Drama | 96 min. | España 2017
Título: No sé decir adiós.
Título original: No sé decir adiós.
Director: Lino Escalera.
Guión: Lino Escalera, Pablo Remón.
Intérpretes: Nathalie Poza, Juan Diego, Lola Dueñas, Pau Durà.
Estreno en España: 19/05/2017
Productora: Lolita Films / White Leaf Producciones
Distribuidora: Super 8 Media.
Sinopsis
Carla (Nathalie Poza) recibe una llamada inesperada de su hermana Blanca (Lola Dueñas). Su padre, José Luis (Juan Diego), con el que hace tiempo que no se habla y con quien mantiene una complicada relación, tiene una enfermedad terminal. Ese mismo día, toma un vuelo a Almería y viaja hasta su pequeño pueblo para encontrarse con él, a la casa de su infancia, en la que vive su hermana con su familia. Aunque los médicos le dan pocos meses de vida, Carla se niega a aceptarlo y, contra la opinión de todos, decide llevarlo a Barcelona para que sea tratado allí. Juntos emprenderán un viaje contrarreloj en el que intentarán escapar de una realidad que ninguno se atreve a afrontar y aprovechar para recuperar todo el tiempo perdido.
Crítica
Cuando arranca cada edición del Festival de cine de Málaga los amantes del cine español estamos expectantes por saber que tesoros hay escondidos en su programación oficial. Pues este año la película que aunó elogios instantáneos tanto del público como de la crítica especializada una vez proyectada fue No sé decir adiós (la otra fue Estiu 1993, de Carla Simón, pero ya venía avalada por sus éxitos conseguidos en el Festival de Cine de Berlín). El film cosechó en total cuatro premios, incluyendo el de mejor actriz para Nathalie Poza y el Premio especial del Jurado.
Juan Diego, Lola Dueñas y Nathalie Poza están en estado de gracia.
Este drama intimista dirigido y guionizado (a cuatro manos junto a Pablo Remón) por Lino Escalera, un realizador curtido en el terreno del cortometraje (Desayunar, comer, cenar dormir; Elena quiere) y en el de las series de televisión (Cambio de clase, Cosas de la vida) hace aquí su debut en el largometraje, basando casi toda su estructura en el continuo juego interpretativo de su triángulo protagonista, unos Juan Diego, Lola Dueñas y la ya citada Nathalie Poza en estado de gracia. Ellas dan vida a dos hermanas de caracteres bastante opuestos a cuyo padre le diagnostican una enfermedad en fase terminal. Cada una de las mujeres se tomará la tremenda noticia de forma distinta: mientras una hará lo indecible por aferrarse a lo imposible de perder a su progenitor y lo llevará de médico en médico intentando remediar lo irremediable la otra optará por asumir el hecho de la manera más natural posible.
La película gana enteros cuanto más intimista se muestra. Las conversaciones entre unos y otros no tienen desperdicio, trufadas de diálogos ingeniosos y en ocasiones punzantes revestidos de una capa de ternura y desazón que acaban por conmover al espectador menos sensible. Hablar de la muerte nunca es sencillo y aquí se le mira cara a cara, sin imposiciones ni rodeos. El hecho de estar viviendo los últimos momentos de un familiar permite echar la vista atrás y recordar cómo fue todo lo bueno y lo malo.
¿Pero qué ocurre cuando ponemos una venda en nuestros ojos y no queremos darnos cuenta de la realidad?. Pues que de la tozudez a la agonía existe tan solo un paso. Uno de los méritos más loables del film es precisamente llevar esto hasta sus últimas consecuencias. La última secuencia que tiene lugar en la habitación del hospital es ejemplar. La desesperación nos lleva a agarrarnos a un clavo ardiendo, aunque la ilógica se vista de absurdo y acabemos haciendo el mayor de los ridículos sin llegar a importarnos en absoluto.
Si hay que poner un pero a esta muy recomendable producción sería el de la poca enjundia que tienen en el desarrollo argumental las subtramas que se van intercalando a lo largo del relato. Los actores secundarios que pululan por la pantalla no tienen ocasión de lucirse en sus hieráticas escenas que actúan como mero respiradero de la historia principal. De todas formas la actuación de intérpretes de solvencia contrastada en la escena catalana como Pau Durà, Miki Esparbé, Noa Fontanals o Marc Martínez está fuera de toda duda, aunque sus personajes funcionen como meros arquetipos que no evolucionan en ningún instante.
Otra cosa es el recital aplaudible con el que nos deleitan los tres protagonistas, en los que recae la responsabilidad de ponerle carne y carácter a unos personajes dibujados por el tándem Escalera-Remón con una precisión milimétrica, roles que se describen desde la primera secuencia en que aparecen: con sus gestos, sus miradas, sus palabras y, sobre todo, sus silencios. Lo que se callan, ocultan y esquivan resulta tan elocuente como las palabras, no siempre las más adecuadas para cada situación (la torpeza humana tiene estos caprichos), que salen de sus bocas.