Soul
- Soul
- Año
- 2020
- Duración
- 100 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
-
Pete Docter, Mike Jones, Kemp Powers
- Música
-
Trent Reznor, Atticus Ross, Jonathan Batiste
- Fotografía
-
Animación, Matt Aspbury
- Reparto
- Animación
- Productora
-
Pixar Animation Studios, Walt Disney Pictures (Distribuidora: Disney+)
- Género
- Animación. Fantástico. Drama. Comedia | Música. Jazz. Gatos. Cine familiar. Pixar
- Grupos
- Pixar (Películas)
- Sinopsis
- ¿Alguna vez te has preguntado de dónde provienen tu pasión, tus sueños y tus intereses? ¿Qué es lo que te hace ser... tú? Pixar te lleva en un viaje desde las calles de Nueva York a los reinos cósmicos para descubrir las respuestas a las preguntas más importantes de la vida.
- CRÍTICA
Continúa Disney con la política de estrenos en su plataforma de streaming. En este caso, le toca a su filial Pixar y la novedad consiste en que no habrá ningún estreno navideño de la corporación en salas, algo que puede considerarse histórico.
En honor a la verdad, hay que decir que Soul tenía previsto proyectarse en cines, pero la pandemia y el creciente entusiasmo de la matriz por su plataforma online han precipitado el cambio de planes.
Pero Disney parece haber aprendido del clamoroso error de Mulan, y ha optado por ofrecer su estreno sin coste añadido. Sin duda es una buena opción, porque no hay más remedio que pasar por caja para suscribirse y poder ver la película, pero ya no a un precio exorbitante y pagando por duplicado.
Aquí se muestra que Disney es consciente de otro de los problemas a los que se enfrenta la revolución del streaming: la experiencia en el salón no es la misma que en la sala; falta el ritual familiar, la espectacularidad, la inmersión... en una palabra: la magia. El público no está dispuesto a pagar una entrada por quedarse en casa, como si lo que se ofreciese fuera un producto que de por sí vale cinco euros por persona, independientemente de dónde lo disfrutemos.
Sin añadir la calidad de imagen y sonido, o la atención mediada por la consuetudinaria imposición del silencio, el «producto» pierde bastante de su atractivo original, y a igualdad de condiciones, es más tentador piratearlo que pagar un precio extra por ello.
Alguien puede preguntarse qué tiene que ver esto con la crítica del filme, y si en última instancia tiene que ver algo con su baja calificación. La pregunta es lícita; la cuestión es que todo está relacionado. Paso a explicarme.
Soul no es una mala película. Cuenta con un diseño gráfico impresionante y eso demuestra que fue concebida para el cine. Algunas de sus escenas son de una belleza que impacta; la banda sonora es espectacular y hay momentos francamente ocurrentes.
Pero sucede algo extraño mientras la estás visionando: no es solo que suene a fórmula repetida, la del maestro y el alumno que aprenden respectivamente el uno del otro, inserta en el esquema del viaje del héroe. Muchas de las películas de Pixar o Disney están inspiradas en esos arquetipos y consiguen grandes obras cinematográficas.
Tampoco, como ya se ha dicho, es que la obra esté orientada a un público más adulto, porque en cierta medida todas las películas de Pixar operan a varios niveles de profundidad en su interpretación. Lo que sucede es más simple y más grave: no hay magia. Excepto algunas escenas, todo resulta frío y rutinario; aquí, por decirlo con las palabras del filme, ha desaparecido «la chispa».
Puede que se trate de una impresión subjetiva, pero creo sinceramente que mi afirmación puede entenderse mejor si comparamos Soul con Del revés, la obra anterior de Pete Docter: ambas parecen caras opuestas de la misma moneda.
Allá, el indeseado cambio de residencia producía el conflicto; aquí, el cambio de profesión es buscado por el protagonista, que ya no es una adolescente, sino un hombre maduro. Pasamos de los cambios de la adolescencia a la crisis de los cuarenta.
La original —bien que discutible— arquitectura de la mente en Del revés despertaba en sí misma un interés genuino por la película: había un desarrollo artístico sugerente, llamativo. La historia engarzaba perfectamente en esa estructura, a la que se añadían vivencias bien conocidas por todo el mundo y con las que podíamos sentirnos identificados: los tópicos sobre personalidad, la rebeldía en la adolescencia, los intereses de género, los recuerdos, los anhelos y frustraciones, la soledad o incluso los trastornos mentales... aderezaban un plato de por sí bien preparado.
La conclusión sobre la necesidad de la tristeza era una culminación perfecta para un buen diseño narrativo. Recuerdo haber reprochado que esa magnífica planificación a veces pesaba sobre los personajes, que se dedicaban a circular sobre el mapa mental sin apenas aportar acción efectiva a la historia.
En Soul el esquema quiere repetirse, dado que también jugamos en dos planos de realidad, uno de los cuales pretende explicar el principal de los misterios de la existencia. Bien que puede aducirse que se trata de una historia metafísica y la complejidad espiritual de la trama precisa de un trato especulativo mayor, los logros imaginativos no son tan claros. Quizá pueda decirse que falta sutileza.
Y es que el mundo de las almas es bastante superficial, frío. En contraste con los hallazgos de la psique en Del revés, los protagonistas del gran antes —el mundo previo al nacimiento— apenas despiertan nuestro interés. Están, de hecho, diseñados lineal, homogénea y homónimamente. Entre ellos no hay un equivalente al Bing Bong de aquélla, un personaje de profunda carga emotiva que además representaba la pérdida de la infancia de una forma magistral... sutil. En contraste, en Soul sí aparece un pseudovillano, y digo pseudo porque, aunque añade un poco de tensión agonística, tampoco es que sea el colmo de la malicia.
Algunos de los personajes secundarios, como Moonwind o Connie, tienen un arco groseramente incompleto. La trama de la película consiste de nuevo, esencialmente, en llegar a un sitio desde otro, y aquí, en contra de lo que pasaba en Del revés, tiene más importancia la acción que el paisaje. Lo que sucede es que la acción es por lo general, persecutoria y accidentada y dado que el diseño de escenas no tiene la exuberancia de su predecesora, la sensación es de ligereza y a veces, hasta de banalidad.
Sin embargo, no todo pueden ser críticas al apresuramiento y la simpleza de la trama; hay que reconocer que a veces esta se vuelve parsimoniosa y profunda. Me parece magnífica una escena en la peluquería, y muy emotiva la de los recuerdos de Joe.
Hay pinceladas nietzscheanas en la explosión del conflicto, cuando 22, uno de los personajes principales, sugiere que de la vida le gusta hasta lo desagradable, y que el «propósito» de esta no es más que ser vivida con plenitud, aprovechando el instante. No descartemos la inspiración del genio bigotudo de Röcken en la construcción del personaje de Joe, alguien para quien la vida, sin música, sería un error. También encontramos ecos de Nietzsche en la apelación directa al nihilismo negativo, aquél que conduce a las almas a la desesperación por carecer ya de guía.
Esos momentos y algunos chistes ocasionales —uno con los New York Knicks— rayan a gran altura, y ahí es donde por momentos aparece la vieja Pixar de Docter, ese genial creador de pasajes como el prólogo de Up, que aquí se luce en varias ocasiones.
Pero como ya he dicho, a veces falta sutileza; no resulta especialmente ingenioso el modo en que se plantea que hay demasiadas almas egocéntricas. Tampoco —y de nuevo en contraste con el planteamiento de Del revés—, que la personalidad responda a caracteres deterministas prefijados antes del nacimiento. Las conexiones entre los dos mundos trascendentes son equívocas, y sus medidas de seguridad, permeables por lo chapuceras.
Hay verdaderos fallos de guion en la medida en la que lo que constituye una excepción y un error de conteo en un plano, es la norma en el otro. Resulta que la arquitectura del universo vital tiene severos problemas de aluminosis. En una palabra: lo que en el libreto de Del revés resultaba exquisitamente medido, aquí es apresurado e inconsistente.
Antes he señalado que, a pesar de que algunos sugieren que es una película para adultos, y que por ello tiene un enfoque más serio, a mí me parece que no es eso lo que la hace menos divertida o emocionante. Pixar siempre se ha caracterizado por su transversalidad en este sentido. Toy Story 3 o Wall·E eran películas adultas sin ningún género de dudas, pero estaban tan bien construidas que resultaban adecuadas para todas las edades.
Los mensajes crípticos de Los increíbles 2 no iban a ser comprendidos por niños, pero no resultaban fuera de contexto en una película de superhéroes y mamporros. Pixar siempre ha sabido conciliar el contenido adulto e infantil en una misma obra. O al menos así era mientras Lasseter supervisaba el producto.
¿Es posible que la magia desaparecida se halle en los bolsillos de las camisas hawaianas?
Pero también puede que haya sido algo más prosaico: quizá vi una película en casa, y el encanto simplemente desapareció. Pude pararla cuando quise, rebobinar diálogos mal escuchados, ir al servicio sin perder una sola escena y otras mil interrupciones más que me hicieron perder y recuperar el hilo... pero no la tensión y algo tan etéreo, socorrido y biensonante como «la magia».
Lo que yo me pregunto es qué pasará cuando Disney —u otros— se den cuenta de que no es necesario invertir una millonada para un producto que, visto en televisión, no necesita de unos estándares de calidad gráfica tan altos. O también, que quizá no sea necesario dotar de profundidad argumental a una película estrenada en un contexto en que la desatención hacia lo que sucede en pantalla es potencialmente mayor. Quizá sea posible estirar el chicle de la historia en una serie, en pequeñas píldoras de 45 minutos, sin realizar prodigiosas acrobacias de elipsis.
El milagro del cine es también el de la capacidad de síntesis: ¿Cómo poner en dos horas una historia completa, que se explique por sí misma, y que aúne la excelencia visual con la narrativa?
La inmersión en la historia que proporciona una sala de cine ha favorecido la aparición de productos muy complejos, a veces en su sencillez, para conseguir atraparnos durante un instante. La desaparición del medio sin duda hará que desaparezca esta especie.
Si la «“moraleja» de Soul es que hay que disfrutar esos instantes intensamente, porque eso es la vida, entonces la política de la empresa que la distribuye va justo en contra de lo que la película proclama.
O quizá, puede ser, que simplemente yo no haya entendido nada. No lo descarten. Todo es posible gracias a la magia del cine.
Escribe Ángel Vallejo Revista Encadenados