Todos queremos algo: Aquellos maravillosos años
Pocos conocen Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993) una de las primeras películas del ahora afamado director norteamericano Richard Linklater que una vez vista esta Todos queremos algo que ahora nos ocupa està pidiendo a gritos una revisión. Allí un grupo de jovenzuelos con la testosterona a tope y unas ganas de fiesta loca apuraban us súltimos momentos como estudiantes de instituto.
Título: Todos queremos algo.
Título original: Everybody Wants Some!!.
Director: Richard Linklater.
Guión: Richard Linklater.
Actores: Ryan Guzman, Zoey Deutch, Tory Taranova, Adriene Mishler.
Estreno en España: 01/07/2016
Productora: Annapurna Pictures.
Distribuidora: Avalon
Sinopsis
Jake llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Le esperan sus nuevos compañeros del equipo de béisbol. Quedan sólo unos días para arranque el curso, pero piensa aprovecharlos. Unos días para conocer chicas, ir a fiestas y hacer amigos... Secuela espiritual de Dazed and Confused, ambientada en los años 80, que sigue a un grupo de jugadores de un equipo de béisbol de instituto en el momento en el que, a punto de entrar en la Universidad, son conscientes de que las obligaciones de la edad adulta están acechándoles.
Crítica
Pocos conocen Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993) una de las primeras películas del ahora afamado director norteamericano Richard Linklater que una vez vista esta Todos queremos algo que ahora nos ocupa està pidiendo a gritos una revisión. Allí un grupo de jovenzuelos con la testosterona a tope y unas ganas de fiesta loca apuraban sus últimos momentos como estudiantes de instituto a base de litronas de cerveza, mucho parloteo y un deseo sano de llevarse a la cama a cualquier compañera de fatigas que se pusiera a tiro.
Veintitrés años después, y tres haber dado el pelotazo con su anterior trabajo, la multipremiada Boyhood, Linklater vuelve por sus fueros y se pregunta que fue de aquellos pipiolos un año después de su graduación, justo antes de empezar sus estudios universitarios.
El encargado de llevar el hilo de la historia (no podemos hablar de protagonista, porque se trata de un film de clara vocación coral) es uno de los novatos que va a parar a una casa comunitaria donde conviven futuras estrellas del beisbol. Los habitantes del lugar exprimen sus últimos días antes de que comience el curso holganazeando, y como diria Mecano en su mítica canción “Bebiendo y fumando y sin parar de reir...”.
Hay que cantar y contar las excelencias de una banda sonora sublime.
La fiesta continua se ve prolongada hasta altas horas de la madrugada meneando el esqueleto en un local lamado Sound Machine, una discoteca donde suenan auténticos hitos de la música ochentera con los que es difícil que no se te vayan los pies. Aprovechamos este último comentario para cantar y contar las excelencias de una banda sonora sublime que incluye clásicos de la época como My Sharona de The Knacks (pieza con la que se abre el film); Driven Me backwards, de Brian Eno o Sleep Dirt, de Frank Zappa, y que alcanza su momento sublime con una mítica escena-karaoke en el interior de un coche mientras suena a toda màquina el Rapper´s Delight de The Sugar Hill Gang.
Desde luego a los coetáneos a aquellas fechas se les va a saltar alguna que otra lagrimita
Desde luego a los coetáneos a aquellas fechas se les va a saltar alguna que otra lagrimita ante una puesta en escena que recrea con una fidelidad pasmosa una época que, según las propias palabras del director, “todavía no correspondía tanto a los años ochenta como a finales de los setenta”. Mostachos imposibles, camisetas y pantalones tan ajustados que no entendemos como no se ahogaban, melenas al viento, vinilos que ahora valdrían una pasta y mucha hierba y cerveza rondadno por ahí.
Habrá quien pueda considerar que en algunos momentos pueda llegar a existir cierta proliferación de verborrea que acabe por afectar al ritmo del desarrollo argumental, pero son situaciones que reflejan de manera fehaciente una época en la que, gracias a Dios, todavía no estabamos lobotomizados por los avances tecnológicos tipo móvil o redes sociales y era del todo necesario servirse de la oratoria para intentar alcanzar propósitos tan mundanos como pudieran ser integrarse en un colectivo donde impera el machismo heterosexual o pedirle rollo a una chica.
La película en ese aspecto te atrapa desde el primer minuto y no te suelta hasta que la sensatez asoma la cabeza y anuncia el final de lo que podríamos denominar “la previa”. A partir de que suena el pitido inicial del comienzo de las clases y de la práctica deportiva (no hay que perderse el primer entrenamiento del equipo de beisbol, descacharrante en la aplicación de las consabidas novatadas a cual más bestia) se impone la cordura y se atisba cierta deriva emocional hacia posiciones más maduras y menos salvajes.
Como película universitària que es, Todos queremos algo forma parte de un género que se extiende desde los tiempos del cine mudo con El colegial de Buster Keaton, pasando por la atemporal Desmadre a la americana de los dos John (Landis y Belushi) hasta llegar a la más actual (aunque ya empieza a tener sus años) American Pie de los hermanos Weitz. En todas elles se impone el tono de comedia gamberra aunque también queda espacio para flirtear con otros géneros como el melodrama, la comedia romántica o incluso el musical. En ese aspecto en el film que nos ocupa Linklater nos regala un recorrido por todas las tendencias musicales de aquella época, incluyendo el movimiento punk o el country.
El director de clásicos instantáneos como el citado Boyhood o la trilogia del Antes (Antes del amanecer; Antes del atardecer y Antes del anochecer) va insertando paulatinamente un mensaje en el que enfrenta la división inherente de los distintos esfuerzos grupales y la oportunidad de mostrar los talentos individuales.