Divertimento menor que enlaza temas propios del “American Gothic” con la zoantropía (Trastorno psiquiátrico en que el enfermo se cree convertido en un animal), en auge gracias al espectacular avance en los efectos especiales a principios de los 80, que dieron como fruto auténticos clásicos del terror como Humanoides del abismo, Aullidos, Un hombre lobo americano en Londres, El beso de la pantera, En compañia de lobos…
La sinopsis es de las que quitan el hipo e invitan a la visión instantánea: Estamos en 1964 Eli y Caroline MacCleary (Ronny Cox y Bibi Besch) están en su luna de miel en la ciudad campesina de Nioba, Mississippi, cuando su coche se rompe en el bosque y Eli busca ayuda dejando sola a su esposa.
Una víctima subhumana peluda le viola. Ahora aceleramos 17 años y la pareja vive en la ciudad universitaria de Jackson, Mississippi, con su hijo de 17 años, Michael (Paul Clemens), quien es diagnosticado por el Dr. Odom (J. Boyce Holleman) con un Peculiar desequilibrio químico donde su glándula pituitaria tiene algunos patrones de crecimiento inexplicables. La pareja deja a su hijo en casa y regresa a Nioba para recabar información sobre el monstruo que atacó a la mujer, pero Michael huye del hospital atormentado por el pasado y se presenta en la ciudad con la “bestia dentro”…
El resultado es un film sin brizna de genio, con un arranque inquietante y con cierta atmósfera malsana que contrasta con momentos que rozan el despropósito y la parodia involuntaria, reflejo de la desidia con la que el realizador afronta su proyecto. En el plantel de actores varios intérpretes venidos a menos como Ronny Cox, Bibi Besch (que en este film parece una mixtura entre Dee Wallace y Judy Geeson), L.Q. Jones (uno de los fetiches de Peckinpah que ya coqueteó con el cine de terror en The brotherhood of Satan) y R.G. Amstrong (otro típico en películas tipo Gothic: Asesino invisible, Los chicos del maíz, Carrera con el diablo).
La escena de la transformación resulta muy vistosa, Thomas R. Burman (La invasión de los ultracuerpos, Profecía maldita) copia paso a paso las técnicas y pautas del Rob Bottin de Aullidos, y el resultado aunque inferior resulta sorprendente (una especie de hombre-cigarra). La jugada le saldría mejor con el maquillaje más sugerente de la infravalorada El beso de la pantera.
El director encargado de llevar a puerto tan atípica propuesta fue, hace ya la friolera de veinticinco años, Philippe Mora, quien posee una filmografía que incluye títulos tan sugerentes como Aullidos 3, Mad Morgan, Código Uno: acción o En busca del águila. Hoy en día el cineasta sigue al pie del cañón, despachando el año pasado la comedia French Movie, y para 2017 ya tiene preparados dos documentales: The Monash Whitewash y Day And Sunlight.
Pero quien realmente se lleva la palma en esta película es Tom Burman y sus grotescos efectos especiales conseguidos gracias a sus innovadores efectos protésicos, quien posteriormente ha desarrollado gran parte de su carrera en la televisión, encargándose del maquillaje y los efectos visuales de series tan reconocidas como Nick/Tup o Anatomía de Grey.