El Pastor: Lobos con piel de cordero
La rutina austera de un pastor en las llanuras de Castilla supone un vestigio de una ruralidad en vías de extinción, fundamentada únicamente en el contacto con la naturaleza, los animales y la mera subsistencia vital. Lógicamente, es absolutamente comprensible que la gente del campo se acoja a los avances tecnológicos para soportar algunas de las inclemencias propias de lo inhóspito de su lugar de residencia.
Drama | 98 min. | España 2016
Título: El Pastor.
Título original: El Pastor.
Director: Jonathan Cenzual Burley.
Guión: Jonathan Cenzual Burley.
Intérpretes: Miguel Martin
Estreno en España: 07/07/2017
Productora: Matchbox Films.
Distribuidora: Matchbox Films.
Sinopsis
Anselmo es un pastor de mediana edad que vive de forma modesta junto con su perro Pillo y sus ovejas en una casa de un pueblo situado en el interior de España. Una constructora trata de comprar su terreno para construir un centro comercial y una urbanización, pero Anselmo se niega rotundamente. Sin embargo, las ansias de dinero de sus vecinos confrontarán con los ideales del pastor y propiciarán un inevitable y violento conflicto entre ellos.
Crítica
La rutina austera de un pastor en las llanuras de Castilla supone un vestigio de una ruralidad en vías de extinción, fundamentada únicamente en el contacto con la naturaleza, los animales y la mera subsistencia vital. Lógicamente, es absolutamente comprensible que la gente del campo se acoja a los avances tecnológicos para soportar algunas de las inclemencias propias de lo inhóspito de su lugar de residencia.
En el film se pone a prueba la ética y el respeto del hombre cuando hay codicia, pero también necesidad.
El pastor que nos ocupa, con su estilo de vida sin lujo alguno (eso incluye prescindir de electrodomésticos o incluso de agua corriente), es uno de los ejemplos más radicales que puede haber en la España de pueblos actual, pero también es un símbolo de aquella ruralidad que se desvanece, fruto de los éxodos a las grandes urbes, de las explotaciones intensivas tecnificadas y de la conversión de las villas en centros recreativos al gusto de los hombres y mujeres cosmopolitas, para honra de un capitalismo más salvaje que el lugar donde se edifican sus fuentes de oro.
En este ambiente se desarrolla la acción de El pastor, la cual pone a prueba la ética y el respeto del hombre cuando hay codicia, pero también necesidad.
Con el pretexto de la venda vecinal de unos terrenos para que se construya una urbanización y ante la negativa del pastor en cuestión, se somete al protagonista a una presión y persuasión constantes, hecho que hace aflorar las tácticas más ruines del hombre para conseguir sus fines. Claramente inspirada en esos retratos rurales del cine español tardo-franquista y de la Transición, es innegable ver el faro del Carlos Saura de La caza (1966) o de El séptimo día (2004).
Y se dice un faro porque hay ráfagas de su genio puntualmente, como puede ser en ciertos momentos donde el clima atrapa y transpira esa vida rural claroscura. Esa luz se apaga en el irregular desarrollo dramático –de ritmo oscilante que desemboca en un desenlace abrupto contrario a la cocción medio-lenta a la que se acostumbra el espectador- y, destacadamente, en los diálogos obvios y con cierto aroma telenovelesco.
No obstante, aunque algunos personajes secundarios resultan estereotipos de los tiburones sin escrúpulos, es de agradecer que al menos haya un cierta complejidad personal en los caracteres de los tres vecinos centrales, algunos, eso sí, sujetos a un arco dramático predecible.
El pastor lidia con el problema de tratar un tema algo manido en forma de déjà vu y con pocos alicientes, pero su voluntad de denuncia y su corrección cinematográfica perdonan a Jonathan Cenzual Burley esos aspectos que, esperemos (y predecimos) pueda limar de cara al futuro, a ser posible con mayores dosis de inventiva. Donde sí que hay inspiración es en el descubrimiento de Miguel Martín, encarnando al taciturno pastor con una serenidad y naturalidad de la que se debería haber contagiado el conjunto. Él es la pureza, como la vida de su protagonista, el resto es un accesorio nada extraordinario.