Una crónica de Laura Ayet y Aleix Sales.
Si algo ha tenido la Gala de este año, es que ha sido aburridamente diferente. Aunque una parte importante del público y prensa estadounidense ha visto con buenos ojos el resultado del experimento que ha sido no tener presentador, desde este lado del Atlántico nos ha dado una sensación distinta. La falta de cohesión no ha sido uno de los peores defectos de la gala, pero la ausencia de batuta ha dejado al show a merced del resto de componentes.
Esa noche los dos objetivos estaban claros, que la Gala fuera más corta e intentar atraer al mayor número posible de audiencia desde el primer momento. El primer objetivo se ha cumplido, pero sólo ha sido media hora más corta que las anteriores. Por lo que respecta al segundo objetivo también se ha cumplido, ya que su share ha aumentado un 14% respecto al año pasado (el cual tuvo un mínimo histórico), convirtiendo sus 29,6 millones de espectadores en la mejor cifra de sus últimos 4 años.
Teóricamente, ¿hay una mejor introducción a una gala que una actuación de Queen? En la práctica perdió mucho, ya que simplemente resumieron dos de sus más populares canciones, reducidas a un total de 3 minutos. Los premios fueron otorgados por diferentes parejas, algunas más extrañas que otras, y de las cuales algunas entregaron dos categorías para ahorrar más tiempo, pero sin un resultado muy destacable.
El discurso de Spike Lee merece mención a aparte, por su carácter reivindicativo. Las palabras de Lee tenían una carga más política y por ello incluso han sido respondidas por un enfadado Donald Trump, hecho sorprendente por varias razones. La primera, saber que el presidente fue uno de los que vio el show hollywoodiense, cuando siempre ha mostrado su desprecio hacia él. Además, hay que tener en cuenta que Spike Lee ni se molestó en nombrarlo, sino que simplemente recordó sus orígenes y dio importancia a las próximas elecciones estadounidenses.
El resto de discursos no llamaron la atención, pero parecían tener el titubeo y el nerviosismo como factor común, convirtiéndolos en algo aún más fácil de desvanecerse en la memoria del espectador. Tampoco tenían el tiempo a su favor, como siempre en este tipo de galas, y las categorías menos populares sólo tenían un minuto antes de que empezara a sonar la música con volumen in crescendo, seguidos del apagado del micro 30 segundos después. Todo esto teniendo en cuenta que estas categorías suelen ser un trabajo en equipo, al contrario que categorías más famosas, como por ejemplo Mejor Actor o Actriz, donde a nadie se le ocurriría hacerle ese feo, ni a un nervioso Rami Malek ni a una dispersa Olivia Colman, por ejemplo.
En el momento de nombrar a los ganadores se podía ver en pantalla múltiple a todos los nominados, para poder captar la reacción de todos en el momento clave. Todo el mundo supo disimular muy bien al oír el nombre de la competencia y no hubo espacio para el morbo. A parte de eso, la realización careció de muchos momentos en los que se enfocaran a los compañeros y familiares, durante los agradecimientos o mientras el ganador sube a recoger el ansiado premio. Ese tipo de detalles nos parecen importantes para construir un contexto y son parte importante del show para el espectador. Para poner un ejemplo, cómo olvidar las caras con ese error fatal en 2017.
Las actuaciones musicales no podían faltar y Shallow eclipsó al resto. Entre Lady Gaga y Bradley Cooper saltaron chispas y nosotros, junto con el resto de público “hicimos de vela”. Fue el mejor momento de la noche, y se lo agradecemos, ya que la mayoría de la gala dejó un sabor de boca bastante insípido. Como es habitual, en el In memoriam faltaron nombres, pero la ausencia más flagrante fue la de Stanley Donen, fallecido el pasado jueves. ¿Tan difícil era poner su foto y un breve clip de Cantando bajo la lluvia (1952) en los 3 días de margen que tuvieron? La duración del tema conducido por Gustavo Dudamel daba cabida a esta inclusión.
Esta comentada sensación gris de la gala como resultado final no se soluciona mágicamente con un presentador, ya que el resto de componentes también falló, a modo de show y para que merezca ver una (aún larga) gala. En resumen, careció de cualquier tipo de personalidad y de hilo. Que una de las cosas más comentadas de la noche sea el tweet de Jessica Chastain, quien si ni siquiera acudió a la entrega de premios, da buena prueba de lo poco que dio de que hablar el show.
Respecto a los premiados, de las 8 películas candidatas a mejor película, todas han conseguido premio. El galardón más importante, Mejor Película, ha ido a parar a Green Book, la feel good movie de la que avisamos no había de subestimar. Es la película que representa los gustos más tradicionales de la Academia, al tratar un tema social como es el racial, aún vigente, pero sin culpar ni ofender a nadie y desde la perspectiva de la reconciliación. Esta elección recuerda a la de hace 29 años escogiendo Paseando a Miss Daisy como la mejor película del año, por encima de una obra más comprometida políticamente como Nacido en cuatro de julio (Oliver Stone, 1989), en una terna en su día ya bastante filtrada de obras más combativas -no olvidemos la omisión de Haz lo que debas (Spike Lee, 1989) o Sexo, mentiras y cintas de vídeo (Steven Soderbergh, 1989)-, a favor de un cine más popular y amable, en el que un film como Campo de sueños (Phil Alden, 1989) se disputaba también el premio gordo. Premiando a Green Book, se vuelve a esta tendencia y a un cierto conservadurismo que contrasta con otras decisiones valientes de los últimos años como ha sido la mayor penetración de World cinema en las categorías principales. La elección de Green Book como mejor película también ha sido fruto del beneficio por el tipo de sistema de votación ranking, a base de sumar puntos, aunque no sea elegida como la primera opción, favoreciendo a estas películas de “consenso popular” que no a propuestas más atrevidas y, por ende, polarizantes, como lo podían ser Roma o La favorita. Además de mejor película, el film ha ganado Mejor Guión Original, como su antecesora en legado e ideas, Crash (2005), cuya victoria sigue levantando ampollas entre muchos cinéfilos.
Mahershala Ali ha ganado su segundo Oscar a Mejor Actor de Reparto, en un papel totalmente fuera del cliché de un hombre afroamericano y, aunque su rol es protagonista, el trabajo de investigación que ha tenido que hacer ha sido más propio de los actores secundarios. Ali se ha pronunciado sobre la gran necesidad que tiene Estados Unidos de hablar sobre el racismo y ha recordado en su discurso de agradecimiento la figura del gran músico Dr. Don Shirley, al que ha interpretado en el film, resaltando su genial excepcionalidad y su recorrido profesional. Sin embargo, los creadores de Green Book ni siquiera mencionado al músico dadas las trifulcas con la familia de éste por estar en desacuerdo con el film, de forma que parece que relegan la importancia del personaje, sin el cual la historia que relatan en su película carecería de sentido y de razón de ser.
La Academia ha querido pasar de puntillas en muchos temas al no premiar Roma como mejor película. Era demasiado evidente su calidad cinematográfica, pero también demasiado hiriente el tema principal que aborda, especialmente en este momento socio-político. Porque Roma es una oda a la cultura mejicana, a la población indígena, a las condiciones de vida de las empleadas del hogar, pero cuyo drama consigue trascender el carácter mexicano para instalarse en cualquier sociedad. Su pausado ritmo, costumbrismo, el hecho de estar rodada en español y mixteca han sido claves para entender su polarización entre los votantes y ver su triunfo frustrado por el voto preferencial. Sin embargo, es la película que perecerá en la memoria cinéfila de la edición, merecedora absoluta del Oscar a la Mejor Película Extranjera y de cada uno de sus reconocimientos. Alfonso Cuarón ha sido el único que ha materializado en premio las nominaciones del film, al conseguir su segundo Oscar a Mejor Director –categoría dominada 5 de los últimos 6 años por él y sus amigos Guillermo Del Toro y Alejandro González Iñárritu- y su primer Oscar a Mejor Fotografía, convirtiéndose en la primera vez que se consigue este doblete por la misma persona en el mismo film. Campeona del gigante revolucionario que supone Netflix, su absoluta victoria hubiese significado una lluvia de incógnitas en lo que respecta al futuro de la industria, pero seguro que habría avivado el debate entre los programadores de festivales de categoría A como Cannes o Berlín, reticentes a proyecciones de filmes de plataformas.
Bohemian Rhapsody es la película que más Oscars ha ganado este año. El popular biopic de Queen se lleva Mejor Sonido y Efectos de Sonido, además de la ambiciosa y discutida estatuilla de Mejor Montaje. Corona el palmarés del film el Oscar a Mejor Actor la interpretación de Rami Malek del icónico Freddie Mercury, en una previsible, pero no menos merecida victoria. Emotivo –recordando sus raíces egipcias y teniendo unas palabras para su partenaire en la película y su vida real, Lucy Boynton-, y ovacionado fue el discurso de Malek, quien, acabada la ceremonia (y por ello fuera de la retransmisión de la Gala), resbaló y se cayó del escenario, necesitando la atención de los servicios de emergencia. Pero tranquilos, ya está bien. Show must go on.
Es destacable reflexionar que la película más premiada, Bohemian Rhapsody, fue apabullada por la crítica pero adorada por el público. No hace tanto, la simple falta de aprobación por parte de la prensa del cine hubiese sido más que suficiente para que una película quedara fuera de la ambiciosa carrera de los Oscars. Esta decisión demuestra que cada vez se tiene más en cuenta la opinión del gran público, razón principal por la que Black Panther ha llegado a lo más alto en lo que a películas de superhéroes respecta. Causó furor entre el público norteamericano, y ésta sí tenía el visto bueno de la crítica, pese a que no será recordada precisamente por su cinematografía. Black Panther y su éxito muestra nuevamente la importancia de la inclusión, aunque al contrario de otras candidatas, desde una perspectiva con mucha más imaginación y fantasía. Sus triunfos se relacionan con la construcción de este mundo afro-futurista, visibles en su Diseño de Producción, en la mezcla de la influencia de diferentes tribus africanas para la confección del ropaje que se vio recompensado con Mejor Vestuario, y en su épica banda sonora acorde con el tono grandilocuente del film (Mejor Música Original).
La Gala también se ha encargado de pagar algunas deudas, como la de Spike Lee quien, por fin, tiene un Oscar competitivo por el guión adaptado de su película Blackkklansman
(Infiltrado en el KKKlan), que refleja el tema racial desde un punto de vista más interesante e inclemente que Green Book, pero tampoco sin perder el humor, y con una mirada al pasado ligada estrechamente con el presente. Por cierto, ya hemos comentado el discurso de Lee, pero también queremos comentar un pequeño gesto. El primer trabajo destacable como actor de Samuel L. Jackson le fue dado por Spike Lee, después de varios años en los que la mayoría de sus trabajos no estaban ni en los créditos (como muchos), con un papel en la película Do the right thing (1989). Y ahora el actor le ha entregado el primer Oscar a su amigo, es un bonito detalle.
Por el contrario, una deuda que las quinielas pronosticaban que iba a subsanarse no ha sido saldada. La gran sorpresa de la noche fue que a Glenn Close no le dieron, nuevamente, el premio a Mejor Actriz, acumulando ya su séptima derrota y sin quitarse el título de actriz más nominada sin premio –camino por el que le sigue Amy Adams con su seis nominaciones-. La interpretación de la respetada actriz Olivia Colman en La Favorita ha sido la favorita y la encargada de aguarle la fiesta a Close, suponiendo el único premio que la película de Yorgos Lanthimos se lleva a casa. Es la sorpresa más destacable pero no la única, ya que First Man ha conseguido contra todas las predicciones el Oscar a Efectos Visuales.
Del resto de candidatas a mejor película, Vice (El vicio del poder), con la trasformación de sus personajes, ha conseguido el reconocimiento a Mejor Maquillaje. El blues de Beale Street fue premiado con Mejor Actriz de Reparto para Regina King. Por otro lado, el remake de Ha nacido una estrella, quien al principio de la ardua carrera de premios parecía favorita de todo, como en los predecesores solo se ha llevado el obvio Oscar a Mejor Canción por Shallow cantada por Lady Gaga y Bradley Cooper.
La apología de la diversidad fue ensalzada también desde las dos categorías de animación, con el premio de Mejor Película de Animación para el Spider-man latino de Spider-man: un nuevo universo, culminando su barrido por los precursores. En un premio menos obvio, Pixar amplia aún más su museo de premios con el Oscar a Mejor Cortometraje de Animación con Bao, tierna historia sobre una mujer china y su relación con un bollo para superar el síndrome del nido vacío, cuyas galardonadas se convirtieron en la primera pareja de directoras ganadoras de la categoría. La temática del conflicto racial, de nuevo, fue el foco del ganador del Mejor Cortometraje de Ficción, Skin (Guy Nativ), cuyo retrato algo forzado de la intolerancia se impuso a obras algo más sutiles como Fiera (Jérémy Comte) o al ejercicio de suspense de Rodrigo Sorogoyen en Madre, en otra vuelta para casa sin premio del cortometraje español en los premios de la Meca del Cine. Mejor Cortometraje Documental tampoco abandono las grandes luchas de nuestro planeta y, en plena revolución feminista, reconoció las mujeres indias luchadoras contra el estigma de la menstruación en Period. End of Sentence. (Una revolución en toda regla), en medio de una gala en que el #MeToo perdió presencia respecto al año pasado. Un acto de visibilización de las causas justas e invisibilizadas, que cuenta con Netflix detrás de su producción. Finalmente, frente a una variopinta terna de temáticas sociales, el Mejor Documental fue decantado para el documental de corto deportivo Free Solo (Jimmy Chin, Elizabeth Chai Vasarhelyi), acerca de la hazañosa escalada de la roca “El Capitán” por parte de Alex Honnold sin ningún tipo de ayuda, demostrando que no hace falta sólo un buen tema, sino también pericia y atractivo visual para contarlo, factores de los que carecían otras nominadas de más calado social.
Aunque la ceremonia siempre se ha hecho larga, en ediciones anteriores reunirte con los amigos para ver la entrega de premios suponía un atractivo y tenía su encanto. Incluso, compensaba ir a trabajar con ojeras y de resaca hollywoodiense. Este año en cambio, la única compensación ha sido la compañía con la que hayas visto la gala y la alegría de ver triunfar a tus favoritas, aún con la pequeña amargura de que las películas que más han arriesgado no han podido ganar a los gigantes que suponen las películas más populares y más conservadoras. La industria se adapta, pero siempre quiere tranquilizar su propia conciencia. Esa tranquilidad facilita el sueño, y más este año.