La matanza de Texas
Netflix (estrenos destacados) 18 de febrero
Título original
- Texas Chainsaw Massacre
- Año
- 2022
- Duración
- 82 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
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Chris Thomas Devlin. Historia: Fede Álvarez, Rodo Sayagues
- Música
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Colin Stetson
- Fotografía
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Ricardo Diaz
- Reparto
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Sarah Yarkin, Elsie Fisher, Jacob Latimore, Moe Dunford, Olwen Fouere, John West Jr., Alice Krige, Nell Hudson, Mark Burnham, William Hope, Jessica Allain, Sam Douglas, Jolyon Coy
- Productora
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Legendary Pictures, Bad Hombre, Exurbia Films. Productor: Fede Álvarez. Distribuidora: Netflix
- Género
- Terror | Gore. Slasher. Secuela
- Grupos
- La matanza de Texas
- Sinopsis
- Melody (Sarah Yarkin), su hermana adolescente Lila (Elsie Fisher) y sus amigos Dante (Jacob Latimore) y Ruth (Nell Hudson) viajan al remoto pueblo de Harlow (Texas) para montar un negocio muy idealista. Pero su sueño se convierte en una auténtica pesadilla cuando molestan sin querer a Leatherface, el desquiciado asesino en serie cuyo sangriento legado sigue acechando a los habitantes de la zona, entre ellos Sally Hardesty (Olwen Fouéré), la única superviviente de su masacre de 1973, decidida a vengarse a muerte.
- CRÍTICA DE IVÁN BIALY
Es difícil llevar la cuenta sobre cuántas masacres cinematográficas hubieron en Texas desde 1974, y más difícil aún entender cómo conectan (o mejor dicho, cómo ‘no conectan’). Aunque tampoco es que muchos de estos episodios le hicieran tantos honores al clásico de Tobe Hooper que lo inició todo (siendo la primera secuela del 86 del mismo Hooper, pero que a su vez ya parecía otra cosa distinta). Muchas veces imitado pero nunca igualado, el clásico The Texas Chainsaw Massacre fue el padre del slasher moderno; sería por aquellos gloriosos 70s que se nos presentaría a la familia Sawyer y a Leatherface, uno de los más célebres -y el original- de los Movie Maniacs; pero después vinieron las otras tantas…
Y ahora están de moda las recuelas, que son esas mezclas entre secuela y reinicio de franquicias que continúan desde los clásicos originales, descartando la continuidad de las antiguas secuelas; a su vez, creando líneas de tiempo alternativas respecto de lo ya conocido, y presentando generalmente nuevos repartos pero a la vez sirviéndose de los aportes y compañía de los personajes ‘legacy’, como un ritual de pasada de bandera para estos nuevos personajes, digamos. Si estas recuelas funcionan o no como para dar pie a futuras expansiones de dichas sagas, es algo incierto y en algunos casos no rindió frutos, por ejemplo con Terminator: Dark Fate; pero ocasionalmente el recurso rinde bien y se crea una nueva franquicia/continuidad, como pasó con la trilogía de Gordon Green de Halloween (2018, Kills, la inminente Ends), y posiblemente pase con la nueva Scream, que si bien no descarta sus otras secuelas, funciona a la vez como recuela y hasta patenta el término como parte de su lenguaje de género meta-discursivo.
Ahora el turno de volver a «recuelar» es el de La Masacre de Texas, que ya había intentado esto de volver a empezar a partir de la película original de 1974 varias veces con secuelas (y precuela) directas; incluso tuvo una remake 100%, que a su vez tuvo su propia precuela, etc, etc… Pero bueno, no es la idea hacer un árbol genealógico o mapa cronológico de todas las ‘Masacres’, porque nos llevaría demasiados caracteres; más vale decir que esta franquicia se viene reinventando a sí misma desde hace casi 50 años y esta nueva entrada -cortesía de Netflix- en la historia del loco de la motosierra es brutal, ágil como pocas, sangrienta y escatológica por demás (aunque parte del gore sea digital…), es más de eso mismo que uno quiere ver con cada entrada de estas sagas, solo que bien hecho (o mejor hecho que el promedio de su legado), y principalmente porque es una película que no se avergüenza de su género madre.
Fede Álvarez (ese de la remake de Evil Dead de 2013 y No respires), produce y apadrina el proyecto, delegando la dirección en un competente y ocasionalmente inspirado David Blue García, un talento a descubrir y un tipo cómodo con el universo a explorar. Entre lo más destacable de esta nueva Masacre… está la realización y el paso frenético que García ejecuta casi sin tropiezos y con mucha convicción. En materia visual, nada de filtros sepia ni fotografías monocromáticas como la que nos regaló Marcus Nispel y Michael Bay en la remake de 2003; acá todo se ve impecable, de colores vivos y texturas palpables, y hay en la película una búsqueda incesante de preciosismo visual, pero sin pretensiones banales y logrado en una enorme mayoría: destacan variedades y contrastes como el descampado al rayo del sol, una noche de lluvia con una excelente secuencia a la luz de neón, permanentes juegos de luces y sombras; hay tanta paleta en el apartado visual que quizás haga de esta secuela una de las más elaboradas y ricas en materia estética de toda la saga. Leatherface luce imponente, de una espantosa belleza toda la película, y ese es en gran medida un logro fotográfico.
Sobre el amigo Cara de cuero, los deberes están bien hechos; luce amenazante, casi sobrehumano, implacable e inclemente (comparable al Michael Myers de Halloween Kills, solo que menos delicado). Claro, le arrebataron a su único y último afecto, le intentaron usurpar la casa, y el gordo está furioso como nunca y con justa razón. Y se lo disfruta a pleno en su cruzada carnicera, aunque por momentos sea demasiada su destreza e impresión de invulnerabilidad. Pero uno está para ver a Leatherface hacer de las suyas, y el tipo de las suyas hará. Las muertes son creativas, viscerales, con buena cadencia a lo largo de los 80 apretados minutos de metraje, y en este aspecto se nota el aporte creativo de Álvarez, quien domina ese idioma, sabe lo que avala y no se conformaría con menos intensidad y acción que la otorgada.
En tanto historia y personajes, se tiene lo justo y necesario para justificar el retorno a Texas. Hay un grupo de influencers con plata en un intento de gentrificación en un pueblito de mala muerte, casi fantasma, hacia el que planean atraer inversores para revitalizarlo y convertirlo en un lugar ‘chic’ (dos de ellos son Chefs con ambiciones de abrir allí su propio restaurante). También en este grupo se encuentra una joven, la hermana de la chef del dúo, quien arrastra el trauma de haber sobrevivido a un tiroteo en su escuela (lo que abre a cierto comentario de refilón y sutil hacia la violencia armamentística y los sabidos karmas culturales de la América del Norte); y por último, está de regreso la única sobreviviente de la masacre original del 74 (aunque con actriz de reemplazo), con una vendetta hacia LF similar a la de Laurie Strode con Myers en las nuevas Halloween (¿copia, inspiración?, seguramente un poco de ambas…). El resto, lo ya dicho: esta gente cayó en el pueblo de Leatherface para joder la paz de uno de los peores asesinos seriales de la historia del cine, y los detalles finos –y jugosos- no están para arruinarlos en esta nota.
Lo interesante a destacar sobre la génesis de la historia, es que no hay un foco puesto en las agendas sociales mencionadas como sí pasaba, por ejemplo, en las dos Halloween de David Gordon Green o en la Candyman de Nía DaCosta y Jordan Peele (toda la perorata del trauma generacional, la gentrificación y el clasismo, que a mi criterio arruinaron ambos exponentes de lo que solían ser buenas franquicias de género), sino que la película las usa a modo de disparadores de conflicto pero en última instancia el film de David Blue García se apoya en el género para demolerlas, como si las satirizara, o al menos trivializara con diversión. Digamos que si los millennials hípsters que invaden el pueblo son la representación de la modernidad en el cine de género (en tanto tendencias culturales, ideología y lenguaje), Leatherface es el terror clásico poniendo el género en su lugar. Hay un momento ‘woke’ bastante gracioso donde un personaje graba a Leatherface con su celular mientras le dice que si hace algo -malo- va a terminar ‘cancelado’ (en el vernáculo cultural), y acto seguido dicho sujeto come motosierra de lo lindo (y los espectadores, contentos).
Y lo mismo puede decirse sobre el uso de las armas y la violencia, o sobre el derrotero de estos urbanizadores invadiendo un pueblo de costumbres arcaicas (léase género clásico), que los rechazará desde el fotograma uno. Álvarez y García hacen cine de terror, celebran su clasicismo a través del cuestionamiento de esos «ojos modernos» que no tienen cabida en la mecánica del género puro. No intentan transformarlo en discursos tendenciosos ni aggiornarse a las modas actuales; no aleccionan ni lo pretenden..; sencillamente entretienen con un slasher sólido que le responde a algunos contemporáneos (Green, Peele y tantos otros predicadores de «género elevado») que piensan que la única forma de hacer terror en la “modernidad” es a través del subtexto, la alegoría y un compromiso social figurado. La reciente Scream 2022 hizo algo parecido y con grandes resultados también.
Servicial, efectiva y honesta en intenciones, al menos La Masacre de Texas 2022 nos recuerda que el terror, cuando se quiere, todavía puede ser terror. Gracias por eso. CInefreaks