Las Niñas: Ven ven, ven, comienza a respirar...
Las niñas
- Las niñas
- Año
- 2020
- Duración
- 100 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
-
Pilar Palomero
- Música
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Juan Carlos Naya
- Fotografía
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Daniela Cajías
- Reparto
- Productora
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Inicia Films, BTeam Pictures, Televisión Española (TVE), Movistar+, Aragón TV
- Género
- Drama | Infancia. Adolescencia. Años 90. Colegios & Universidad
- Sinopsis
- Año 1992. Celia, una niña de 11 años, vive con su madre y estudia en un colegio de monjas en Zaragoza. Brisa, una nueva compañera recién llegada de Barcelona, la empuja hacia una nueva etapa en su vida: la adolescencia. En este viaje, en la España de la Expo y de las Olimpiadas del 92, Celia descubre que la vida está hecha de muchas verdades y algunas mentiras.
- Distribuidora: BTeam Pictures.
- CRÍTICA
No nos extraña la cantidad de parabienes en forma de premios y buenas críticas recibidos en su puesta de largo durante el recién finiquitado Festival de Cine de Málaga. Las Niñas es un milagro filmado que crece a medida que se va disfrutando en pantalla grande y se convierte en gigante en cuanto sales del cine y te pones a valorar en su justa medida su trascendencia. Hace tiempo que no se regalaba a ojos ajenos una obra tan matizada y reposada. Un ejercicio de estilo honesto cuyo resultado final vislumbra la sencillez como punta de un iceberg en el que se notan las horas y horas de ardua tarea por parte de sus hacedores para alcanzar la cuadratura del círculo. ¿Cómo demonios ha conseguido Pilar Palomero dirigir tan bien a las portagonistas? ¿Cómo ha logrado cincelar un guion férreo y sin fisura que no admite acotación alguna y que llega a tropellarnos el alma?. Le llaman la magia del cine, y esta mujer demuestra en su debut en el terreno del largometraje ser una alumna aventajada de El gran Houdini.
La naturalidad y desenvoltura que exhiben todas y cada una de las niñas frente a la cámara es brutal, y el formato rectangular y los ocnstantes primeros planos ayudan y de qué manera a la inmersión. Una cámara que lejos de resultar intrusiva se convierte en una aliada y acompañante más de juegos iniciáticos y secretos confesados al oído. La compenetración total entre las chicas enriquece cada escena mientras el espíritu evocador de la época vivida se va incrustando en el imaginario del espectador a pequeñas dosis, entre la sonrisa cómplice por el recuerdo compartido y la amargura de aquellas pisadas machadianas que son pura pesadumbre de relectura. La capacidad de reinventarse en cada encuadre y en todas las coreografías esenciales dota al conjunto de una riqueza visual en la que la fotografía cobra un protagonismo mayúsculo. Momentos tan íntimos como el asalto al dormitorio parental o ese juego diabólico en el que vuelan las pullas sin temor a herir sentimientos son un ejemplo de composición que debería enseñarse en todas las escuelas de cine.
Y que decir de las escenas corales en las que el grupo de colegialas deben lidiar con sus profesoras opresoras o con los imberbes que empiezan a interesarse por ellas. Las miradas cómplices y los silencios compartidos se revelan un arma cargada de futuro para aquéllas que tan solo acaban de iniciar su vuelo de niñas a mujeres. Las más experimentadas enseñan mucho más que las religiosas trasnochadas que cierran filas cerrando sus ojos ante los culebrones sesteantes y la nueva realidad que se avecina. Flirtean con el tabaco, el alcohol y cuantos vicios menores se les aparezcan. Y las más pequeñas abrazan la insurrección como agua de mayo y baluarte de los nuevos tiempos, aunque aquí sean más devotas de Héroes del silencio que de Dios o de El Último de la fila.
Y por si fuera poco el torrente de cine que se nos viene encima Las Niñas tiene la capacidad de reinventarse a mitad de película. Cuando lo colectivo y lo más dicharachero se minimiza el ritmo se ralentiza a conciencia, algo fuera de lo común en un cine como el nuestro en el que las prisas suelen ser muy malas consejeras. La calma cobra sentido cuanto más privado es lo que se nos cuenta. Ahí se nos exige atención máxima si queremos obtener el premio de la reflexión postrera. La espoleta en forma de travesura castigada da pie al crecimiento personal, a la mirada escrutadora (sí, no hay duda de que Andrea Fandos ha sido poseída por el Espíritu de la colmena) de quien busca respuestas ante el hieratismo de quien esconde más de un secreto. La comprensión hallará hueco en una visita aclaratoria a otra casa de Bernarda Alba. Ha llegado la hora de empezar a marcar territorio y buscar la propia voz, aquella que no entienda de paradojas y preguntas celestiales de difícil explicación.
Todo lo que podamos decir a favor del visionado de Las Niñas se nos va a quedar corto. Esperamos que la temporada de premios haga justicia al trabajo bien hecho, al sentimiento puro mutado en memoria de celuloide catódico. Ha llegado la hora de apoyar al buen cine, ese que entretiene y además alimenta la inteligencia. Por desgracia, en nuestra famélica cinematografía hace mucho tiempo que se valoriza más lo primero que lo segundo. Pero muchos esperaremos junto a la estación igual que un niño a que nuestro cine vuelva a tener voz y se atreva a mostrarnos todas esas cosas que quedaron por decir...