Matria: Desmontando el falso mito del matriarcado gallego
Matria
Próximos estrenos España 24 de marzo
Título original
- Matria
- Año
- 2023
- Duración
- 99 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
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Álvaro Gago Díaz
- Música
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Patricia Cadaveira, Marcel Pascual
- Fotografía
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Lucía C. Pan
- Reparto
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María Vázquez, Santi Prego, Soraya Luaces, Tatán, Susana Sampedro, Francisca Iglesias Bouzón, Sergio Baleirón
- Compañías
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Matriuska Producciones, Avalon P.C, Ringo Media, Televisión de Galicia (TVG), La Incubadora
- Género
- Drama
- Sinopsis
- Ramona, una mujer de cuarenta años, vive sumida en un contexto laboral y personal tenso y precario en un pueblo de la costa gallega. Hace malabarismos con múltiples trabajos para mantenerse a flote y proporcionar un futuro mejor a su hija Estrella. Pero cuando Estrella está preparada para tomar su propio camino, Ramona se da cuenta de que, por primera vez, puede hacer algo por sí misma.
- CRÍTICA
Después de su paso por el Festival de Berlín y el Festival de Cine de Málaga, Matria llega a las salas de cine españolas el próximo 24 de marzo de la mano de la distribuidora Avalon Films. La película, un drama social ubicado en Galicia, supone la primera inmersión de su director, Álvaro Gago, en el formato largo, pues hasta entonces solo había trabajado el corto de ficción (Bombolles, 16 de decembro, Curricán).
Precisamente, es durante el rodaje de su tercer cortometraje, titulado también Matria y basado en la vida de Francisca, la mujer que cuidó de su abuelo en sus últimos años, cuando se gesta la idea de expandir la historia que se está contando. Si atendemos a la complejidad de Ramona, una protagonista que da mucho juego, y al buen recibimiento que tuvo esta producción entre 2017 y 2018 por parte de la crítica —Gran Premio del Jurado de Sundance y nominación a mejor cortometraje en los Goya—, solo era cuestión de tiempo que se convirtiera en un largometraje y se proyectara a escala internacional.
A veces, cuando una película me gusta tanto se me hace difícil hablar sobre ella, no encuentro las palabras adecuadas para hacerlo, y acabo pasando horas delante del ordenador intentando escribir algo que valga la pena. Y eso es precisamente lo que me ha ocurrido con Matria. En ella se cuenta la historia de Ramona, interpretada por una maravillosa María Vázquez (recién galardonada con la Biznaga de Plata a la mejor interpretación femenina en Málaga), aunque bien podría estar contando la historia de mi madre o la de cualquier mujer española, porque encarna a un arquetipo conocido por todos: el de la mujer de mirada cansada y manos maltratadas a la que le ha tocado adoptar el papel de cuidadora.
Durante los primeros minutos resulta agotador ver a Ramona, una mujer obrera obligada a tener varios trabajos precarios para ahorrar algo de dinero, ir de un sitio a otro sin parar un solo momento —al estilo de Manuel López Vidal (Antonio de la Torre) en El reino de Sorogoyen—. La carga física y mental de la protagonista es más que evidente para un espectador que, a medida que avanza la película, acaba compartiéndola con ella, pero no para el resto de personajes, que parecen no darse cuenta de sus constantes malabares. Esta incomprensión de su círculo cercano supone una condena directa a la soledad.
Ramona es, ante todo, una mujer políticamente incorrecta. Hace cosas mal, grita, le cuesta pedir perdón, no sabe cómo hacerlo, no es consciente de sus errores, de cómo afecta a los demás su actitud. Aun así no podemos culparla porque a Ramona no le han enseñado a ser responsable de sus emociones ni a cuidar sus relaciones personales. Ni a ella ni a nadie. No nos enseñan a ser buenas madres, buenas hijas, buenas amigas, buenas parejas, buenas amantes.
No nos enseñan, en definitiva, a ser buenas personas; eso es algo que aprendemos en el camino, equivocándonos una y otra vez hasta que acabamos aprendiendo la lección. Tampoco podemos culparla porque Ramona solo quiere lo mejor para sus seres queridos, aunque ni siquiera ella sepa muy bien qué es exactamente lo mejor para ellos.
Por todo esto es fácil verse reflejada en Ramona, en su forma silenciosa y desinteresada de cuidar a los demás, en el nerviosismo de sus manos pelando patatas —¿quién no recuerda a su abuela o a su madre sentada en la mesa de la cocina pelando patatas con un cuchillo? —, en la voz rota antes de echarse a llorar y en su mirada perdida. Sobre todo ahí, porque es a través de su mirada donde podemos reconocer y reconocernos a nosotras mismas, a todas las mujeres que nos han precedido y a aquellas que nos rodean.
Y eso es lo más difícil de digerir de la película: saber que nuestras madres y nuestras abuelas son Ramona y que, posiblemente, nosotras también acabemos siendo ella. Una historia que se repite en cada generación, vista ya tantísimas veces, y de la que parece imposible desprenderse. ¿Acaso Ramona lo único que intenta, por todos los medios, no es liberar esa carga, esa herencia, para que su hija tenga un futuro distinto al suyo?.
Dejando de lado todos esos “oscuros” del personaje, que no son más que una muestra de humanidad, Álvaro Gago sabe ver un poco más allá y capta, también, cierta vulnerabilidad que caracteriza a Ramona. La cámara recorre sus facciones con ternura y mimo, como si la viéramos a través de los ojos del director. Cuando a un personaje maltratado como es Ramona se lo trata con cariño y respeto surge algo maravilloso como esta película.
Podría haberse representado como una víctima porque, en parte, lo es, pero, en cambio, se la presenta como una heroína. Asimismo, acierta a la hora de reflejar los escasos momentos de intimidad que disfruta la protagonista, y hay algo de redención en la forma que tiene de recogerse el pelo mientras se mira en el espejo, al elegir qué blusa le va mejor o cuando sentada en su coche observa las olas romper contra las piedras.
Esos son los únicos momentos en los que vemos a Ramona relajar sus hombros y simplemente ser ella. Estos contrastes entre una escena y otra podrían romper el equilibrio del filme, pero están tan bien insertados en el desarrollo de la historia que la dinámica adoptada mantiene el ritmo durante los casi 100 minutos que dura.
Toda la tensión narrativa de la trama culmina en un final que, en mi opinión, hace verdadera justicia poética a su protagonista y también abre un pequeño camino de esperanza para todas aquellas mujeres que se sienten atrapadas en una vida miserable que no merecen. Gago, sin pretender dar un discurso didáctico, se posiciona claramente en la defensa de la mujer trabajadora y en la reivindicación de la desmitificación del matriarcado gallego.
Las mujeres también merecemos cuidados, ocupar un nuevo papel en el desarrollo de la historia. Ser recordadas por quienes fuimos y no por lo que hicimos por los demás. Todas merecemos el final de Ramona.
Entrevista a María Vázquez y Álvaro Gago en: http://www.cinenuevatribuna.es/articulo/eventos/hablamos-alvaro-gago-maria-vazquez-matria-pelicula-que-arrasando-festival-cine-malaga/20230312172027018524.html