Bacurau
- Bacurau
- Año
- 2019
- Duración
- 132 min.
- País
- Brasil
- Dirección
- Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles
- Guion
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Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles
- Música
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Mateus Alves, Tomaz Alves de Souza
- Fotografía
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Pedro Sotero
- Reparto
- Udo Kier, Sonia Braga, Jonny Mars, Chris Doubek, Karine Teles, Alli Willow, Brian Townes, Antonio Saboia, Barbara Colen, Julia Marie Peterson, Silvero Pereira, Edilson Silva, Thomas Aquino, Valmir do Côco, Buda Lira, Rodger Rogério, Uirá dos Reis, Clebia Sousa, Rubens Santos, Carlos Francisco Galán
- Productora
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Coproducción Brasil-Francia; CinemaScópio Produções / SBS Films / Símio Filmes / arte France Cinéma
- Género
- Acción. Aventuras. Intriga. Ciencia ficción. Thriller. Western | Gore. Venganza. Realismo mágico
- Sinopsis
- En un futuro cercano. El pueblo de Bacurau llora la muerte de su matriarca Carmelita, que falleció a los 94 años. Algunos días más tarde, los habitantes se dan cuenta de que el pueblo está siendo borrado del mapa...
- CRÍTICA
A Kleber Mendonça Filho le conocimos mayoritariamente en su anterior obra, Doña Clara/Aquarius, hará unos tres años. En ésta, contaba con dos presencias inestimables: la de un edificio que iba a ser adquirido por una importante promotora y la de Sonia Braga, torrencial presencia donde las haya que elevaba el filme a un interesantísimo estudio-estadio. Podríamos decir que aquí repite jugada con nuevos elementos y manteniendo otros.
Mendonça Filho se une a otro cineasta, Juliano Dornelles, para componer su obra más extraña y volviendo a contar con Braga para la propuesta. Ganadora del premio a la mejor dirección y el concedido por la crítica en el pasado festival de Sitges y el premio del jurado en el último Cannes, que no es poco, la película se va descubriendo lentamente para revelar que, en efecto, se trata de un experimento propio del llamado Nuevo Cine Brasileño.
Las primeras imágenes sugieren algo espacial, podríamos decir sobrenatural, que se sumerge finalmente en el plano de la que parece engañosamente la protagonista del relato. También vemos un accidente con ataúdes involucrados que anuncian la tragedia y revelan la trascendencia posterior de estas primeras imágenes.
Así penetramos en Bacurau, un pequeño pueblo semiderruido y perdido en la amplitud de Brasil, de apenas unas veinte casas, a través de los ojos de Teresa. La joven va a llorar a su abuela Carmelita, de 94 años y matriarca del pueblo, quien acaba de morir y a la que el pueblo despide unido.
La observación
Dentro de esta comunidad, el pueblo está organizado, todos se conocen y respetan los límites de cada uno. De algún modo, mantienen una armonía en silencio y en equilibrio. En esta fascinante primera hora de metraje, descubrimos la vida cotidiana de estas personas.
Entramos de lleno en la radiografía de una pequeña sociedad que se toma su tiempo para la fotografía de todos sus integrantes y la de los espacios que componen el pueblo. En este tramo de la historia, la obra roza y celebra el realismo mágico, y se enorgullece de ser lo que es, cine singular de altos vuelos.
Pero Bacurau, el pueblo, repentinamente deja de aparecer en los mapas y ha dejado de tener señal telefónica y telemática. Bacurau ha iniciado un proceso de desaparición metafórico y físico que nadie entiende. Empiezan a sucederse un encadenado de sucesos extraños: los lugareños encuentran un camión cisterna con tres balazos, una familia entera aparece asesinada, y dos motoristas extranjeros entran en Bacurau. Algo está cambiando y pone en alarma al pueblo entero.
Lo que empieza siendo una tragicomedia social, casi documental y con elementos propios de la observación estructurada, se transforma, como un golpe seco en la mesa, en una cinta sangrienta, abrupta y enloquecida. Y aquí es donde Bacurau, el filme, también demuestra su valentía narrativa como un ente puro, como genuina cruzadora de géneros.
La ruptura
A partir de este momento, hay un súbito cambio de punto de vista para explicar al espectador lo que ocurre. Si estábamos viviendo la experiencia Bacurau desde el corazón de sus gentes, pasamos a la acción desde una perspectiva externa. La viviremos ahora desde los ojos asesinos de un grupo de personajes que han trazado un plan para la extinción de la comunidad.
Y si antes estábamos disfrutando de las peculiaridades de sus gentes en un Tim Burton a la brasileña, de repente nos encontramos en una especie de western neo-noir cercano a Nicolas Winding Refn o a John Carpenter. Entramos así en una exacerbada cinta sanguinaria, cuasi gore, en la que nos tornamos partícipes de los dos grupos, el de los aldeanos y el del grupo de mercenarios, dando lugar a un curiosísimo y sugerente a la par que implacable punto de vista doble.
Cierto es que superado el punto de ruptura entre las dos Bacurau, la mágica y la despiadada, la cinta se vuelve un rutinario, aunque muy eficaz, ejercicio propio del género en el que las muertes se suceden en ambos bandos. En este sentido, los propios parámetros de la serie B limitan al producto a atenerse a unos cánones, aunque éste se mantenga absorbente. Nos beneficiamos también en pantalla de dos pesos pesados de la historia del cine, la ya mencionada Braga y Udo Kier, quienes, en un momento dado, protagonizan un breve, pero intenso duelo de actores.
Bacurau es un grato experimento. Sólo se puede tomar de un trago o ser escupida, ya que está diseñada para un tipo de espectador fresco, valiente, que no le teme a los desafíos de las convenciones de los géneros. Si se decide ingerir, sabe a licor áspero y reposado. Difícil de tragar, pero complaciente en su dejo final.
Escribe Ferran Ramírez Revista Encadenados