LA CEREMONIA TENDRÁ LUGAR EL PRÓXIMO 13 DE MARZO

NUESTRA PORRA DE LOS OSCARS 2023 PARTE I

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ARTÍCULO FIRMADO POR LAURA AYET Y ALEIX SALES

PARTE I

 

Atrás parece ser que han quedado los años de Moonlight (Barry Jenkins, 2016) y Nomadland (Chloé Zhao, 2020), donde pequeñas películas con poco éxito en taquilla triunfaban como mejores películas en la glamurosa noche de los Oscars, representando pequeñas grandes historias. Este año, las nominadas reúne el grupo de largometrajes con más dinero recaudado de los últimos años, es evidente que el éxito en taquilla ahora vale el oro, en concreto el de las estatuillas. La Academia aprecia los films que han llenado las salas, ya que han reconocido que en ello se basa su supervivencia para conectar con una audiencia más amplia o rejuvenecida.

Atrás también quedan las películas de 90 minutos, la tendencia es de relatos cada vez más largos. Aún hoy se comenta la duración de la épica Ben-Hur (William Wyler, 1959), pero sólo es 20 minutos más larga que Avatar 2: el sentido del agua (James Cameron). No cabe duda de que algunos de los largometrajes son alargados en exceso. ¿La duración es deliberada, para extender al máximo el tiempo en salas a modo de experiencia cinematográfica o se basa exclusivamente en una decisión creativa? ¿Es un factor para que el público decida ir al cine y marcar la diferencia de formatos más cortos presentes en el streaming? Lo cierto es que si uno se dispone a visionar las nominadas a mejor película, necesitará prácticamente 24 horas enteras, ya que se trata de uno de los años con las duraciones más extensas. 8 de las nominadas sobrepasan las dos horas de duración, y 6 de ellas se plantan, mínimo, a las dos horas y media.

Un año más, una carrera más, unas predicciones más que procedemos a desentrañar con el fin de vislumbrar cómo puede ir el palmarés del 12 de marzo.

 

MEJOR ACTOR SECUNDARIO

 

En una carrera incierta en las categorías interpretativas, la que parece más cerrada es actor secundario. El nombre que más probablemente suene la noche del 12 de marzo es el de Ke Huy Quan por Todo a la vez en todas partes (Dan Kwan, Daniel Scheinert). Además por la complejidad de interpretar un personaje desdoblado en múltiples universos, lo cierto es que Quan tiene toda una narrativa detrás que ha ido potenciando a lo largo de los meses: la del retorno. Quan, estrella infantil en los 80 gracias a Steven Spielberg en Indiana Jones y el templo maldito (1984) o Los Goonies (Richard Donner, 1985), tras su adolescencia dejó de recibir llamadas y dejó la interpretación, viendo que nadie contaba con él y no recibía proyectos. Tras años trabajando en labores técnicas y de producción en el audiovisual, el auge de la inclusión en las series y películas, concretamente el caso de Crazy Rich Asians (John M. Chu, 2018), le animaron a contratar un agente de nuevo para regresar a la actuación. Y, en breve, entraron los Daniels. Quan ha vendido su historia como ejemplo de superación y lucha entre la adversidad, un leitmotiv que enamora al votante medio. Su barrido por la carrera de premios afianza su estatus de favorito, pero solamente una persona podría truncar este comeback nostálgico.

 

Este hombre es Barry Keoghan, quien arrebató a Quan el BAFTA por Almas en pena de Inisherin (Martin McDonagh). Empezó la carrera haciendo poco ruido, a la sombra del compañero virtualmente favorito Brendan Gleeson, pero ha ido escalando hasta ir por delante. Su interpretación de Dominic, un chico con cierta discapacidad intelectual, tildado como “el tonto del pueblo” en la retrógrada Inisherin, es una exhibición de material muy votable que, afortunadamente, está bien ejecutado, ya que no se deja llevar por tics ni manierismos sobreactuados. Además, el guión de McDonagh da un arco bonito al personaje, regalándole escenas muy conmovedoras como la declaración de amor al personaje de Kerry Condon. Es la alternativa real a Quan y una manera de reconocer una película de actores como la irlandesa, pero no lo tiene fácil por la división de voto con Gleeson y, además de ese sentimiento constante que aqueja al votante frente a actores jóvenes. Digánselo a Kodi Smit-McPhee, que también pagó el pato el año pasado por motivos similares.

 

Otra alma de la película es Brendan Gleeson, un secundario imprescindible que, increíblemente, cosecha su primera nominación por la cinta de McDonagh. McDonagh (y su hermano John Michael), son los que han regalado protagónicos a este irlandés que filmó su primera película teniendo más de 30 años y siempre ha sido solvente, no importa el papel. Presente en infinidad de títulos icónicos, como la saga Harry Potter, Gleeson es considerado realeza entre sus vecinos irlandeses, es esa cara querida que, cuando le llega la oportunidad, gana, y este podría ser su caso. Sin embargo, tiene el rol más comedido de Almas en pena de Inisherin, para una Academia que suele premiar actuaciones más evidentes; puede dividirse los votos con Keoghan; y solamente ha ganado algunos premios de la crítica. Pinta a que no es todavía el momento de reconocerlo.

 

Si Gleeson con 67 años puede percibirse con una deuda en la que no hay muchísimo margen de tiempo para saldar, imagínense con Judd Hirsch a sus 87 años. Hirsch, que ya estuvo nominado en 1980 por su papel de psicólogo en Gente corriente (Robert Redford), recibe su segunda nominación 42 años después, estableciendo el récord de mayor diferencia temporal entre una nominación y otra en categoría interpretativa. Lo hace por una breve intervención de ocho minutos en Los Fabelman (Steven Spielberg), donde encarna a un tío del protagonista, quien ejerce una enorme influencia, casi como un consejero vital, en su fugaz aparición. Hirsch, como el año pasado hiciera Judi Dench en Belfast (Kenneth Branagh, 2021), ha expulsado de las nominaciones a un intérprete más joven en un rol más largo -Paul Dano en este caso, Caitríona Balfe en el del film de Branagh-, pero lo cierto es que aprovecha cada minuto de su monólogo y logra generar impacto en una película de dos horas y media. Sería una buena forma de reconocer el film de Spielberg, así como poner el broche de oro a una carrera más centrada en televisión, lo cual tampoco convierte a Hirsch en un actor de esos que, por trayectoria, tienen que tener un Oscar en su vitrina. Pero tampoco lo es Quan, y parece que lo abrazará. Si el personaje tuviera más presencia, seguramente sería el rival a batir.

 

Finalmente, tenemos a Brian Tyree Henry, un actor que ha ido ganando notoriedad, por Causeway (Lila Neugebauer). Casi dado por muerto en la carrera, únicamente mencionado en la crítica, los Critics’ Choice o los Premios Spirit de cine independiente, resultó una refrescante sorpresa, con la cual dar emoción e imprevisibilidad a los Oscar. Henry, que ha tenido un año estupendo también gracias a Bullet train (David Leitch, 2022), ejerce una magnífica dupla, repleta de química, con una Jennifer Lawrence recuperada como musa indie interpretando a una soldado de Afganistán que regresa a casa para recuperarse de una lesión. Henry es ese vecino con el cual contar y tomarse unas cervezas para compartir experiencias y abrirse en canal, y el actor sabe transmitir toda esa fiabilidad de un personaje muy humano y de carne y hueso. La nominación fue suficiente para él y la película, pero no sería inaudito una victoria así.

Ganará: Ke Huy Quan - Todo a la vez en todas partes

Debería ganar: Brendan Gleeson - Almas en pena de Insiherin

Echamos en falta: Paul Dano - Los Fabelman

 

 

MEJOR VESTUARIO

 

Uno de los sellos que hicieron a Elvis icónico fue su vestuario. El extravagante vestuario del Rey del Rock es representado en el también extravagante film en diferentes etapas, a petición del director Baz Luhrmann para que se distinguieran cada una de ellas, en las que destacan el traje rosa y negro en la etapa de los 50, en plena la efervescencia post-adolescente y rebeldia desprendiendo sexualidad a golpe de cadera. Para el especial de televisión de 1968, Austin Butler se enfunda en el famoso conjunto negro ajustado de cuero, y más tarde el mono blanco para el glamour de Las Vegas. Baz Luhrmann siempre ha tenido ese toque delirante y para semejante explosión de brillo y color, solo su cómplice Catherine Martin, la mano detrás de Moulin Rouge! (2001) podía reproducir un estilo tan vibrante al borde de la horterada. Dentro de la extravaganza, los patrones son ligeramente adaptados a los estándares actuales para asegurarse que la audiencia pudiera conectar con la apariencia de Elvis, y reconocer su presencia como atractiva. Para Martin, el mayor reto fue el de vestir a todos los extras que representan el público de sus diversos shows y retratar los matices de la diversidad que tenía su audiencia. Las pocas veces que la Academia ha galardonado una película de Baz Luhrmann, la afortunada siempre ha sido fácil, puesto a que su vistoso y original estilo se funde a la perfección con la mentalidad de su director y esposo. Martin vuelve a ir por delante, teniendo el favor de los BAFTA y el sindicato de diseñadores de vestuario. Siendo vestuario una de las posibilidades más viables de premio para Elvis, dudamos de que vayan a aguar el fiestón tipo Gatsby a Martin.

 

El mundo de Wakanda y sus ropajes se expanden especialmente para la reina Ramonda. Su corona, una de las piezas más icónicas de la película, se inspira en el sombrero Isicholo del pueblo Zulú. Aunque ella no reconoce en las entrevistas a Nefertiti como inspiración, para nosotros la comparación es innegable. Además, esta vez se notan las influencias de los códices mesoamericanos de la antigua civilización maya para el pueblo submarino Talokan. Ruth E. Carter fue la primera diseñadora afroamericana en ser nominada a un premio de la Academia, por Malcolm X en 1992, de Spike Lee, para luego volver a batir un récord siendo la primera ganadora por el vestuario de la primera entrega de Black Panther (Ryan Coogler) en 2018. Su trabajo en Black Panther: Wakanda Forever (Ryan Coogler) aún deslumbra más y, habiendo obtenido reconocimiento de la Academia por el previo, sería una seria candidata al triunfo, que ya le brindaron los Critics’ Choice. No obstante, los BAFTA la ningunearon, Wakanda Forever ha obtenido un peor recibimiento que la anterior entrega -que se coló en mejor película, siendo la única de Marvel en hacerlo-, y los premios del diseñadores de vestuario le dieron un mazazo al preferir los ropajes de Todo a la vez en todas partes en película contemporánea.

 

Por eso, existe una esperanza remota para Todo a la vez en todas partes, cuya presencia en esta categoría resultó toda una sorpresa. Para dar sentido a las realidades paralelas, un importante detalle es el aspecto que acompaña a cada personaje en su lugar. Cómo cambia de un universo a otro, el vestuario debe ejemplificar el éxito o fracaso que le ha podido llevar a ese preciso instante. Por ejemplo, el vestido que luce Michelle Yeoh en una de las multirealidades, con falda voluminosa de tul, corpiño de pedrería y detalles de encaje en las mangas en contraste con el jersey de cuello alto color mostaza que lleva nuestra inspectora de hacienda favorita, Jamie Lee Curtis, con gafas rojas y pelo canoso con corte Dora la Exploradora. Otro momento inolvidable es la elección del disfraz de Elvis con pelo rosa cuando la protagonista se encuentra con su antagonista, la versión de su hija desbordada. Esta supone la primera nominación de Shirley Kurata, una buena carta de presentación tras años de asistente en set, y tiene toda la pinta que se conformará con la nominación, porque es el trabajo menos evidente de los nominados, y no todos los ojos saben detectar sus virtudes.

 

El peso de reproducir el vestuario de Dior es una carga que solo la maestría de Jenny Beavan podía asumir, y ella misma reconoce en redes sociales que fue después de aceptar el trabajo cuando se dio cuenta de lo que significaba. Lesley Manville es la viuda que vuelve a enamorarse, esta vez de un vestido con aplicaciones florales de Dior llamado Ravissante. Para hacerlo, Beavan interpretó un vestido de cóctel de la colección de alta costura primavera-verano 1949 de Dior, aunque la mayoría de los atuendos están basados en la colección de 1957. La mayor dificultad fue que la Casa Dior no tiene muchos vestidos de los años 50, ya que entonces nadie pensaba en conservar piezas de archivo. Terminaban la colección, la presentaban, la vendían y pasaban a la siguiente, así que Beavan tuvo que inspirarse de cualquier manera. ¿El resultado? Un fantástico armario de alta costura que se abre a lo largo de El viaje a París de la sra. Harris (Anthony Fabian), que cohabita con los uniformes de las trabajadoras de Dior o los vestidos de clase obrera de la protagonista. Beavan, ecléctica diseñadora, cuenta ya con 3 premios, siendo el de Cruella (Craig Gillespie, 2021) el más reciente y es bastante probable que no sume el cuarto todavía porque es la única nominación de la cinta y hay 3 otras competidoras fuertes.

 

Al inicio de la temporada se pensaba que Babylon (Damien Chazelle) sería el rival a batir, pero la verdad es que nunca ha sido ese coloso a derribar. La máxima de Chazelle para Babylon fue: “No quiero que esto se vea como otra película de los años 20”.  Con tal desafío, el director ha vuelto a confiar en Mary Zophres, con quien ya colabora para el vestuario desde la premiada La La Land (2016). La protagonista está basada en Clara Bow, pero no lleva nada del glamour icónico de la época. Nada con collares, ni guantes largos o turbantes. Margot interpreta el alma de una flapper, en todo menos en la ropa, ley seca de plumas y flecos. En su espectacular entrada, lleva un provocador vestido de seda rojo, para simbolizar el poder y la seducción. El incitador atuendo es a la vez un reflejo del cambio drástico del cine mudo al sonoro. La protagonista se mantiene fiel en su esencia dentro de un Hollywood cambiante, haciendo contraste donde va, como en la fiesta de la piscina, llevando un mono vaquero, que, por aquel entonces, el denim era propio del proletariado. La propuesta de Zophres es muy rica y estimulante, pero tener que competir con Catherine Martin en una película mucho más querida -Babylon no ha entrado en mejor película- le penalizan, desgraciadamente. Un año diferente, otro gallo cantaría.

Ganará: Catherine Martin - Elvis

Debería ganar: Catherine Martin - Elvis

Echamos en falta: Arianne Phillips - No te preocupes, querida

 

MEJORES EFECTOS ESPECIALES

 

Avatar: El sentido del agua, de James Cameron, arrasó en las nueve categorías de los premios del sindicato de Efectos Especiales, en un tsunami superando así el récord anterior de seis premios que obtuvo la Avatar original en 2010. Aunque su dominio no estaba previsto, el récord de 14 nominaciones en estos premios ya es una señal temprana para algunas categorías, en especial esta.

El largometraje de James Cameron merece el máximo galardón por esta especialidad, ya que lleva el fotorealismo a otro nivel y se construye a base de su cinematografía virtual, los efectos especiales construyen los personajes y el entorno, forman la composición e iluminación y simulan los efectos en el agua y su integración. Los elogios son unánimes para Wētā y este año los VES han introducido una nueva categoría, el premio a la tecnología emergente para poder dárselo a su conjunto de herramientas acuáticas. Aunque el VES no ha sido últimamente el mejor barómetro para los Oscar (sólo en dos ocasiones en los últimos seis años su ganador ha coincidido con el premio de la Academia), se trata de un hecho consumado, así que el pescado parece estar vendido. Una película que desarrolla tecnología expresamente como Avatar: El sentido del agua, la cual será posteriormente una referencia a nivel técnico para futuras producciones, es imbatible. El triunfo en los Oscar supondría el quinto Oscar de Joe Letteri, supervisor sénior de efectos visuales de Wētā FX. 

No son los únicos trabajos Wētā FX. El director de Wakanda Forever, Ryan Coogler, quería agua realista pero turbia, por lo que se puso especial cuidado en garantizar que las escenas bajo el agua fueran tan realistas como las que estaban sobre ella. Sería una burla a Cameron premiar el mundo acuático de la secuela de Black Panther y no sus innovadores métodos, incluso desde la perspectiva del milagro de taquilla que ha conseguido. El salto cualitativo de la primera a la segunda entrega es palpable, pero es insuficiente ante un titán como Cameron, amén de que Marvel nunca se ha prodigado especialmente en este apartado. Porque, al fin y al cabo, siempre hay propuestas más únicas a nivel visual o artesanal que siempre logran desmarcarse. En The Batman (Matt Reeves) destaca la destreza virtual para completar la lluviosa persecución en la autopista del Batmóvil con el Pingüino. Además, se instaló un volumen LED StageCraft, inspirados en la serie The Mandalorian para añadir líneas de horizonte inacabadas a la nueva Gotham. Pero, más allá de su buen hacer, probablemente resulte el film donde los efectos lucen menos de la propuesta, al tratarse, sobre todo, de un noir más de personajes e investigación que un grandilocuente festival de pirotecnia, hecho que le resta opciones de cara a propuestas más evidentes.

La sustitución de entornos, cielos y jets totalmente CGI tras el despegue y durante los combates aéreos son lo más destacable del trabajo de Joseph Kosinki, realizados principalmente por Method para la trepidante Top Gun: Maverick. Junto a Avatar: El sentido del agua, Top Gun: Maverick ha sido la otra grandiosa salvación de las salas este año y sus nominaciones dan a entender que se la valora y mucho, con lo cual se destapa como alternativa, pero realmente los académicos tienen más campos para reconocerla, mientras que la de Cameron probablemente solamente materialice una unidad de victorias, en esta categoría.

En la guerra no hay gloria y en esta categoría, para Sin novedad en el frente (Edward Berger), tampoco. Frank Petzold, adopta un enfoque muy realista y presenta los tanques de batalla como criaturas del horror de la guerra, tratados con animación CGI. Es evidente que el lenguaje visual de la película está construido todo fotográficamente y luego arreglarlo con CG, por lo que los efectos especiales sirven a la historia y no al revés. Como el propio Petzold comenta en las entrevistas, por lo general quieres ser más grande y más ruidoso en efectos especiales, pero al ser tan importante el realismo, para transmitir el mensaje antibélico, su trabajo ha quedado desapercibido incluso para el propio gremio. El triunfo de otra cinta bélica como 1917 (Sam Mendes, 2019) en la categoría, hermana de la cinta alemana, le da alas, ya que además se erige como la opción más artesanal y “a la antigua usanza” de la categoría, cosa que podría servir para reivindicarse frente a la saturación de CGI. Pero James Cameron sigue siendo James Cameron, un tipo que tiene colocadas 3 películas suyas en el top 5 de las más taquilleras de la historia.

Ganará: Joe Letteri, Richard Baneham, Eric Saindon, Daniel Barrett -  Avatar: El sentido del agua

Debería ganar: Joe Letteri, Richard Baneham, Eric Saindon, Daniel Barrett - Avatar: El sentido del agua

Echamos en falta: Trece vidas (Ron Howard, 2022)

 

 

MEJOR CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN

 

Acostumbra a ser complicado determinar qué camino tomarán los académicos a la hora de premiar cortometrajes, ya que muchos votan al azar y no hay tanta base para guiarse que con los largometrajes. Los nombres suelen pesar, pero este año no hay un gran estudio como Disney, Pixar, Aarmdan o Dreamworks detrás. Pero una cosa está clara: acostumbran a triunfar los que tocan la fibra sensible al espectador por una temática sumamente sensible, emotiva o de corte humanista. La propuesta que más se inscribe en esta máxima es El niño, el topo, el zorro y el caballo, de Peter Baynton y Charlie Mackesy, adaptación del cuento superventas del segundo sobre el viaje a casa de un niño perdido en el bosque. En su trayecto, es acompañado por los animales del título, que le darán enseñanzas vitales de gran valor. De dibujo simple en dos dimensiones, con un toque añejo como si se tratara de carboncillo, la película realza los valores humanos de un modo apacible con el que todo el mundo puede conectar. Como punto negativo, habrá quienes vean las costuras a una película un tanto poco natural, fundamentada en el diálogo en lugar de la peripecia. El niño, el topo, el zorro y el caballo ya ha ganado el BAFTA y el premio Annie de animación, así como gozar de una distribución en AppleTV+, con lo cual es de los más populares de la terna, un plus a la hora de cabalgar hacia la victoria.

 

Vendedores de hielo, de João Gonzalez  se erige como la máxima competencia de la anterior, con ese padre e hijo que bajan cada día de su casa en un acantilado para ir a vender el hielo que producen. Poniendo el foco en las relaciones paternofiliales, el corto portugués también goza de una animación en 2D con toques de carboncillo que remiten a una tradición que siempre es bienvenida, en contraposición al 3D más convencional. Habiendo tenido una carrera estupenda, pasando por Cannes o Toronto, y con un premio Annie en el bolsillo, Vendedores de hielo puede reafirmar el poder de la rama internacional de la Academia con una obra accesible para todo el mundo.

 

De Canadá llega The flying sailor, de Wendy Tilby y Amanda Forbis, que se apoya en un famoso choque de barcos en un puerto en 1917. La película, la más corta de las nominadas -una ventaja a la hora de visionar candidatas-, sigue el vuelo a raíz de los cielos de un marinero, en una sinfonía coreográfica de bella animación, pero poco más. Siendo la que menos aporta narrativamente, los académicos pueden comprar la técnica, pero seguramente prefiera votar otras nominadas con un contenido más sentimental. The flying sailor también tiene a sus espaldas una carrera internacional notable, pero se le han escapado unas cuantas victorias, algunas de ellas frente a Vendedores de hielo, como en los Annie.

 

Pamela Ribbons nos abre la puerta a los intentos de una chica estadounidense que quiere perder la virginidad durante 1991 en el cortometraje dirigido por Sara Gunnarsdóttir My year of dicks -para la posteridad, quedará la risa de los periodistas el día de las nominaciones al oír el título pronunciado de la boca de Riz Ahmed-. Basado en sus experiencias personales, My year of dicks es un simpático coming-of-age lleno de verdad y gracia con la que muchos podrían identificarse. Avalado internacionalmente por el premio a mejor especial de TV en Annecy, el hecho de tener la temática más transgresora de las candidatas y la animación más punk puede alejar a los sectores conservadores o los que piensan que la animación es cosa de niños, así que no creemos que apuesten fuertemente por ella.

 

Finalmente, tenemos el título más bizarro para el cortometraje más bizarro y metacinematográfico de los cinco: An Ostrich Told Me the World Is Fake and I Think I Believe It. La película es el trabajo de graduación del director australiano Lachlan Pendragon, llevándolo hasta los festivales de Berlín y Annecy con un stop-motion que hace cuestionar la existencia del mundo a un oficinista medio. Dinámica, por momentos pesadillesca y bien producida teniendo en cuenta su origen, la nominación parece bastante premio para Pendragon, y no creemos que su tono cínico logre convencer a todo el mundo.

Ganará: El niño, el topo, el zorro y el caballo

Debería ganar: My year of dicks

 

MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN

Probablemente este año sea ese en el que Netflix se alce con la estatuilla en la categoría gracias a la singular lectura del cuento de Pinocho realizado por Guillermo del Toro. En lugar de realizar un mero copia y pega como lo que hizo Disney en su live-action de hace unos meses, el mexicano se calza un stop motion afincado en la Italia fascista de los años 30, en un retrato de los extremismos y el tenebrismo a través del relato de Collodi. Una versión oscura, no tanto como la de Matteo Garrone de 2019, bañada por el musical -probablemente su aspecto más endeble- que acaba siendo una conmovedora reflexión de la vida y del paso del tiempo. Avalada por los triunfos en los premios de la industria, el sindicato de Productores o los premios Annie (llevándose 5), lo tiene todo de cara. Una propuesta madura y artística que, sin embargo, llegó a los Oscar con menos fuelle del esperado -no entrando en las categorías musicales donde figuraba como fija-, con lo cual no es tan rotundo su momentum.

 

La otra opción más adulta de las nominadas es otro stop motion combinado con acción real: Marcel the Shell with Shoes On, de Dean Fleischer Camp. Una original mirada a la familia, la viralidad y la amistad a partir de la tierna historia de Marcel, una caracola que vive en un Airbnb junto a su abuela y que busca al resto de su familia, de la que fue separada bruscamente. Rodada en formato falso documental, plagada de reflexiones acerca de nuestra existencia y la forma de estar en el mundo, se trata de un film divertido y entrañable, que pone atención a los detalles y realzado por un precioso trabajo vocal de Jenny Slate. De no estar una máquina como del Toro, seguramente sería la alternativa de “prestigio”, en una categoría que no acostumbra a premiar a la animación adulta. Esto se convierte en un punto flaco, además de la polémica suscitada por la gran cantidad de imagen real que emplea, la cual podría penalizar a una rama más purista de votantes.

 

Sobre el linaje y la familia también trata la película a competición del estudio rey en la categoría, Pixar, la cinta de Domee Shi Red, al ver que Lightyear (Angus MacLane) no ha cuajado como se esperaba en crítica y público. En un balance habitual entre cine infantil pero con un trasfondo que apela a la sensibilidad de los adultos, Red es una buena aportación a su filmografía y la cinta que juega más claramente con la carta de la diversidad de las nominadas, en una edición donde Todo a la vez en todas partes puede convertirse fácilmente en la triunfadora de la noche. Pero a pesar del buen hacer del estudio, Red tampoco se encuentra entre sus obras más incontestables y su paso por los premios ha sido constante pero sin victorias materializadas.

 

Más posibilidades tiene El gato con botas: El último deseo, de Joel Crawford y Januel Mercado, una inesperada sorpresa en la carrera por la calidad que desprende y la suma al universo del personaje que realiza, brindando un halo de madurez crepuscular que le sienta de maravilla y la convierte en la mejor entrega de la factoría Shrek desde Shrek 2 (Andrew Adamson, Kelly Asbury, Conrad Vernon, 2004). Con el beneplácito del público -la única cinta capaz de competir con Avatar en Navidad- y, muy importante, de la crítica, la segunda cinta del minino de ojos derretidores es la más popular de la terna y la que goza de más momentum, a veces suficiente para llevarse el gato al agua aquí. Sin embargo, Dreamworks tampoco es el ojito derecho de los Oscar y el huracán del Toro es tan fuerte que no creemos que la espada de Antonio Banderas pueda ganarle el duelo.

 

Las cuatro anteriores cintas han sido las fijas en las nominaciones de otros premios, pero la quinta plaza ha sido siempre la de la discordia. Finalmente, El monstruo marino (Chris Williams), coproducción entre Sony Pictures y Netflix entró. Siendo una aventura simpática de piratas y criaturas enormes, es la opción más convencional de la selección, con demasiadas reminiscencias a Cómo entrenar a tu dragón (Dean DeBlois, Chris Sanders, 2010) y sin el poso de singularidad de las otras. Netflix, asimismo, está empujando más la cinta de del Toro, así que para El monstruo marino haber llegado hasta aquí ya es suficiente.

Ganará: Pinocho de Guillermo del Toro

Debería ganar: Marcel the Shell with Shoes On

Echamos en falta: Apollo 10 ½: Una infancia espacial, de Richard Linklater

 

 

MEJOR MAQUILLAJE

Elvis y La Ballena de Darren Aronofsky se perfilan como favoritas al Oscar a mejor maquillaje tras su victoria en los premios de su gremio, los MUAHS 2023. Esta categoría en concreto suele dar un empujón en las categorías de actuación principal, de modo que podría ser una guía de lo que suceda en mejor actor. Para poner algunos ejemplos, el maquillaje reforzó la caracterización en 2011 de Meryl Streep para parecerse a Margaret Thatcher en La dama de hierro (Phyllida Lloyd, 2011), aunque el mejor maquillaje del film fue el blanqueamiento de la primera ministra británica. Marion Cotillard era bastante desconocida en los Estados Unidos antes de que ganara un Oscar por interpretar a Edith Piaf en la película biográfica de 2007 La vida en rosa (Olivier Dahan), así que tal vez no estaba tan claro cuánto maquillaje se necesitó para transformarla, pero efectivamente, esa fue la única otra categoría de Oscar que ganó la película. Los últimos cinco ganadores consecutivos han mostrado las habilidades de estos artesanos para transformar conocidas estrellas de cine en personas reales: El instante más oscuro (Joe Wright, 2017), con Gary Oldman encarnando a Winston Churchill; El vicio del poder (Adam McKay, 2018) colaborando a la transformación de Christian Bale en Dick Cheney; El escándalo (Jay Roach, 2019) lo intentó con Charlize Theron; La madre del blues (George C. Wolfe, 2020) maquilló a Viola Davis; y Los ojos de Tammy Faye (Michael Showhalter, 2021) convirtió a Jessica Chastain en Tammy Faye Bakker.

 

Este año será particularmente interesante, porque hay dos nominados a Mejor Maquillaje y Peluquería, Elvis y La Ballena, que se conectan directamente con la actuación de un actor. Austin Butler está interpretando a una persona real, es decir, Elvis Presley, lo que podría darle una ligera ventaja en la categoría sólo desde la perspectiva de los últimos ganadores, pero el maquillaje protésico utilizado para convertir a Brendan Fraser en un profesor encerrado en su cuerpo de 270 kilos es demasiado visible para pasar desapercibido en la categoría. La película de Aronofsky es pionera en el uso en un largometraje de maquillaje protésico digital, por parte de Adrien Morot. Esto llevó el peso de Fraser al extremo más severo sin cubrir su rostro ni ofuscar su gama emocional de expresión, y los miembros de la Academia deberían darse cuenta de eso. Ambos son trabajos muy vistosos, pero creemos que Elvis sale bastante más reforzada, al haber triunfado en el gremio, los BAFTA y los Critics’ Choice, así como ofrecer un trabajo más polivalente al caracterizar a muchos personajes, incluyendo un irreconocible Tom Hanks en distintas etapas de su vida, o el valor de capturar los peinados de los años 50, 60 y 70. Por no hablar que Elvis está nominada a Mejor Película, mientras que La ballena pinchó en las nominaciones al quedarse fuera de la categoría reina, u otras potenciales como mejor guion adaptado.

 

Curiosamente, The Batman también recibió una nominación a mejor maquillaje y peluquería, principalmente por el maquillaje utilizado para convertir a Colin Farrell en El Pingüino, mientras que Farrell también está en la carrera por mejor actor contra Butler y Fraser, pero por una película diferente. Este es un buen ejemplo de los efectos del maquillaje para una película de género nominada, aunque es poco probable que obtenga una victoria sorpresa como lo hizo Escuadrón suicida (David Ayer, 2016), que ya causó su polémica por su risible Joker. El trabajo es impresionante, pero sale perjudicada al, sobre todo, perder en los premios del gremio contra un título que no está ni nominado aquí: Todo a la vez en todas partes.

Las grandes pelucas en 1998 dieron el Oscar en esta categoría en Elizabeth (Shekhar Kapur), pero aunque la reina de Wakanda Angela Basset destaque más con sus looks, y su película Wakanda Forever ganó en su gremio por peluquería contemporánea, las posibilidades de ganar aquí son escasas. Parte del equipo es el mismo que el de Black Panther y en 2018 no consiguieron nominación. Sólo sonaría la campana por política, para vender el mundo Marvel como entretenimiento de prestigio o para justificar a la Academia como institución no racista, pero realmente hay alternativas más firmes donde demostrar eso.

Para la suciedad de la guerra, el equipo de maquillaje y peluquería de Sin novedad en el frente, Heike Merker, y Linda Eisenhamerová aplicaron arcillas reales en los actores para mostrar el barro de las trincheras. Querían reflejar las condiciones del protagonista y sus compañeros de batalla, transmitir el frío y que cuando no se vieran empapados por la lluvia o sucios por el barro, se vieran congelados. Aunque muy realista, sobre todo en la parte de heridas y cadáveres, es un resultado menos exuberante y reconocible para premiarlo con algo más que la nominación, al lado de la competencia que tiene. Reconocida en los premios estrictamente de ámbito europeo, el aclaparador éxito de la cinta en los BAFTA no se tradujo en el premio a su maquillaje, demostrando la poca probabilidad de su triunfo.

Ganará: Mark Coulier, Jason Baird, Aldo Signoretti - Elvis

Debería ganar: Michael Fontaine, Naomi Donne, Michael Marino - The Batman

Echamos en falta: Nana Fisher, Miho Suzuki, Jason Collins - Amsterdam, Naomi Donne, Barrie Gower, Sharon Martin - Matilda, de Roald Dahl: el musical

 

MEJOR PELÍCULA INTERNACIONAL

Los emigrantes, de Jan Troell. Es el único título que no ha ganado Mejor Película Internacional (antes de Habla No-inglesa) estando nominado en Mejor Película. Cabe decir que fue en dos ediciones diferentes, donde en el primer año compitió en Internacional y, tras su estreno formal en Los Angeles el año siguiente, logró colarse en las principales de la siguiente edición, perdiendo frente a colosos como El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972) o Cabaret (Bob Fosse, 1972). Mencionamos esta estadística porque, tras la multitud de nominaciones cosechadas, parece ya imposible que a Sin novedad en el frente se le escape este galardón. No solamente se trata de una competente adaptación, filmada con gracia y potenciando el carácter inmersivo, sino que cuenta con una narrativa poderosa en su trasfondo, que conecta con la actual guerra en Ucrania. Tras un año de conflicto armado, este triunfo supondría un alegato a favor de la paz que recuerda el horror y la brutalidad de una guerra, así que el discurso político y una propuesta clásica magníficamente ejecutada convergen notablemente para su triunfo. No ha arrasado en la carrera, pero su noche victoriosa en los BAFTA la sitúa como uno de los Oscar más claros de la edición.

 

Hace un mes y medio, cuando Argentina, 1985 se imponía a Sin novedad en el frente en los Globos de Oro, parecía que aún había partido. La cinta de Santiago Mitre ha sido una constante en los premios de la industria y de la crítica por, también, su poderoso mensaje a favor de la libertad y la justicia, tomando como referente al proceso judicial al que se sometió la dictadura de Videla durante la segunda mitad de los años 70. Un canto que aúpa los valores de democráticos en un mundo donde siguen vigentes multitudes de dictaduras -desde las de Oriente hasta la “falsa democracia” de Putin-, mediante un film judicial con mucho aroma americano, pero con la sorna argentina que sabe imprimir un reparto encabezado por el imprescindible Ricardo Darín. Pero el turbo que han metido los alemanes, invadiendo las categorías técnicas y colándose en la reina le hacen reducir drásticamente sus opciones. Aunque, puestos a estadísticas, dos apuntes que pueden dar luz. Cuando La historia oficial, de Luis Puenzo, se hizo con el Oscar en 1986, Argentina acababa de ganar el Mundial de fútbol, su último hasta el de este año. ¿Podría volver a repetirse esta dupla? La otra, en 2009, El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) daba la campanada en la categoría al imponerse a otras favoritas como Un profeta  (Jacques Audiard, 2009) y otra cinta alemana que era la máxima favorita, La cinta blanca (Michael Haneke, 2009). ¿Podrían ser dos señales que den alas a los argentinos? Veremos.

 

Otra que no ha fallado en los precedentes ha sido Close (Lucas Dhont), la candidata por Bélgica en la categoría, un país que jamás ha ganado pese a haber llegado a la final en 8 ocasiones. La segunda película de Dhont es un coming-of-age que reflexiona sobre la amistad, el despertar amoroso homosexual y la pérdida de un modo íntimo y conmovedor. En tiempos de una liberación LGTBIQ+ que tiene que hacer frente a muestras de homofobia indiscriminada alrededor del mundo, habiendo prohibición en muchos de ellos, Close aboga por una igualdad y una priorización del sentimiento frente a las imposiciones sociales. Sería toda una sorpresa que ganara, pero no la más descabellada, ya que razones tiene mil.

 

La polaca EO ha tenido una carrera intermitente pero siempre con la llama encendida, hecho que la ha llevado hasta esta plaza en la categoría. La película de un octogenario Jerzy Skolimovski, quien demuestra estar más vivo y enérgico como realizador que otros jóvenes, tiene un corte animalista y ecologista que puede ganar el favor de muchos votantes, un valor básico con el que es fácil comulgar, al margen de ideologías. La arriesgada apuesta bressoniana de fiar el protagonismo a un burro sale bastante airosa y es insólita en su puesta en escena, pero argumentalmente es la más endeble de todas. Teniendo en cuenta, además, que la histórica deuda de la Academia con Polonia quedó saldada con la Ida de Pawel Pawlikowski en 2014, sus posibilidades parecen muy escasas.

 

Quien sin avisar mucho se ha colado por encima de otras favoritas ha sido The Quiet Girl, de Colm Bairéad, que hace historia al ser la primera cinta irlandesa nominada en la categoría. Tras su presencia en los BAFTA ganó impulso hasta ser una de las películas que más conversación ha generado recientemente, gracias a la sensibilidad y detallismo con la que cuenta la breve historia de una niña desatendida en un ambiente campestre nuevo junto a una pareja de edad madura. The Quiet Girl es una bomba de emociones que explota en su final sin dejarse llevar por la afectación o el melodrama barato, bellamente filmada y que, difícilmente, puede disgustar a alguien, a no ser que no tenga corazón. Los alemanes vienen muy fuertes, pero Irlanda ha tenido una presencia muy considerable en las nominaciones de este año así que, quizás, el espíritu verde puede embrujar a los votantes y reconocer a un film ya histórico.

Ganará: Sin novedad en el frente

Debería ganar: Close

Echamos en falta: Alcarràs, de Carla Simón, y Decision to Leave, de Park Chan-wook