Estrellas Fugaces, nuevo lanzamiento de Impulso
Estrellas fugaces (Shooting Stars) comienza en un estudio británico de los años 20, donde al tiempo se están filmando, pared con pared, un slapstick y un western. Resulta un fascinante reflejo del tras bambalinas de la época, así como un comentario mordaz a la frivolidad del "star system".
Anthony Asquith fue un hombre privilegiado de su tiempo. Su padre fue HH Asquith, primer ministro liberal británico de 1908 a 1916. Educado en Winchester y Oxford, Anthony se sintió atraído por el medio relativamente nuevo que era el cine, aunque consideraba que el estado en el que se hallaba en su país era horrible. Mientras Alfred Hitchcock, su contemporáneo, fue a Alemania a aprender su oficio, Asquith se dirigió al Oeste, a Hollywood, donde pasó un intenso tiempo reuniéndose y observando a figuras tan importantes como Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Lillian Gish y quizás la más importante de todas ellas, Charles Chaplin.
Cuando volvió a Inglaterra, estaba decidido a transformar la industria cinematográfica local. Asquith había escrito sin rodeos acerca de la mala calidad de la mayoría de las producciones británicas rodadas hasta la fecha. La falta de recursos económicos y sobre todo la increíble carencia de sentido demostrado por la mayoría de los directores ingleses, quienes por lo general abusaban de manera desproporcionada de los subtítulos sobrecargando las mínimas imágenes fueron el caballo de batalla de un realizador decididamente a contracorriente. Para contrarrestar esto, Asquith escribió una serie de guiones que intentó promover, sin éxito entre varias productoras.
Su debut en la gran pantalla no es tan solo una imbricada historia de amor y celos. Es una meditación ejemplar sobre el oficio del cine y la naturaleza de las películas, las conexiones entre la vida real y la imaginaria y las distintas formas en las que la fantasía de la pantalla informa e incluso da forma a las emociones reales, así como una sofisticada crítica de la mediocridad del tipo de producciones rutinariamente producidas en Inglaterra. En ese aspecto su propia complejidad ofrece una completa refutación de la pereza tan profundamente arraigada en la industria.
Estrellas fugaces (Shooting Stars) comienza en un estudio británico de los años 20, donde al tiempo se están filmando, pared con pared, un slapstick y un western. Resulta un fascinante reflejo del tras bambalinas de la época, así como un comentario mordaz a la frivolidad del "star system".
Cada detalle narrativo está construido de forma muy cuidada para ir creando una serie cada vez más intensa de ecos entre las vidas reales del triángulo protagonista y la vida cómica y melodramática de los personajes que interpretan en las dos películas a cuyo rodaje asisitimos tanto en el estudio como en localizaciones exteriores. Este brillante ejercicio de metacine alcanza su punto máximo en una secuencia en la que Julian acude al cine y observa uno de los melodramas que él mismo y su amada Mae han protagonizado. Rodeado por un público bullicioso y apreciativo, él mismo reacciona emocionalmente a la intensidad transmitida desde la pantalla en el momento en el que su personaje compite por salvar al personaje de Mae de un "destino peor que la muerte" a manos del villano de turno.
También digno de elogio el nivel de tragedia alcanzado en la parte final del film, que aquí no desvelaremos pero que sirve como contrapunto ideal para ensalzar lo absurdo de toda la situación anterior confeccionada.