La Niña De La Comunión: Digno terror de inspiración ochentera
La niña de la comunión
Cartelera España 10 de febrero
Título original
- La niña de la comunión
- Año
- 2022
- Duración
- 98 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
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Guillem Clua. Historia: Víctor García, Alberto Marini
- Música
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Marc Timón
- Fotografía
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José Luis Bernal Ibañez
- Reparto
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Carla Campra, Aina Quiñones, Marc Soler, Carlos Oviedo, Olimpia Roch, Maria Molins, Xavi Lite, Anna Alarcón, Victor Solé, Sara Roch, ver 12 más
- Compañías
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Ikiru Films, Atresmedia Cine, Rebelión Terrestre, La Terraza Films
- Género
- Terror | Muñecos. Años 80
- Sinopsis
- Finales de los 80, en un pueblo no determinado. Sara (Carla Campra) acaba de llegar al pueblo y no encuentra su lugar en ese espacio cerrado. Su mejor amiga es Rebe (Aina Quiñones), mucho más extrovertida. Una noche van a una discoteca, toman drogas y durante el trayecto a casa encontrarán una muñeca vestida de comunión. A partir de ese momento, comenzará la pesadilla.
- CRÍTICA
Dice Víctor García que le ha costado hacer siete películas para volver a rodar en España. El director barcelonés rodó hace ahora veinte años el cortometraje El ciclo, con el que obtuvo un premio en el Festival Screamfest en Los Angeles —antes se formó como técnico de efectos especiales en películas como Dagom, Hellboy, Romasanta o Hable con ella— que le permitió comenzar una carrera en el cine internacional con títulos como Gallows Hill, Return to House on Haunted Hill, Mirrors 2 o Hellraiser: Revelations.
Tras ese periplo internacional, siempre centrado en el género del terror o thriller, La niña de la comunión significa un retorno a las raíces de un cine más artesanal, a partir de una historia original del propio director y de Berto Marini, que Guillem Clua articula a través de un guion que transita por terrenos conocidos en el género de terror.
La muy extendida leyenda de una niña desaparecida (las versiones de la niña de la curva) se ubica esta vez en un pequeño pueblo de finales de los años 80 relacionada con la comunión y la aparición de una extraña muñeca. La traslación a un entorno rural de esa época permite una recreación ochentera donde la importancia de la celebración religiosa y el peso de un mundo más ancestral sirven para dibujar una sociedad que estaba en pleno cambio entre una España tradicional y los nuevos tiempos que se avecinaban.
La película muestra un acertado diseño artístico que reproduce con fidelidad —alvo alguna elección musical— todos aquellos elementos característicos de la época, utilizando el entorno cerrado del pueblo para escenificar el deseo de libertad y rebeldía de dos jóvenes, Sara (Carla Campra) y Rebe (Aina Quiñones) , que por diferentes razones (Sara acaba de llegar al pueblo, Rebe tiene una difícil situación familiar) se sienten asfixiadas en ese hábitat cerrado que constituye el pequeño municipio.
En este contexto los personajes juveniles visibilizan los nexos temáticos que relacionan esa época con problemas actuales como pueden ser: el bullying, por llegar de fuera a una comunidad cerrada; los malos tratos asociados a la violencia familiar que sufre Rebe; la hipocresía y falsas apariencias de la vida de pueblo; o el calado machista de la sociedad.
Y con este material, Víctor García utiliza los recursos del género del terror para instrumentar una historia sobre la pervivencia de dos mundos, el real y el fantástico, conectados por una muñeca diabólica, con un ritmo frenético que se convierte en una de las bazas de la película, pues consigue mantener la atención sin que en ningún momento se resienta la narración, aunque ese ritmo no oculte la poca definición que el guion concede a algunas subtramas y personajes.
Pero la ambientación de la época, que transita por toda una serie de lugares y sensaciones reconocibles —los billares del pueblo con los futbolines y sus máquinas de juegos, los anuncios de la televisión, las canciones de la época, los coches y el vestuario, la discoteca de pueblo— no se queda únicamente en el atrezzo, pues La niña de la comunión remite al cine de los 80 no solo en su aspecto decorativo externo sino también en su propia concepción formal con una estructura narrativa que apela al modelo hollywoodense del cine, el que se hacía en aquella época tan afortunada para el cine de aventuras o de terror.
La herramienta para generar el terror, por lo tanto, no son los efectos digitales sino todos los recursos del cine de hace unas décadas. Hay un protagonismo del maquillaje y de la recreación física frente al CGI —que cuando se utiliza, además, es con poca fortuna.
En este sentido, La niña de la comunión no inventa nada. Ni lo pretende. Todo lo que vamos a ver nos recuerda a esas aventuras protagonizadas por adolescentes, un modelo que se reproduce últimamente (la serie Stranger Things), con un terror que recoge elementos de aquí y de allá —Pesadilla en Elm Street y su conexión con el mundo onírico— que favorecen ese carácter universal.
De ahí que todo nos suene. Un terror físico articulado mediante puertas que se abren, luces que parpadean, el uso del pozo como pieza clave para conectar dos realidades distintas, personajes desplazados por violentos movimientos, la iconografía de la muñeca de comunión, las apariciones fantasmales, etc.
Sin embargo, esa reminiscencia a modelos clásicos tiene su encanto y tampoco hay nada que irrite pues, más o menos, todo funciona. Valga como ejemplo la enésima escena de un baño con la puerta del armarito de espejo empañado que sea abre y se cierra y que todas las personas saben lo que va a venir a continuación… aunque al final se consigue el efecto deseado en el espectador.
Sí resulta extraño que, dentro de un trabajo contenido, que no apuesta por el riesgo, la coda final con la concluye la película traiciona en parte el camino recorrido hasta ese momento en una decisión que parece obedecer más a la parte de la producción que a la parte creativa; un problema común —la dificultad para cerrar el relato— de muchas películas de cine de terror y que tiene que ver, como todo, con la falta de un guion coherente que cuide la historia desde el principio hasta el final.
Con todo, La niña de la comunión es un filme digno en el que se visibiliza los resortes del género y que se beneficia de un acertado ritmo, una cuidada ambientación y un acertado reparto, con Carla Campra al frente.
Escribe Luis Tormo | Fotos Daniel Escalé/Warner Bros. Pictures España Revista Encadenados