Crítica firmada por Daniel Bernal
Tan sólo un año después de estrenarse la segunda temporada de Goliath, llega a Amazon Prime la esperada nueva entrega de la serie protagonizada por Billy Bob Thornton (ganador del Globo de Oro por la primera temporada), consolidando, no sólo el éxito y calidad de la serie en cuestión, sino también el nivel de competencia que mantiene e incrementa la plataforma con respecto a sus rivales en el mercado de vídeo bajo demanda.
En esta ocasión, los creadores de la serie David E. Kelley , impulsor de éxitos televisivos como Big little lies o Ally McBeal, y Jonathan Shapiro, que debutó en 2016 con la serie que nos ocupa, mantienen el estatus de productor ejecutivo y guionista, ofreciéndonos una temporada que conserva la calidad técnica de las anteriores.
Asimismo, los diálogos, sobre los que se sustenta la mayor parte de los capítulos, llegan a su cúspide cuando están en boca de los dos gigantes que ensalzan el conjunto: Thornton, el gran protagonista de Goliath, y Dennis Quaid, el antagonista que sirve como contraposición del personaje principal en esta nueva temporada. Entre ellos se establecen los mejores y más sustanciosos duelos dialécticos que nos deja una serie que tiene su mayor expresión artística, su más eficiente y estimulante faceta creativa en lo onírico, en lo surreal, en lo imaginario, cuando se acerca más al thriller conspiranoico que al western, cuando abraza lo intrínsecamente violento que tiene consigo la obra (cuyo máximo exponente pudimos ver en la segunda temporada) y se aleja del drama de abogados más convencional.
Es aquí donde Goliath se distancia de otras series judiciales como la propia Ally McBeal o Boston Legal (creación también de Kelley que cosechó buenas cuotas de audiencia en el periodo comprendido entre los años 2004 y 2008) y se acerca más a series como la mencionada Big little lies, que, como la obra que nos atañe, sabía mantener un equilibrio entre el drama y el misterio, suscitando el interés suficiente en el espectador para que este no tarde en ver el siguiente capítulo y espere con verdadero afán la resolución del caso que envuelve al abogado protagonista y a todo Valle Central, pueblo donde se sitúa la acción. Para ello, la serie cuenta con nuevos personajes tan ricos e interesantes como el ganadero multimillonario magistralmente encarnado por Quaid y la hermana de este personaje, interpretada de manera verídica y muy creíble por Amy Brenneman.
Y es que si hay algo en lo que se sustenta la serie es, precisamente, los personajes. Son ellos y no otros los que hacen avanzar los acontecimientos, los que sirven de pilar de la serie en general y esta temporada en particular gracias a unos diálogos afilados e inteligentes que mantienen el interés del espectador sin necesidad de mucho artificio pirotécnico, por encomiable que sea su apartado técnico. La base y motor son los protagonistas y lo que dicen a través de sus palabras y de sus gestos. Son, sobre todo, Billy Bob Thornton y Dennis Quaid los que llevan a Goliath a otra dimensión, pero, en honor a la verdad, hay que decir que son los personajes femeninos que les rodean los que contribuyen en mayor medida a la evolución de los personajes principales; son ellas las que salpimientan y agitan esta tercera temporada que, sin ser perfecta, dejará satisfecho al espectador asiduo y congregará delante del televisor a nuevos adeptos gracias a su estructura independiente y autoconclusiva.
En definitiva, para el que escribe estas líneas, estamos ante una serie que engrandece el subgénero del drama judicial y que aquí encuentra su cúspide en cuanto a duelos interpretativos y dialécticos se refiere.