Drama | 111 min. | USA 2017
Título: The Florida Project.
Título original: The Florida Project.
Director: Sean Baker.
Guión: Sean Baker, Chris Bergoch.
Actores: Willem Dafoe, Brooklynn Prince, Valeria Cotto, Bria Vinaite.
Estreno en España: 09/02/2018
Productora: Cre Film / Freestyle Picture Company / June Pictures.
Distribuidora: Diamond Films España.
Sinopsis
Moonee (Brooklynn Prince) es una niña que sueña con ir a Disney World. Claro que lo más cerca que ha estado del emblemático país de los sueños es en un motel de las afueras de Orlando (Florida), llamado Magic Castle Motel. Allí vive con su joven madre Halley (Bria Vinaite), una mujer soltera y a la deriva que se busca la vida siempre al borde de la legalidad. Moonee se pasa el día jugando con su amiga Jancey (Valeria Cotto) en este escenario donde el alcohol, las drogas y la prostitución son el telón de fondo. Lo más parecido que Moonee tiene a un padre es Bobby (Willem Dafoe), el gerente del motel, un hombre cauto y diligente que es un auténtico ángel guardián. Sin duda este promete ser un verano inolvidable para Moonee.
Crítica
Ya desde su ópera prima Tangerine (2015), esa odisea urbana de travestis y triángulo amoroso por las calles sucias y sin ley que el director Sean Baker se encargaba de retratar cámara en mano y sin pensar en una puesta en escena, aspecto que lo acercaba al documental con el registro crudo de los personajes en situaciones mundanas, The Florida Project avanza por los mismos carriles de la realidad en estado puro y crítico. Esta vez la reina de la fiesta es la infancia, los coletazos que los niños reciben como daño colateral de la irresponsabilidad de algunos adultos envueltos en una realidad social y económica que los condena a la situación de parias dentro del sistema capitalista imperante en Estados Unidos.
No es antojadizo que el escenario de este nuevo opus lo constituya un hotel de mediocre calidad que alberga a los turistas que van a pasar algunos días en Disney.
No es antojadizo que el escenario de este nuevo opus lo constituya un hotel de mediocre calidad que alberga a los turistas que van a pasar algunos días en Disney, pero cuya masa de inquilinos obedece a otro tipo de condición: aquellos pobres, latinos incluidos, que oscilan entre alquileres accesibles o quedar a la intemperie mientras todo pasa a la luz de los ojos de todos y nadie hace absolutamente nada.
El día a día de Moonee (Brooklynn Prince), su vecino Scooty (Christopher Rivera), y la compañía ocasional de otra vecina Jancey (Valeria Cotto) atraviesa diferentes estadios, todos ellos cercanos a las típicas andanzas de cualquier niño híper activo y sin adultos controladores. Así, los alrededores de ese conjunto de viviendas forman parte de las corridas y las diabluras que ponen en alerta al encargado del lugar en la piel de Willem Dafoe, quien procura un trato cordial y diplomático con cada inquilino cuando Moonee, la líder del grupo, saca a relucir todo su ímpetu de seis años a cuestas y su actitud rebelde ante cualquier adulto que busque poner un límite a sus demandas.
También Moonee cumple el mandato materno de pedir comida a Ashley (Mela Murder), una vecina que trabaja en un bar y le hace las viandas con exigencias de menú, mientras que la caridad de otros parroquianos completan sus necesidades básicas en algo que para ella forma parte de un mismo juego.
Errantes y a la deriva, son los niños los protagonistas que se desenvuelven ante la cámara con una naturalidad apabullante, también conscientes del juego escénico propuesto por Sean Baker, para quien la prolijidad del encuadre es un menester para otro tipo de película cuando lo que importa es el instante de verdad que capta en situaciones de alta tensión, donde se transparentan también los contrastes entre los lugares y la gente que los circunda.
Signo de nuestros tiempos y consecuencia de una manifiesta indiferencia con las causas más acuciantes de la pobreza estructural, la falta de horizonte es uno de los rasgos mayúsculos que describen sin maniqueísmos ni estereotipos las relaciones humanas, en la que contar dólares o billetes conseguidos a fuerza de trabajo o simplemente por tomar caminos facilistas parece la única manera de contemplar al otro, tanto por lo que tiene como por lo que no tiene.
Esa adversidad y la falta de ideas para resolverla representan el círculo vicioso de la desidia y la negligencia de aquellos adultos que alimentan resentimiento de clase, aunque también lo enseñen a sus hijos.
Sin entrar en un juicio de valores hacia las conductas de cada personaje de este universo, en el que la única víctima es el eslabón más débil de la cadena, léase la infancia sin modelos, no puede evadirse una mirada crítica ante las actitudes resignadas y facilistas que viven a expensas de las migajas del sueño trunco, que muchas veces otros siguen buscando como esos niños que con la mezcla de ingenuidad, amoralidad y energía recrean en cada juego, en cada peligro, algo que no sale en las selfies que toman sus madres.