Fireworks: Del romance a la fantasía
Película japonesa de animación co-dirigida por Akiyuki Shinbo, responsable de series animadas como Owarimonogatari o Nisekoi, junto con Nobuyuki Takeuchi, animador de filmes como El viaje de Chihiro (2001) o Ponyo en el acantilado (2008).
Animación |90 min. | Japón | 2017
Título: Fireworks.
Título original: Uchiage Hanabi, Shita kara miru ka? Yoko kara miru ka?.
Director: Nobuyuki Takeuchi, Akiyuki Shinbo.
Guión: Hitoshi Ône, Shunji Iwai.
Voces: Éric Caravaca
Estreno en España: 20/04/2018
Productora: Shaft.
Distribuidora: Selecta Vision.
Sinopsis
Es verano y el festival de fuegos artificiales se acerca. Nazuka Oikawa pronto se trasladará a otro instituto como consecuencia del nuevo matrimonio de su madre. La joven querrá huir del incierto destino que la espera y decide convencer a Norimichi Shimada para que se escape con ella. Sin embargo, su amigo por miedo a las represalias no acepta su propuesta.
Arrepentido de su decisión, Norimichi lanzará una misteriosa bola al mar que le hará regresar al día y momento en el que Nazuna le pide que se fugue con ella. ¿Cuáles serán las consecuencias de este mágico acontecimiento, en un día que se repite una y otra vez?
Crítica
Siempre suele ser refrescante acercarse a largometrajes de animación japonesa que distan tanto de lo que estamos acostumbrados a ver y hacer en Europa, y que se encuentran en las antípodas de la producción americana. La diferencia cultural propicia un entorno a veces extraño y extraordinario a partes iguales, pero donde radica la clave de su frescura es en la libertad que se les plantea, utilizando este formato, para explorar historias y tramas cercanas a la fantasía, en el más amplio sentido de la palabra.
La magia de su narración nos aportará posteriormente la respuesta, alterando la línea temporal de forma que se acaba perdiendo la perspectiva de avance que viene asociada a cualquier historia.
¿Los vemos desde un lado o desde abajo?
Aunque el título original contenía este corolario, quizás era poco comercial importarlo con semejante nombre. El caso es que esta obra, basada en una película para televisión de los años 90, construye una mecánica narrativa basada en las preguntas. Los engranajes del drama cinematográfico siempre han trabajado haciendo preguntas en cada escena que enlazaban con respuestas en las siguientes, y que a su vez llevaban a nuevas preguntas que hacían avanzar la trama. Aquí, de una manera quizás algo más burda, el personaje protagonista plantea en cada giro del relato una cuestión condicional: ¿Y si…
La magia de su narración nos aportará posteriormente la respuesta, alterando la línea temporal de forma que se acaba perdiendo la perspectiva de avance que viene asociada a cualquier historia.
¿Una narración atascada?
Podrá pensar el espectador que si nada de lo que está viendo tiene consecuencias reales sobre los personajes, todo esto es una especie de sinsentido caprichoso para construir una historia que pretende ser más compleja de lo que en realidad es. Sin embargo, la película no tiene ninguna intención fanfarrona, ni se presupone a sí misma más inteligente de lo que pueda ser. Desde un principio se configura como un romance adolescente, y todos sus esfuerzos son para contar una pequeña historia de amor entre dos jóvenes poco experimentados en estos asuntos.
Esto podría condenarla al limbo de los miles de narraciones de igual temática, que han intentado saltar por encima de la aparente simpleza de su contenido con diferentes métodos, desde la epopeya épica hasta la exageración del drama a límites insospechados. Aquí es donde Fireworks triunfa sobre el miedo al menosprecio de un público quizás algo más acartonado: sin pretender ser más de lo que en realidad es, trata de contar esta historia de la forma más cinematográfica posible, borrando la línea entre realidad y fantasía como sólo la pantalla plateada sabe hacer. De esta forma juega con la ficción, con lo que uno ve y escucha, y crea momentos bellos en un relato predecible y, aún así, fácil de disfrutar.
Por tanto, Fireworks no es una historia atascada, ni pretendidamente grandilocuente. Se basa en la exploración de los sentimientos de unos personajes sencillos, puede que algo tópicos, pero que facilitan así la identificación con un mayor número de personas.
No hay reflexión tras los fuegos artificiales.
La película peca, quizás, de girar en torno a esta cuestión de cómo son para cada persona los fuegos artificiales. Una metáfora sobre el punto de vista, el prisma con el que se ve el mundo. Sobre estos temas se pueden acabar erigiendo dudas existencialistas acerca de la verdad y la realidad, pero todo esto queda desinflado ante la falta de exploración de dicha temática una vez que el relato coge las vías de la relación romántica entre sus protagonistas. Por tanto, no hay reflexión filosófica ni discusión trascendental tras haber visto el material, y quizás tampoco sea necesaria. Se configura para ser disfrutado, sin mayores pretensiones que enturbiarían, quizás, su sencilla fórmula.