CRÍTICA DE CINE

Los Demonios: La inocencia perdida

Ser niño no es tan fácil como parece (solo hay que leer El señor de las moscas de William Golding para darse cuenta), y si no que se lo pregunten a  Félix, el niño protagonista de esta envenenada radiografia de la preadolescencia que destila de todo menos dulzura y bondad.

Aventuras | 118 min. | Canadá 2015

Título: Los Demonios.
Título original: Les démons.
Director: Philippe Lesage.
Guión: Philippe Lesage.
Intérpretes: Édouard Tremblay-Grenier, Yannick Gobeil-Dugas, Vassili Schneider, Sarah Mottet.

Estreno en España: 05/05/2017 
Productora: Les Films de L'Autre.

Distribuidora: Compacto.

Sinopsis

Félix es un chico de diez años imaginativo y sensible que vive en una zona residencial de Montreal. Aunque la zona aparenta ser tranquila, a Félix le da miedo todo. Mientras que una serie de secuestros de jóvenes están teniendo lugar en su zona, comienza a descubrir que los demonios de la infancia pueden estar relacionados con esas misteriosas desapariciones.

Crítica

Esta película sirve para discutir a todos aquellos que suelen afirmar con rotundidad que la época más feliz en la vida de una persona es la etapa de la niñez, un momento en el que la inocencia y la candidez se imponen a los problemas y sinsabores que suelen aparecen en la edad adulta. Pues bien, ser niño no es tan fácil como parece (solo hay que leer El señor de las moscas de William Golding para darse cuenta), y si no que se lo pregunten a  Félix, el niño protagonista de esta envenenada radiografia de la preadolescencia que destila de todo menos dulzura y bondad.

Estamos ante una envenenada radiografía de la preadolescencia que destila de todo menos dulzura y bondad.

Aunque su deseo sigue siendo el de jugar y experimentar a toda costa los encontronazos con los mayores se van sucediendo avisándolo de que no es oro todo lo que reluce. Sus padres son personas cariñosas, pero en el fondo se detestan y no se aguantan; asiste impertérrito a las conversaciones subidas de tono que mantiene su hermanos con sus amigos, y sobre todo, empieza a notar algunos cambios hormonales en su propio cuerpo y mente que le llevan a experimentar sentimientos Nuevos como el placer de llevar a cabo juegos de poder con los más débiles  o el incipiente  deseo por el sexo femenino.

Sin la existencia de una línea argumental fija todo el mosaico de situaciones se sustenta en un retazo de momentos corales  salpicados por otros más íntimos en los que se desencadenan todo tipo de perversiones, cada vez más peligrosas e insanes. Así, un simple juego de travestismo propio de los impulsos sexuales de la dad puede despertar el miedo y el rechazo delante de quien pinesa que lo que ha hecho es immoral y por lo tanto recibirá un castigo ejemplar en forma de infección vírica. El director del film, el canadiense Philipe Lesage, en el que supone su debut en el terreno de la ficción aunque con anterioridad ya había filmado tres documentales, ejerce de autentico hombre orquesta firmando también el guion, produciendo e incluso guardándose un pequeño papel como professor en el col·legio donde estudian los chavales que aparecen en el film. 

Su forma de filmar puede llegar a parecer algo morosa, dada la parsimonia y meticulosidad con la que se presenta cada escena en la que la càmera casi no se mueve, y cuando lo hace es simplemente para volver de nuevo a un punto fijo donde se desarrollará una nueva acción. Al contrario, prefiere que sean los personajes los que vayan apareciendo y desapareciendo del encuadre, jugando con la profundidad de campo para que el espectador fije más su atención en los elementos secundarios   que en la rutinaria acción que acontece en primer plano. De todas formes la sensación es de que la cámara se halla siempre justo en el lugar adecuado, alcanzando un dinamismo inusitado desde una premisa estática.

Uno de los grandes aciertos del film es el de que nunca comete el error de representar al personaje principal como un ángel perjudicado por el mundo horrible y cruel en el que intenta sobrevivir.  El mensaje que se nos quiere transmitir queda así claro y diáfano: las personas que son víctimas en un contexto pueden ser también verdugos en otros. Quizás cierta tendència al tremendisme en el tramo final pueda llegar a atentar a la credibilidad del conjunto, mucho más centrado en ese momento en sugerir que en mostrar. Pocos pueden llegar a pensar que un Tierno infante pueda llegar a ser un monstruo desalmado, y Los Demonios lo hace de una forma reflexiva en el que se refleja el espejo de la sociedad y nos hace reconsiderar como nos percibimos a nosotros mismos.

Condenamos y castigamos con justicia a los adultos que cometen actos de violencia contra los niños, pero hacemos la vista gorda a las figuras de autoridad que infligen abuso mental a sus acusaciones, así como a adolescentes que atormentan sin sentido a sus compañeros. llegar a ser un monstruo desalmado, y Los Demonios lo hace de una forma reflexiva en el que se refleja el espejo de la sociedad y nos hace reconsiderar como nos percibimos a nosotros mismos.

Estamos ante un ejercicio de estilo incomodo y nada sencillo de digerir dado lo espinoso de su meollo central, aunque invita a la reflexión y al debate, algo que, para los tiempos que corren, sin duda hay que ponerlo en el haber de sus hacedores.