CRÍTICA DE CINE

María (y los demás): Un asunto de familia

María (y los demás) nos presenta a una inmensa Bárbara Lennie, una actriz que desprende una personalidad apabullante y que aquí carga con casi todo el peso de la acción.

Comedia | 90 min. | España 2016 

Título: María y los demás.
Título original: María y los demás.
Director: Nely Reguera.
Guión: Nely Reguera.
Actores: Bárbara Lennie, Pablo Derqui, Vito Sanz, Julián Villagrán. 

Estreno en España: 07/12/2016 
Productora: Frida Films / Avalon PC

Distribuidora: Avalon. 

 

 

Sinopsis

Desde que murió su madre cuando ella tenía 15 años, María ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia, y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando su padre se enamora repentinamente de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Con 35 años y sin novio a la vista, deberá atreverse a cambiar su destino.

Crítica

Siempre hay que celebrar como una muy buena noticia cualquier estreno español que llegue a las pantallas que haya sido dirigido por una mujer. En otra sociedad más justa debería de ser algo de perogrullo, pero por desgracia hoy en día son muy pocas las aportaciones femeninas en nuestra cinematografía, seguramente debido a  que sigue siendo una industria monopolitzada por los hombres. Sólo hay que echarle un vistazo las tres películas que este año suenan fuertes para arrasar con todos los premios nacionales de cine (Tarde para la ira; El hombre de las mil caras y Que Dios nos perdone) para darnos cuenta de que están dirigidas por hombres y que el elenco femenino que actúa en ellas se puede considerar casi anecdótico.

María (y los demàs) nos presenta a una inmensa Bárbara Lennie, una actriz que desprende una personalidad apabullante y que aquí carga con casi todo el peso de la acción. Pocas veces un titulo fue tan certero y atinado. En la película por un lado están María-Bárbara y por el otro el resto del reparto, que no le llega ni a la suela del zapato. Nos queda la duda de saber si los cuatro guionistas que firman el libreto se centraron única y exclusivamente en dotar de personalidad a la heroína central de la función o sí la misma amalgama de escribientes produjo una dispersión a la hora de definir los secundarios, pero es que el conjunto se resiente en la falta de réplicas adecuadas, y crece con desmesura cuando María nos regala un par de monólogos antológicos.

En el que es el debut detrás de las cámaras de Nely Reguera (exceptuando sus dos cortos rodados con antelación, Pablo y Ausencias), se nota mucho que trabajó como asistente de dirección para  otras cineastas como Mar Coll (en Tres días con la família) y Elena Trapé (Blog), sobre todo a la hora de radiografiar con escarpelo de entomólogo las miserias y sinsabores de las relaciones familiares, esas que desde fueran parecen un remanso de paz pero que en cuanto se rasca un poco explotan como un fortín. María vive de manera plácida en un mundo donde controla hasta el más mínimo detalle, pero debido a una serie de catastróficas desdichas se vera desubicada en un santiamén y deberá de empezar a buscarse la vida fuera de la calidez de su hogar. 

¿Estamos ante una comedia? ¿Ante un drama?. Esa es la pregunta del millón con la que la directora intenta jugar al despiste con el espectador. Y la cosa le sale bastante bien. En algunos momentos parece que la trama va a tirar por derroteros costumbristas pero enseguida se intercalan momentos melodramáticos e incluso algún apunte dramático (aunque la sangre no llega al río). En ese aspecto nada como esa escena tirando para el final en a que María ríe y llora al mismo tiempo para resumir el “modus operandi” de la narración.  

El regusto con el que al final sales del cine es el de extrañeza e indefinición. La protagonista destila (de manera premeditada, eso sí) muy poca empatía, pero sin embargo nos podemos reconocer en muchos de sus comportamientos.  Quizás el problema radique en que no nos acabemos de creer que una mujer tan joven y guapa tanga un problema morrocotudo a la hora de encontrar  el equilibrio emocional , y que tanga tan mala fortuna con los hombres que elige.

Como ejercicio de mimetización de fórmulas propias del cine francés (esas comidas familiares donde el lanzamiento de cuchillos se convierte en la práctica preferida por los comensales) se acerca bastante a preceptos vistos en films como Las horas del verano de Olivier Assayas o Un cuento de navidad de Arnaud Desplechin. Pero no digamos que los realizadores españoles prefieren beber del cine francés que del cine patrio no vaya a ser que nos pase como a Trueba y nos monten una campaña difamatoria que intente acabar con nuestras reseñas.