Raging Fire: Con la verdad por delante

Raging-Fire-Donnie-Yen

Raging Fire

Movistar + 17 de abril

Título original

Nou foaka 
Año
Duración
126 min.
País
 Hong Kong
Dirección

Benny Chan

Guion

Benny Chan

Música

Nicolas Errèra

Fotografía

Edmond Fung

Reparto

Donnie YenNicholas TseJeana HoRay LuiPatrick TamBen LamDeep NgYu KangCheung Kwok-Keung

Productora
Coproducción Hong Kong-China; 

Emperor Film Production, Super Bullet Pictures, Tencent Pictures. Distribuidora: Well Go USA Entertainment, Emperor Film Production

Género
Acción | Crimen
Sinopsis
Shan es un policía honrado que es admirado por todo el cuerpo por haber resuelto muchos casos. Un día, su pasado regresa para atormentarle; en plena operación es atacado por un misterioso grupo de criminales liderado por Ngo, que fue su discípulo. 
 
CRÍTICA

Para lo bueno y para lo malo, Benny Chan no engañaba a nadie. Y por desgracia utilizamos el verbo en pasado porque falleció en agosto de 2020. Sus películas son tan complejas como el mecanismo de un botijo, aunque la ración doble de adrenalina está más que asegurada. Con acusadas influencias (por no llamarlo cine fotocopiado) de los thrillers noventeros de John Woo y del Heat de Michael Mann, el realizador hongkonés nos regala un verdadero Festival de acción a raudales con insertos de guion perpetrado a seis manos por él mismo y un par de colegas de profesión, el incipiente Ryan Wai-Chun Ling y el más veterano Yaoliang Tang.

Lo increïble del tema es que la fórmula le sigue funcionando desde hace décadas. Un par de estrellones asiáticos enfrentados en el eterno duelo entre el bien y el mal;  unas cuidadas coreografias en progresivo “in crescendo” hasta alcanzar un clímax face to face de los que hacen época; y una trama de corrupcions y venganzas a mansalva con el único objectivo de intentar justificar las tropelías de unos y las bonanzas de los otros.

Cine palomitero con estridencias de los que te apenas que no se haya llegado a estrenar en ningún festival estatal ni por supuesto se haya proyectado en ningún cine comercial, teniendo que conformarnos con los pases televisivos, aunque hace pocos días tuvo su puesta de largo en un pase único como presentación del muy recomendable Festival Nits de Vic 2022, donde el respetable pudo disfrutar de las muchas cabrioles y persecuciones que jalonan el film como Dios (o Buda) manda. Donnie Yen y Nicholas Tse encabezan el reparto y se puede decir que son los únicos que tienen algo de profundidad en sus respectivos roles.

Ambos son buenos actores, y aunque el material de lucimiento aquí es un poco escaso, se las arreglan para hacer que sus personajes sean menos monótonos de lo que serían en manos de artistas menores. Su duelo final es de los que quitan el hipo por su fisicidad, y aunque uno, curtido en mil batallas, intente acertar cuando actúa el principal y cuando el doble, el montaje es tan milimetrado y la entrega de ámbos nos hace suponer que en la mayoría de las escenas son ellos los que se juegan el tipo (y no hay que olvidar que Donnie Yen ya se acerca a la sesentena; pero como decía Martínez Soria, “está hecho un chaval”.

Del desarrollo argumental vale la pena destacar, entre muchos diálogos de perogrullo y algún flashback sonrojante, un monólogo por parte de los protagonistas ensalzando la lealtad y la importancia de hacer las cosas atendiendo siempre al sentido de la justicia y por supuesto el careo de los dos protagonistas en la comisaria, momento cumbre en el que se demuestra como los buenos intérpretes pueden retroalimentarse desde el respeto mútuo para conseguir dotar de tensión unas frases que recitadas por otros podrían resultar intrascendentes.

Y para colmo existen algunos momentos realmente logrados en los que incluso nos llegamos a creer que lo que se nos explica tiene algo de trascendencia, a pesar de que el tema de la corrupción y la brutalidad policial sea moneda común en este tipo de producciones.

Y en cuanto a la acción pues qué vamos a decir: disfrutable hasta decir basta; con su dosis justa de violencia extrema (sorprende la cantidad de remates a bocajarro con los que se ajusticia); y de surrealismo en las numerosas correrías a pie o en todo tipo de vehículos que para ojos occidentales tienen la misma credibilidad que un billete de madera.

Los stunts son de primera, el montaje taquicárdico, y las coreografías de toma pan y moja dignas del Nuréyev más desatado. No se ahorra en medios, y cualquier elemento mínimo puede convertirse gracias a la magia del cine en un arma mortal. Lo que no se nos cuenta (no es una película de Jackie Chan) es la cantidad de heridos y de accidentes que se produjeron durante el rodaje de las escenas más arriesgadas. Sin llegar al extremo bestia del cine tailandés, aquí seguro que más de uno salió magullado.  

Finalmente, tenemos una auténtica película de acción de Hong Kong más de una década después de que la otrora prolífica y autosuficiente industria comenzara a sufrir una fuga de talento y capital principalmente hacia la floreciente y lucrativa escena cinematográfica de China continental, y también hacia Hollywood, donde el Sr. Yen ha conseguido algunos papeles secundarios en películas de alto perfil como "Rogue One".

Un tipo de cine copiado hasta la saciedad por multitud de “autores” que parecen haber inventado la sopa de ajo (va por ti, Guy Ritchie) en lo que a cine de acción se refiere, pero que beben y beben y vuelven a beber de las cinematografías asiáticas, auténticas maestras desde tiempos inmemoriales en esta suerte del homenaje sumo a la pirueta.