Mientras el pueblo londinense vivía las represalias a base de bombas de los oponentes nazis en la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos se sentaban en un poderoso anfiteatro y disfrutaban de la obra Hamlet, de William Shakespeare. Eso era verdaderamente un pueblo invencible, afirmó Winston Churchill, un hombre igual de sabio que polémico. Antonio Banderas trasladó al presente las mismas palabras a la hora de recogersu Premio de Honor, heredadas de una época como esta asolada por la oscuridad. Un mundo negro, un mundo turbio, pero un mundo lleno de talento.
Justamente eso, y a pesar de todas las dificultades posibles e inesperadas, se alzó la bandera blanquiverde por todo el graderío del Teatro Cervantes, celebrando por primera vez (esperando que sean muchas más) la gala de los Premios Carmen. Una forma de reconocer al territorio andaluz, una casa que nos cobija a los que pertenecemos a esta tierra. Una tierra, que como el hedor de los campos, el agua salada de sus playas y la fragancia característica de sus viñas se respira mucho cine.
También es la manera perfecta, absolutamente necesaria dirían, de dar nombre a un premio con el nombre de mujer. Y no solo de una, sino de 102 000 mujeres andaluzas que han sido voces invisibles pero edificantes de la historia de esta Comunidad. "Me encantaría decirte esto mirándote a los ojos. Siempre has sido mi referente", dedicaba una emocionada Natalia de Molina a su madre, Carmen. Este premio va para ellas.
El desarrollo de la gala, televisada dentro de un ritmo ordinario, denotaba de las carencias de ser la primera edición. Por ejemplo, Manolo Solo hizo honor a su apellido, ya que solo Manolo compitió en su categoría doblemente nominado a actor de reparto. Lo mismo con Yolanda Piña, cuyo nombre ocupaba tres de las cuatro nominaciones a maquillaje y peluquería. Fue el carácter y la impronta autónoma, o ese arte "andalu", que con orgullo premiaba en cinco estatuillas a Operación Camarón, que como comedia siempre se suele valorar menos entre los académicos, y nunca por las risas y el buen rato que deja.
También sin complejos a Riki Rivera,su compositor, premiando la música no por ser buena o mala, sino por estar bien hecha. Viva la música clásica, viva el pop.
Y viva el reguetón.
Fue una fiesta más que una gala. Porque no hay mejor premio que celebrarlo en casa junto con los amigos de profesión. Mi familia de nacimiento, y esta, mi familia de cine, que sois vosotros.
Los premiados nunca olvidaron al respetable. El verdadero protagonista y quien da sentido a todos los que se dedican a este oficio. Ese público, encima andaluz, que reconoce
a sus actores de ficción. Por tanto, tampoco olvidemos el lugar de encuentro.
La sala es algo único, que no sea solo mantita y serie. No dejemos de compartir con gente desconocida la experiencia de la pantalla grande.