En la Vía Láctea: La locura de la guerra
Europa se prometió no repetir los errores de la 2ª Guerra Mundial, pero con la Guerra de los Balcanes miró para otro lado. Desde el primer instante, las metáforas del film empiezan a surgir. En pleno conflicto bosnio-serbio, nos encontramos en un pintoresco pueblo. Allí, un ganso salta a una bañera llena de sangre, y el resto de gansos le siguen
Drama | 125 min. | Serbia-USA-Reino Unido 2016
Título: En la Vía Láctea.
Título original: On the Milky Road.
Director: Emir Kusturica.
Guión: Dunja Kusturica, Emir Kusturica.
Actores: Monica Bellucci, Emir Kusturica, Sergej Trifunovic, Miki Manojlovic.
Estreno en España: 14/07/2017
Productora: BN Films / Pinball London
Distribuidora: Surtsey Films
Sinopsis
Es primavera en tiempos de guerra. Todos los días, un lechero debe atravesar el frente en burro, y esquivar las balas para llevar su mercancía a los soldados. Afortunado en su camino y amado por una hermosa aldeana, parece tener un buen futuro… hasta la llegada de una misteriosa mujer italiana que dará un vuelco a su vida. Esta es una historia de amor prohibido y apasionado que llevará a los protagonistas a una serie de aventuras fantásticas y peligrosas. Unidos por el destino, parece que nada podrá separarlos.
Crítica
Europa se prometió no repetir los errores de la 2ª Guerra Mundial, pero con la Guerra de los Balcanes miró para otro lado. Desde el primer instante, las metáforas del film empiezan a surgir. En pleno conflicto bosnio-serbio, nos encontramos en un pintoresco pueblo. Allí, un ganso salta a una bañera llena de sangre, y el resto de gansos le siguen. Mientras, cerca de las trincheras, un halcón vuela sobre las líneas de fuego. El propietario del halcón (o como él lo denomina, colega) es nuestro protagonista, Kosta, interpretado por el propio Kusturica. Suya es la vía láctea, ya que trae la leche de su granja a la pequeña tropa de serbios.
El film es como un cuento de hadas surrealista, en el que el lechero es como un príncipe con su corcel, solo que en esta ocasión es un burro.
En la granja, asediada por la guerrilla y las bombas, comenzarán los problemas, cuando la aldeana Milena, ex gimnasta olímpica, se enamora incondicionalmente de Kosta. Ella, ilusionada, organiza una boda doble, la ex gimnasta y el lechero, y su hermano con una misteriosa mujer, Nevesta. Kosta, que se deja querer por Milena, no puede evitar enamorarse al instante de esta femme fatale, interpretada por Monica Belucci... El film es como un cuento de hadas surrealista, en el que el lechero es como un príncipe con su corcel, solo que en esta ocasión es un burro. Con huida incluida, hay más de un malvado, pero es importante recordar que el verdadero malvado es la guerra y la violencia.
El relato intenta huir de los horrores de la guerra, como en la realidad, los personajes necesitar escapar de la terrible situación que les ha tocado vivir. Cualquier momento de máximo surrealismo, no lo es más que los horrores de la guerra. Por tanto, la película retrata la situación como mejor suele hacer el director, envolviéndonos en una tragicomedia, con su habitual tono festivo y dinámico, especialmente en la primera parte de la historia. Todo parece una locura, pero, ¿en qué situación de guerra no es todo una locura?.
Cuando parece que solamente vamos a vivir dentro de una imaginativa comedia, el director nos da una tregua y nos mete de lleno en la realidad. Lo hace a través de la boda y ahí nos depara una de las desagradables y duras escenas del film, que recuerdan a las imágenes reales vistas a través de las noticias de aquella guerra. La historia está llena de metáforas y de escenas de humor negro explicadas de un modo tan surrealista que pueden incitar a la carcajada, si no fuera porque en el mismo momento en que lo expone, te lleva al realismo más cruel.
La segunda parte de la historia se centra en la huida de los amantes, Kosta y Nevesta, dejando el dinamismo de la primera parte, para dejar intuir la tragedia, prevista ya por el espectador por el contexto de la tragedia de la guerra. La moraleja del director suele ser, como en los cuentos, que el amor siempre está por encima de la guerra. No busca enseñarnos culpables, no quiere depurar responsabilidades, pero resulta inevitable, en medio de las numerosas metáforas, pararnos a reflexionar. La guerra invade el curso de la vida, de repente, como una crecida de la marea, pero el director siempre nos transmite un mensaje positivo aunque lleno de dolor.
Y así lo hace también en esta ocasión, en medio del melodrama busca enseñarnos que en medio del horror y del caos puede encontrarse un pensamiento positivo o por lo menos, nos invita como espectadores a hacer una reflexión, más allá del escapismo de la guerra.