-
Freud (Miniserie de TV)
- Título original
- Freud
- Año
- 2020
- Duración
- 45 min.
- País
- Alemania
- Dirección
- Marvin Kren
- Guion
-
Stefan Brunner, Benjamin Hessler, Marvin Kren
- Música
-
Stefan Will
- Fotografía
-
Markus Nestroy
- Reparto
- Robert Finster, Ella Rumpf, Georg Friedrich, Christoph F. Krutzler, Brigitte Kren, Ales Bilík, Jiri Vales, Adam Vacula, Nadiv Molcho, Marisa Growaldt, Karel Hermánek Jr.
- Productora
-
Emitida por Netflix; Satel Film / Bavaria Fernsehproduktion / Netflix
- Género
- Serie de TV. Drama | Miniserie de TV. Biográfico. Siglo XIX
- Estreno en Netflix: 23 de marzo.
- Sinopsis
- Miniserie de TV. 8 episodios. Un joven Sigmund Freud resuelve desapariciones y asesinatos en la Viena de finales del siglo XIX, donde él y una médium se ven inmersos en una peligrosa conspiración.
- CRÍTICA DE CARLOS NOVOA CABELLO:
En estos días de encierro y de mutuo cuidado llama la atención encontrar una serie que tiene como protagonista a uno de los hombres más importantes de la psicología del siglo XX.
Freud (Austria, Alemania, República Checa, 2020), serie coproducida por Netflix y ORF (Radiodifusión Austriaca), ingresa a la pantalla de la televisión de pago como una especie de relato híbrido que oscila entre la ficción y la documentación biográfica, aunque con un claro y contundente predominio de lo primero.
Tras el éxito de la última versión televisiva de Sherlock Holmes (Sherlock, GB, 2010-2017), versión que adapta sus personajes e historias de cambio de siglo en la Inglaterra victoriana a los nuevos tiempos de la digitalización de la imagen y de la sociedad en su conjunto, cabía esperar una repetición de esta fórmula en Freud.
Sin embargo, la apuesta cinematográfica de esta última es diferente pues, mientras que en Sherlock se actualizan estética y narrativamente los personajes e historias de Conan Doyle, en Freud se opta, en cambio, por una escenificación de época.
La serie hace de una parte de la fama legendaria de la persona real uno de los expedientes narrativos y dramáticos más relevantes de la ficción. La naturaleza oscura y misteriosa que popularmente se le otorga a algunos postulados de los inicios del Psicoanálisis —plasmados en la teoría del «inconsciente dinámico reprimido», con sus pulsiones y complejos manifestados en sueños y actos fallidos (1)— provee de un marcado diseño a la cinematografía y de un determinado carácter a los personajes que se exhiben a través de los ocho capítulos de la serie.
En efecto, el hecho de que cada capítulo se titule siguiendo la nomenclatura psicoanalítica tradicional: Histeria, Pulsión, etc., prepara el camino de la percepción de los espectadores y los guía en el trabajo de procesar el profuso caudal de planos, escenas y secuencias, ateniéndose al manejo popular de algunos de estos conceptos de la práctica psicoanalítica.
El resultado de ello es una cinematografía que se nutre de la digitalización de la imagen en conjunto con un esmerado trabajo de ambientación, produciendo una fantasía expresionista, barroca y, en algunos momentos, recargada de elementos oníricos y terroríficos, cercanos al gore.
En efecto, Freud es un espectáculo de época con un bien dotado elenco de actores que se esfuerzan en el propósito de construir un universo acorde con las fantasías propuestas en el guión. Sesiones de espiritismo, de hipnosis, visitas al manicomio, a palacios y fiestas exclusivas, conforman los principales ambientes en lo que se mueven los personajes principales junto a un Freud que cumple el doble papel de psicólogo y detective.
El nudo dramático principal de la serie es, de hecho, una conspiración política en contra del emperador y rey austro-húngaro. Bajo este argumento se subsumen tramas que plasman visualmente toda la carga fantástica —y, en ciertos momentos, fantasiosa— de los creadores de la serie: semizombis poseídos por las fuerzas ocultas de una secta política, un médico atormentado por su incapacidad para demostrar la eficacia de sus tratamientos, un inspector traumatizado por los horrores de la guerra, una mujer poseída por fuerzas extrahumanas... entre otras.
Así, en medio de este panorama, vemos actuar la figura de un Freud detectivesco, al borde de la adicción cocainómana, con un ama de llaves que mantiene a raya sus delirios y le ayuda en sus intentos de ser aceptado entre sus pares médicos.
Pero lo que vemos, sobre todo, es un Freud inserto como una pieza más de esta historia de época. Una historia provista de planos y diálogos armonizados con el tono oscuro del relato y con la relativa complejidad de algunos personajes y que —coherente con el propósito de ser un producto para la televisión de pago— podemos clasificar en la esfera de la estética del cómic y de la novela gráfica.
Esferas, ambas, en las que la imagen —su trazo y composición— tiende a dominar el espectro de la atención espectatorial (2).
En este sentido, Freud es un buen espectáculo de entretenimiento que se sirve de algunos trazos de la leyenda biográfica para alimentar una ficción cinematográfica.
Una ficción que, en lugar de plantear desafíos a la cognición de nociones fundamentales del psicoanálisis originario con su consiguiente crítica a la cultura, nos entretiene al concentrar nuestra atención en el goce de la forma tejida sobre el fondo de un relato de psico-suspenso policial, y que, de paso, nos distrae en estos días de encierro y de mutuo cuidado. Revista Encadenados