El Día De La Bandera
El día de la bandera
Título original
- Flag Day
- Año
- 2021
- Duración
- 107 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
-
Jez Butterworth. Libro: Jennifer Vogel
- Música
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Joseph Vitarelli
- Fotografía
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Daniel Moder
- Reparto
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Sean Penn, Dylan Penn, Miles Teller, Josh Brolin, Hopper Penn, Katheryn Winnick, Dale Dickey, Eddie Marsan, Norbert Leo Butz, Bailey Noble, Megan Best, Adam Hurtig, Billy Smith, ver 20 más
- Productora
- Coproducción Estados Unidos-Reino Unido;
Wonderful Films, Conqueror Productions, Olive Hill Media. Distribuidora: Film & TV House
- Género
- Drama. Thriller
- Sinopsis
- Un padre de familia vive una doble vida como falsificador, ladrón de bancos y estafador para mantener a su hija.
- CRÍTICA
Hace cinco años Sean Penn aterrizó en la Croisette compitiendo con Diré tu nombre, un lío sentimental impregnado de sórdido humanitarismo hollywoodense, con una inadmisible representación de África. La decepción para todos aquellos que habían visto al actor estadounidense como un director para nada trivial, como lo demuestranalgunos de sus anteriores trabajos, fue enorme. Lo cierto es que hace tiempo que esos títulos ya no existen, a pesar de que Penn todavía parece mirar intensamente el cine de New Hollywood y sus alrededores. El regreso a la competencia en Cannes con el Día de la Bandera, lamentablemente solo confirma el estado de profundo impasse en el que se encuentra varado el autor de Into the Wild.
La ocasión en sí misma también habría sido tentadora, porque llevar al escenario la verdadera historia de John Vogel, falsificador y ladrón de bancos que se suicidó después de una trágica persecución por la policía de Minnesota en julio de 1995, significó enfrentarse a las oscuras sombras de una nación que ha ganado dinero y el éxito es su único ícono verdadero. Por otra parte, el hecho de discutir el personaje tomando como referencia su relación con sus hijos, especialmente con su hija Jennifer (quien por otro lado escribió el volumen en el que se basó la película), le permite a Penn enfrentarse a sí mismo con su progenie, trayendo al escenario a dos de sus hijos. De alguna manera es como si el propio Penn admitiera que es un falsificador y que tiene que lidiar con la autoría y sus responsabilidades.
En este sentido, el Día de la Bandera también podría ser un trabajo fascinante, y el discurso también se aplica al deseo de confrontar directamente una parte de la historia reciente del cine estadounidense. Entre lirismos rurales a lo Malick y un montaje de atracciones que debe mucho a la experiencia de Oliver Stone -la Piedra a finales de los ochenta y mediados de la década para ser más precisos- Penn intenta reforzar la estética de una película que por lo demás se excede en una acumulación de escenas madres al borde de lo insostenible, en un recurso sistémico al efecto que es capaz de enmascarar el vacío de la representación.
El resultado está en línea, como ya se ha escrito, con su anterior fracaso, y si aquí falta el componente más molesto, el de un progresismo desprovisto de real profundidad expresiva y política, a la par que la idea de cineasta. quien ya no tiene ningún deseo real de lidiar con el dolor de sus personajes, pero a quien le encanta contar la superficie lisa, prefiriendo el patetismo evidente en busca de una psicología creíble, y por tanto realmente conflictiva. El Día de la Bandera es un viaje largo, demasiado largo, hacia la desilusión de una niña que descubre que su padre (que también es el hombre de sus sueños, un detalle que Penn no cree que valga la pena investigar) no es el héroe que pensaba, un estafador sórdido que no puede ser honesto ni siquiera con su propia descendencia.
Penn, completamente desinteresado en la narración real de una historia creíble, no sabe cómo atrapar a los espectadores sin chantajearlos continuamente, y también le faltan ideas desde el punto de vista de la imaginación. El único salvavidas, del que también aparece de alguna manera un grito de auxilio, es refugiarse en sus afectos. Ya hemos escrito sobre los niños, pero el discurso también vale para la intrusiva banda sonora, en la que los amigos del director -entre otros los fieles Eddie Vedder y Cat Power- releen clásicos del rock, abarrotando cada plano, cada escena, cada emotivo clímax. La música rezuma de las distintas escenas, de nuevo encaminada a llenar un vacío de imagen y de sentido, pero no puede salvar una película incapaz de encontrar su propio ritmo, y además completamente incolora, insípida, cansada y ya ampliamente vista.