
Asimismo, se olvida de rematar muchas escenas y de ir a fondo en las posibilidades de sus subtramas. Los hechos avanzan a trompicones, descentradamente y sin potenciar los obstáculos que aparecen en la carrera, desestimando críticamente la premisa de una película deportiva –como podría haber sido-, la cual le habría dado un vestido más resultón al mero tema de la unidad familiar.
Tampoco es una mirada lúcida a la demencia, siendo tratada con ligereza a pesar del notable peso que le otorgan en todo el conjunto, evidenciando que, en su voluntad de diversión y sainete, Loli Tormenta se descontrola y se pierde a lo largo de casi todo su metraje, achacado por momentos de falta de credibilidad.
No contrarrestan el golpe una galería de personajes faltos de carisma –salvo la titular protagonista- que están correctamente defendidos por un reparto en el que destaca Susi Sánchez, repitiendo gestos de Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa, 2022), pero con un halo más amable.
Fallida en sus objetivos y desconcertante por su inestabilidad, no obstante, uno siempre mirará Loli Tormenta como ese soplo de aire que dio energías para continuar con su pasión a un director irrepetible en el panorama catalán, no importara cuánto alta fuera la valla que saltar.
Una motivación que le llevó a aventurarse en nuevos terrenos cinematográficos, salir de la comodidad para, paradójicamente, reconfortarse en un calor humano y optimismo que él (y cualquiera) anhela, y más en dificultades.
Agustí Villaronga se ha ido de forma imprevisible, como gran parte de su obra. Lo ha hecho riendo, en una pirueta final que impregna un poso de esperanza a un corpus de películas inherente al dolor y a la cara más terrible del mundo. Después de tanta fatalidad, enciende una luz hacia la que correr y encontrar paz.