Una Ventana Al Mar: Los ojos de la mujer madura
Una ventana al mar
Título original
- Una ventana al mar
- Año
- 2019
- Duración
- 105 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
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Luis Gamboa, Miguel Ángel Jiménez, Luis Moya
- Música
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Pascal Gaigne
- Fotografía
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Gorka Gómez Andreu
- Reparto
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Emma Suárez, Akilas Karazisis, Gaizka Ugarte, Kostas Petrou, Katerina Zafeiropoulou
- Productora
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Coproducción España-Grecia; Kinoskopic Film Produktion, Gariza Produkzioak, Sumendia, Heretic, ETB
- Género
- Romance. Drama | Drama romántico. Enfermedad
- Sinopsis
- María, una funcionaria de cincuenta y cinco años de Bilbao a la que diagnostican una grave enfermedad. A pesar de eso y en contra del consejo de su hijo, decide hacer un viaje a Grecia con sus dos mejores amigas. Allí, descubrirá la isla de Nisyros, un pequeño remanso de paz y calma donde vuelve a sentir las ganas de vivir. Mientras explora la isla y se sumerge en sus tesoros escondidos, conoce a Stefanos (Akilas Karafisis) y se enamora inesperadamente de él. Habiendo encontrado al amor de su vida, María se verá obligada a decidir si volver con su familia o quedarse con él en una pequeña isla hasta el final.
- Distribuidora: Fílmax
- CRÍTICA
No solamente mira el mar la protagonista de este drama, sino que la ventana del título también permite mirarse a si misma con ojos claros y transparentemente, destapando sus verdaderos deseos y anhelos vitales. Esta reafirmación personal en plena madurez sigue el patrón de toda trama de autodescubrimiento viajero, véase Bajo el sol de la Toscana (Audrey Wells, 2003) como más popular ejemplo. Con Grecia como telón de fondo, María (Emma Suárez) llega con sus amigas –dos fotocopias de Christine Baranski y Julie Walters en Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008)- a la isla de Nísiros, donde tendrá ese momento de clarividencia que la llevarán a quedarse sola en este idílico lugar, con el peso de la enfermedad terminal que sufre apremiando sobre el tiempo.
Emma Suárez es el aliciente mayúsculo y alma absoluta de un film predecible y con demasiadas resonancias. La naturalidad con la que encarna a esta mujer reencontrándose consigo misma antes de la muerte es lo que aviva el interés durante un metraje alargado y con algunos circunloquios innecesarios. Miguel Ángel Jiménez habría salvado estos problemas apostando por, en primer lugar, un desarrollo más fluido sin esa intención pseudo autoral de excederse en la duración del plano sin necesidad y, sobre todo, caracterizando de manera más atractiva a sus personajes secundarios, la mayoría de los cuales se acomodan en el arquetipo, impidiendo interacciones más ricas y complejas que elevarían exponencialmente el interés de una trama sustentada, precisamente, en sus personajes.
Una ventana al mar necesita como película, precisamente, del mismo carácter especial y único de la isla que enamora a María para seducir al espectador y poder erigirse como una película de su subgénero con entidad propia. Emma Suárez y el aire del Egeo aportan el fuelle necesario para que no resulte del todo olvidable, pero su falta de riesgo e intensidad la condenan a definirla como irremediablemente fallida. Una actriz y un paisaje que merecían más justicia.