Drama| 99 min. |Grecia-Polonia| 2018
Título: Pity.
Título original: Pity.
Director: Babis Makridis.
Guión: Efthymis Filippou, Babis Makridis.
Intérpretes: Giannis Drakopoulos, Evi Saoulidou, Evdoxia Androulidaki, Efthymis Papadimitriou.
Estreno en España: 26/04/2019
Productora: Beben Films / Faliro House / Madants / Neda Film
Distribuidora: Filmin
Sinopsis
Un hombre se encuentra en el momento más difícil de su vida: su mujer está sumida en un coma desde hace varios meses. Las perspectivas no son las mejores y el protagonista ya piensa en lo peor. De forma inesperada, la situación cambia del todo. La paciente consigue despertarse y, para sorpresa del protagonista, este cambio no le hace especialmente feliz. Este descubre que el único motivo de su felicidad era la compasión por parte de sus allegados y conocidos, una compasión que está a punto de desaparecer.
Crítica firmada por Jorge García
El escritor Efthymis Filippou se hace presente, lo vuelve a hacer. Anteriormente lo habíamos visto coescribiendo Langosta o Canino junto a Yorgos Lanthimos (La favorita). Y obviamente el estilo perdura. Si ya has sido educado en este cine, sabrás disfrutar de cada plano. Si es tu primera vez, te acabe gustando o no, qué maravilloso poder descubrir sus intenciones con una película así.
Pity se describe como una comedia negra, pero la película genera situaciones tan incómodas para el espectador, que lo primero que se hace macabro es denominarla como comedia. Lo de sonreír o reírse te lo dejan para ti, porque si en algo se caracterizan las interpretaciones es por su seriedad. ¿Qué clase de persona serías al reírte de un perturbado adicto al sufrimiento que tiene a su mujer entre la vida y la muerte? Pity quiere convertirte en esa persona.
El autor propone una sucesión de escenas en las que el protagonista se recrea en su dolor e incluso se alimenta del sufrimiento de los demás de las formas más dementes posibles.
Ese perturbado es un abogado (Yannis Drakopoulos), que, ante el estado de coma de su mujer, se prepara para lo peor. En ese proceso, descubre placer en el estado de compasión y pena que produce en la gente de su alrededor. Así, cuando su mujer despierta inesperadamente del coma, este abogado entrará en una tremenda crisis al sentir que ya no genera esos sentimientos en todas esas personas que le prestaban tanta atención durante su sufrimiento.
Partiendo de esa base, el autor propone una sucesión de escenas en las que el protagonista se recrea en su dolor e incluso se alimenta del sufrimiento de los demás de las formas más dementes posibles. “El niño lloraba muy bien”, reflexiona el protagonista sobre una película y lo difícil que es fingir el llanto. La subtrama con los clientes de su despacho que han pasado por el trágico asesinato de su padre, está muy bien planteada para que no sea gratuita.
Los besos a su mujer en coma, cruzarle los brazos como si fuera un cadáver, los pellizcos en las manos, ir a pedirle un pastel de naranja a su vecina, el protector solar… Todas estas escenas son de lo más maravillosamente tétricas e incómodas. Pero si hay que resaltar alguna, esa es la interpretación a capela de la canción que el protagonista prepara para el funeral de su mujer, ante la atenta mirada de su hijo. Magnífico.
El sonido juega un papel muy importante en toda la película. El sonido directo está muy bien tratado, componiendo las escenas desde fuera y dentro de campo, a través de reflejos y ventanas, o simplemente anticipándose a la acción en pantalla. Pero otro de los grandes usos del sonido está en su banda sonora. Los momentos de pena y compasión que generan ese placer en el protagonista, van acompañados de una apoteósica música clásica. La siempre efectiva Lacrimosa del Requiem de Mozart marca el punto de inflexión del film, compenetrándose con una realización tan elegante como la música.
La realización destaca por su composición. Cada plano es pura poesía visual: puntos de fuga, tercios, líneas de movimiento… La imagen no buscar estar equilibrada, pero está perfectamente planteada. Con un predominio de los tonos pasteles, la fotografía y el arte se complementan para seguir a la perfección paletas de color muy trabajadas y conseguir que el protagonista cargue el peso de visual de la composición.
Todos estos planteamientos de guion, dirección y foto, no tendrían sentido sin un actor que supiera ejecutar este papel a la perfección, que supiera llevar su personaje de lo absurdo a la sociopatía. Yannis Drakopoulos es ese actor, y borda su papel. La relación con su esposa es poco o nada creíble, pero ¿a quién le interesa eso en esta historia?
Pity es una comedia muy oscura a plena luz del día. La oscuridad está en la mente del personaje, atormentándole, pero liberándole a la vez. Un sello de autor heredero de la denominación de origen griega, que se aleja de lo comercial y convencionalismos que inundan hoy nuestras salas de cine. A su autor: gracias por el último plano.