La Casa Gucci: El clasicismo chic que seguimos necesitando
La Casa Gucci
Próximos estrenos España 26 de noviembre
Título original
- House of Gucci
- Año
- 2021
- Duración
- 150 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
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Roberto Bentivegna, Becky Johnson. Libro: Sara Gay Forden. Historia: Becky Johnston
- Música
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Harry Gregson-Williams
- Fotografía
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Dariusz Wolski
- Reparto
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Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek, Jack Huston, Alexia Murray, Vincent Riotta, Reeve Carney, Gaetano Bruno, Camille Cottin, Youssef Kerkour, ver 12 más
- Productora
- Coproducción Estados Unidos-Canadá;
Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Scott Free Productions, Bron Studios
- Género
- Drama | Basado en hechos reales. Crimen. Moda. Años 70. Años 80. Años 90
- Sinopsis
- Drama criminal en torno al asesinato en 1995 de Maurizio Gucci, nieto del fundador del imperio de la moda Gucci, que apareció asesinado por orden de su exmujer Patrizia Reggiani, conocida como la "viuda negra de Italia". Adaptación del libro de Sara Gay Forden, publicado en 2001, 'The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour, and Greed'.
- CRÍTICA
Entre las superproducciones de superhéroes, familiares, ciencia-ficción, fantástico a un lado, y la robusta cantera de cine independiente al otro, hay cada vez menos hueco para esas grandes películas de entretenimiento para el público adulto de los estudios, tan populares a finales del siglo XX e inicios del XXI, de modo que supone un motivo de alegría ya el mero hecho de que un veterano del cometido como Ridley Scott regrese de vez en cuando a este tipo de proyectos de corte clásico tan efectivos. El inglés, tras estrenar con menos fortuna de la que merecía hace un mes y medio El último duelo (2021), regresa al drama biográfico criminal en la estela de Todo el dinero del mundo (2017) o la magistral American gangster (2007) para adaptar esos 20 años de decadencia y auge de la firma Gucci liderados por Maurizio (Adam Driver) y su esposa Patrizia (Lady Gaga) en la sombra.
Scott no engaña ni se deja llevar por innovaciones y firma una epopeya de dos horas y media acerca del deseo y la avaricia en una familia de ineptos bon vivants con la transparencia de la antigua usanza, pero evitando un ritmo aletargado. Indudablemente grandilocuente, pero menos excesiva de lo que cabía esperar de su, ya de por sí, fastuoso material dramático de base y envoltorio cinematográfico, La casa Gucci es otra prueba de la versatilidad de un cineasta artesano de lo clásico, a medio camino entre su elegancia solvente y el punto camp que demanda la mastodóntica historia, este último algo comedido.
Con las estridencias generalmente controladas, Scott va a al grano en una narrativa directa sin resultar atropellada, logrando que la película se sostenga por si sola, a pesar de las múltiples ramificaciones que pueden pedir por derecho propio los distintos intríngulis de los Gucci y su empresa. Cierto es que, evidentemente, el tema es propicio a generar más contenido, pero el guion de la poco prolífica Becky Johnston y Roberto Bentivegna -basado en el libro homónimo de Sara Gay Forden- funciona a tiro limpio en sus intenciones claramente expositivas. No esperen tampoco una particular incidencia en el asesinato como el de la antología American crime story, sino más bien un relato de amor codicioso a través del tiempo de una mujer que siempre reclamó más a su hombre.
Lady Gaga encarna esta excéntrica y excesiva Lady Macbeth con un aplomo y dominio icónicos sin caer en la sobreactuación que el personaje podría propiciar, llena de poderío en este paso adelante como actriz. Acompañándola en esta sinfonía de americanos hablando en inglés con acento italiano –no en vano, hemos dicho que es entretenimiento clásico hollywoodiense y esto forma parte de su indiscutible ADN-, están un adecuadísimo Adam Driver aportando la nota equilibrada; dos leyendas como Al Pacino y Jeremy Irons en su habitual tónica con dos roles que ya han defendido contrastadamente de sobras a lo largo de sus carreras; un Jack Huston como ese escudero inquebrantable con ecos de Robert Duvall (ya saben a quién me refiero); o un inclasificable Jared Leto en la figura más patética del cuadro como el hermano Paolo Gucci, en una composición tan estrafalaria que es tarea difícil discernir si es una caricatura desorbitada o una afinadísima lección interpretativa. Lo que es innegable es que cuando Leto está en pantalla, es imposible dejar de observarlo y oírlo.
Siempre nos quedará la duda de lo que habría hecho alguien como Scorsese con semejante proyecto y lamentamos que Scott no se haya desmelenado tanto como el neoyorquino en el festival kitsch de El lobo de Wall Street (2013), pero no se puede reprocharle al octogenario director ninguna falta de pulso ni de buen oficio en la noble contienda de generar enjundiosas obras comerciales con vocación adulta sin tomar al espectador por idiota. Por este motivo, es necesario preservar estos bastiones hijos del nuevo Hollywood como sir Scott, quien ha entregado un divertido y vistoso vestido de tejidos tradicionales correctamente manufacturados que, sin ser alta costura, es una pieza altísimamente comprable y disfrutable. El culebrón sobre el ansia de poder que merecemos ahora mismo.