Animación | 137 min. | Japón 2013
Título: El cuento de la princesa Kaguya.
Título original: The tale of Princess Kaguya.
Director: Isao Takahata.
Guión: Isao Takahata, Riko Sakaguchi.
Actores:
Estreno en España: 18/03/2016
Productora: Studio Ghibli.
Distribuidora: Vértigo Films.
Sinopsis
La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentran a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Convertida rápidamente en una hermosa mujer, es pretendida por muchos hombres, incluido el emperador, pero ella los rechaza a todos porque asegura venir de la Luna y debe volver allí...
Crítica
A los que nos gusta el cine de calidad nunca podremos agradecer lo suficiente la labor de distribuidoras como Vértigo Films, quienes hacen lo indecible por estrenar auténticas joyas desconocidas del séptimo arte aún a sabiendas que no pueden competir de tú a tú con esas majors que acaparan casi todo el mercado cinematográfico de todo el país. Machado ya lo dijo hace unos cuantos años: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Pues en nuestros cines pasa igual: los hay que salivamos por descubrir ese cine invisible con pedigrí que se nos oculta bajo mil mantos de chabacanismo que impera entre los estrenos semanales, y los hay que a los diez minutos de películas como El cuento de la princesa Kabuya saldrán en estampida de los pocos cines donde se proyecte buscando el calor de cualquier blockbuster lobotomizante.
Así que ya de entrada advertiremos a este segundo tipo de espectadores que ni se acerquen a este ejercicio de auténtica orfebrería animada dirigida por el maestro japonés Isao Takahata. Es una pena que hayamos tardado más de tres años en tener la posibilidad de verla en cines, pero como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena, y aquí la dicha más que buena es sublime.
Es una pena que hayamos tardado más de tres años en tener la posibilidad de verla en cines.
En el documental The Kingdom of Dreams and Madness, que algunos privilegiados tuvimos la suerte de ver hace un par de años en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, y donde se destripaba el proceso de creación del testamento fílmico de otro genio del cine de animación mundial como Hayao Miyazaki (nos referimos a El viento se levanta) en el no menos mítico Studio Ghibli, se excusaba la participación en casi todo el documento filmado de su antiguo socio Takahata porque seguía trabajando día y noche en su último proyecto que le llevaba ocupando cerca de un lustro.
El nivel de perfección y detallismo alcanzado por sus majestuosas producciones animadas es absoluto.
Ese absorbente trabajo no era otro que El cuento de la princesa Kaguya. Miyazaki y Takahata ya habían regalado hace años un díptico que traería mucha cola. El segundo acaba de terminar el rodaje de la sin par La tumba de las luciérnagas, y ante la sospecha de que, dado el dramatismo que destilaba la película los espectadores iban a quedar con el ánimo por los suelos, decidieron encargar al primero un trabajo complementario más liviano y divertido. Así nació la irrepetible Mi vecino Totoro.
Y es que el autor de El cuento de la princesa Kaguya no es precisamente alguien que quiera poner las cosas fáciles a los adocenados en el universo Disney (antes de su unión con Píxar, claro). El nivel de perfección y detallismo alcanzado por sus majestuosas producciones animadas están acordes con el listón de minuciosidad exigido por el propio realizador, un auténtico tirano de la excelencia creativa tal y como han comentado algunos de los dibujantes que han tenido la oportunidad de trabajar con él.
Y qué mejor que ampararse en la literatura tradicional (la película bebe del relato folclórico del siglo IX El cuento del cortador de bambú, considerado como la narración japonesa más antigua de la que se tiene constancia) para desplegar su imaginario inabarcable al ojo humano. Fotogramas que son auténticos lienzos a la vista de los que no podemos distinguir si estamos asistiendo a una proyección cinematográfica o en su lugar nos embobamos leyendo un libro de impresionantes ilustraciones pintadas a la acuarela. Y por si fuera poco la trascendencia de lo que se nos va contando también se halla a la altura de la forma utilizada.
Aspectos como lo inexorable de la temporalidad humana, la importancia de lo erróneo en las decisiones tomadas, la nostalgia por los elementos de la naturaleza frente a la “suciedad” de la capital, el amor de padres a hijos y viceversa aunque se traten de hijos adoptivos, el valor de la amistad…
Todo ello cocido a fuego lento y con la suficiente sabiduría por parte de su creador para equilibrar de manera admirable los elementos dramáticos y los humorísticos. Entre los primeros destacan el ataque de furia de la princesa cuando llega al límite de su paciencia ante la obligatoriedad de la sumisión y de los segundos nos quedamos con toda esa retahíla de pretendientes inútiles que intentarán convertirla en su esposa de las maneras más torpes que uno pueda llegar a imaginar.
Recomendada encarecidamente a todos los amantes del cine en general y de la animación japonesa en particular. Eso sí, hay que ir rápido a verla porque durará en cartelera menos que un suspiro.