El club de los divorciados
- Divorce Club
- Año
- 2020
- Duración
- 108 min.
- País
- Francia
- Dirección
- Guion
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David Gilcreast
- Fotografía
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Stéphane Le Parc
- Reparto
- Productora
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Good Spirit Films, Radar Films
- Género
- Comedia
- Sinopsis
- Después de cinco años de matrimonio, Ben todavía está locamente enamorado, hasta el día en que descubre que su esposa le está engañando. Humillado, Ben lucha para seguir adelante, hasta que se cruza con Patrick, un ex amigo también divorciado que le ofrece mudarse con él. Patrick, a diferencia de Ben, tiene la intención de aprovechar su celibato recuperado y todos los placeres a los que había renunciado durante su matrimonio. Pronto se unirán al grupo otros divorciados y redactarán las primeras reglas del «Club del Divorcio».
- Distribuidora: Festival Films
- CRÍTICA DE DANIEL BERNAL
Con el “honor” de ser número 1 en taquilla en el país galo, llega a nuestras carteleras la comedia francesa El club de los divorciados, película dirigida por Michaël Youn (Vive la France, 2013), director especializado en hacer cine popular de bajos vuelos y cartón piedra, ese tipo de cine que consigue atraer a las salas a grandes masas de gente pero que rara vez vemos en un festival de cine importante. Evidentemente, siempre hay excepciones: cada año llegan por estos lares películas procedentes del país vecino con mucha taquilla y con un valor artístico intrínseco capaz de deleitar al cinéfilo más exigente.
Aunque, por norma general, los ejemplos no proliferan, ahí tenemos títulos como Intocable (Intouchables, 2011) o La cena de los idiotas (Le Dîner de cons, 1998), filmes que supieron conjugar una gran aceptación del respetable con premios en festivales y/o ceremonias académicas. Por desgracia, el título que nos ocupa no se encuentra en este selecto grupo, pues la cinta de Youn carece de ese afán cómico necesario y de una historia con trasfondo.
A nadie le gustaría pasar el mal trago del protagonista. Que te dejen por otra persona ya es un plato de mal gusto, pero que te pongan los cuernos delante de una sala repleta de gente (incluidos todos tus amigos) es motivo más que suficiente para esconderse bajo tierra. Después de cinco años de matrimonio, a Ben no le queda más remedio que romper la relación con su mujer tras lo acaecido.
No obstante, toda la tristeza contenida se disipa gracias al encuentro con un viejo amigo suyo de la universidad, quien le llevará a vivir a su enorme mansión para evadirse de sus penurias y fundar el club de los divorciados: unos asalvajados pingüinos que no atienden a razones. Una lástima que esa evasión no se transmita al espectador en la totalidad del visionado, pues sí es cierto que se nos regalan momentos de juerga desenfrenada, pero no provoca ni un atisbo de estruendosa carcajada. Este crítico sólo recuerda un momento de cierta hilaridad (necesitaron de violines y un restaurante para eso), lo demás son situaciones tan divertidas como insustanciales.
En este título nos encontraremos con algunas subtramas tópicas a la vez que necesarias, como la del idilio de Ben con la mujer de su amigo, mientras que por otra parte, nos topamos con subtramas totalmente irrelevantes como la protagonizada por Ben y una mujer poco cuerda. Todas se aúnan para desembocar en un resultado esperado y sin sorpresas.
En conclusión, para el que escribe estas líneas, El club de los divorciados en ocasiones patina cual pingüino en un iglú; una simpática comedia que no satisface nuestros paladares más risibles. Un claro ejemplo de que un éxito en taquilla no es sinónimo de calidad. A este producto le sobra jarana y le falta gracia.