Firmado por Laura Ayet y Aleix Sales
Esta temporada, los estudios no han aplazado los estrenos y se han adaptado más que nunca a las multiplataformas, estrenando películas al mismo tiempo en cines que en la plataforma o poco después del estreno. Con este factor en cuenta y la pandemia, es natural que el éxito en taquilla se mida ahora de manera diferente.
Por ello, de manera diferente también será el impacto cultural y el recuerdo en la memoria colectiva de dichas películas. Esto se suma a otra circunstancia. Como ya hemos comentado en años anteriores, la tendencia a repartir los premios. Obviamente, influencia a largo plazo en el recuerdo de los espectadores. ¿Cómo puede pasar el espectador de recordar sólo una única gran película ganadora por año, a una media de 4-5? ¿Cómo puede ser una película icónica, si sólo está disponible para algunos socios?
Llevaba tiempo el run-run y se ha hecho realidad. La gala se nos pone influencer y ha creado la Categoría Fan Favorite, un Oscar basado enteramente al voto popular de Twitter para que el evento vuelva a generar más conversación. ¿Funcionará o será un fiasco? Son solo algunos de los misterios que tendrán respuesta la noche del domingo. Para que podáis llegar a la gala con conocimiento de causa y llevar a cabo vuestras apuestas, os ofrecemos nuestra quiniela anual que pretende esclarecer un poco las situaciones de cada nominado, en este mundo de azar que a veces son los Oscars. ¡Empezamos!
MEJOR ACTOR DE REPARTO
Al principio de la carrera, Kodi Smit-Mcphee partía con ventaja al barrer en los premios de la crítica y hacerse con el Globo de Oro, en una interpretación fascinante, captando todos las maneras y emociones contenidas de un adolescente que vive por su madre y, a su vez, se encuentra bajo el poder -en todos los sentidos- del potente personaje de Benedict Cumberbatch. No obstante, Troy Kotsur por CODA le ha tomado ventaja ganando claves como el BAFTA, el SAG o el Critics’ Choice, en una interpretación de calado emotivo más accesible, en el que el drama y la comedia confluyen armónicamente gracias a Kotsur. La narrativa de premiar al primer actor sordomudo -segunda persona tras su compañera de reparto Marlee Matlin por Hijos de un dios menor (Randa Haines, 1986)-, hacen irresistible la escena de ver a Kotsur subir al escenario del Dolby Theatre.
El duelo está entre ellos dos, tras una temporada repleta de nombres que ha dejado mucha gente a la estacada y sorpresas de última hora. Una de ellas es Jesse Plemons, el cuarto en discordia de El poder del perro, en un más que competente trabajo que, sin embargo, no tiene nada que hacer con alguien con más arco que Smit-Mcphee en la misma categoría y en la misma película. De hecho, Plemons puede hacerle restar algunos votos al chico frente a su batalla con Kotsur. Escuchar a J.K. Simmons por Ser los Ricardo también fue una relativa sorpresa, ya que había algunas menciones testimoniales pero se había perdido muchos precursores importantes. No resulta tan descabellado, puesto que Simmons acierta en todas sus escenas siempre manteniéndose en la definición de “actor de reparto”, es decir, sin eclipsar a Bardem y Kidman, pero aportando y dando juego. Una agradable presencia que no tiene nada que hacer ya que Simmons es el único que ya tiene Oscar -incontestable por Whiplash (Damien Chazelle, 2014)-, y su film es el único que no está nominada en Mejor Película.
Finalmente, a lo largo de una temporada con altos y bajos, donde se ha quedado fuera de algunos lugares importantes (seguramente por tener a su lado un Jamie Dornan ladrón de votos), a Ciarán Hinds le ha salido redonda la jugada de conseguir su primera nominación por Belfast. Como Simmons, Hinds es un actor de reparto que ha trabajado en multitud de proyectos de cine y televisión, hasta que, por fin, un verdadero bonbón le ha brindado el reconocimiento a años de duro y eficaz trabajo. Su abuelo en Belfast es un personaje con pocos minutos en pantalla en comparación con otros, pero que es favorecido en el guión al llevarse las frases más solemnes e inspiradas, con las que puede brillar y enternecer a todo el mundo.
Su presencia en decenas de títulos, el tener a muchos conocidos entre los votantes, que Belfast esté en el lado de las películas fuertes y su veteranía lo ponen en un escenario favorable para el triunfo. Lamentablemente, el no haber materializado en casi ninguna victoria sus nominaciones este año y que la dupla Smit-Mcphee/Kotsur está en forma lo relegan a un flojo tercer puesto. Está por ver si da la campanada.
Ganará: Troy Kotsur - CODA
Debería ganar: Kodi Smit-Mcphee - El poder del perro
Echamos en falta: Jamie Dornan – Belfast
MEJOR ACTRIZ DE REPARTO
Sesenta años después de que su compañera de reparto Rita Moreno se convirtiera en la primera latina en ganar un Oscar, la icónica Anita en West side story vuelve a Hollywood en forma de Ariana DeBose, que incluso bailó el mítico “America” con un esguince. A diferencia de la Anita original, deseando renunciar a sus raíces de Puerto Rico para ser americana, ésta las reivindica. Como muchos han criticado, puede que DeBose sólo cante y baile, pero en realidad es un golpe sobre la mesa de poderío latino en un personaje secundario que, sin embargo, tiene un notable arco dramático al que DeBose contribuye exprimiendo sus capacidades en todas las escenas. DeBose ha tenido una carrera estupenda, sin ausencias, y Anita es un caramelo de rol -casi todas las actrices que la han interpretado en cine o teatro habitualmente han sido reconocidas-, de modo que el camino de Ariana hacia el micrófono del Dolby este domingo parece allanado, siendo la mayor esperanza para evitar que Spielberg se vaya de vacío.
Por su parte, sorprende que Kirsten Dunst se estrene en los premios de esta edición tras casi 30 años de carrera. Dunst ha reconocido sentirse ignorada por Hollywood a pesar de saltar a la fama con tan solo 12 años por Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994) y destacar en múltiples producciones como en la adorada Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999), repetir con Coppola en Maria Anonieta (2006) y La seducción (2017), o protagonizar delicatessens europeas como Melancolía de Lars Von Trier (2011)… Por fin se le reconoce, por su papel de detonante en las dinámicas de El poder del perro en la que Rose es la rehén psicológica en el rancho familiar. Sutil, contenida y de excelente química tanto con Smit-Mcphee como con Plemons (pareja en la vida real), Dunst demuestra de sobras por qué merecería la estatuilla, tomando el papel de “debida” de la terna.
No obstante, al enfrentarse a contrincantes con personajes más showy pueden dejarla en un segundo plano y sentir que la nominación ya es un primer paso para llegar a ese Oscar que, en un mundo justo, Dunst acabará teniendo. Entre estos papeles que hacen las delicias de los académicos, está Aunjanue Ellis por El método Williams con el tópico de la supportive wife & mother. Ellis toma este rol y logra alejarlo en cierto modo de los estereotipos en las escenas donde se opone a un impositivo Will Smith, donde sale bien airosa e incluso devora a su partenaire -impagable escena en la cocina-. Ellis, tras años de secundaria en infinidad de películas, consigue captar la atención de todo el público de la película a causa de una interpretación poderosa y centrada con muchos alicientes para seducir al votante. Lo único que le aleja de la victoria es una carrera algo irregular tapada, sobre todo, por la sombra de DeBose, que a la vez cumple con la cuota de diversidad que la Academia pretende subsanar.
La inesperada nominación de Jessie Buckley por el debut como directora de Maggie Gyllenhaal, La hija oscura, es un claro indicador de la fuerza de su coprotagonista nominada, Olivia Colman, como actriz principal. Buckley consigue que el espectador empatice con el personaje más rechazante de las nominadas gracias a su sensible y notable composición que se complementa a la perfección con su yo del presente con la cara de Olivia Colman. Buckley es una cara conocida a nivel mundial desde hace relativamente poco y el hecho de entrar casi de chiripa en el quinteto por la única película que no está nominada al premio gordo llevan a pensar que su camino terminará aquí, a la espera de futuras y seguras oportunidades que probablemente la lleven a repetir la experiencia de ser nominada, ya que el talento lo tiene.
En un plano distinto, está una veteranísima como Judi Dench, sumando su octava nominación por la abuela de Belfast, situándose como la cuarta actriz más nominada de la historia por detrás de Meryl Streep, Katharine Hepburn, Bette Davis y empatada con Geraldine Page. En los primeros pronósticos, Dench se situaba como una apuesta a tener en cuenta, pero al haber tenido una presencia inexistente y una compañera como Caitríona Balfe que se llevaba las menciones, todo el mundo la daba por muerta. Hasta que la Academia decidió dar la vuelta a la tortilla y olvidarse de Balfe en favor de la queridísima Dench, que a sus 87 años sigue trabajando pese a no poder leer prácticamente los guiones.
La británica reúne muchos puntos débiles como ser la que tiene menos tiempo en pantalla de las nominadas o la carrera tan invisible que ha tenido a lo largo de la temporada, pero posee un personaje entrañable -en la línea de otros mentores sabios que los Oscar han reconocido otras veces como Jane Darwell en .Las uvas de la ira (John Ford, 1940) o Michael Caine en Las normas de la casa de la sidra (Lasse Hallström, 1999)- que le puede hacer ganar votos. Por no mencionar la narrativa de que Dench es una actriz inmensa, de esas que solo un Oscar sabe a poco. Y realmente no son muchas las ocasiones que quedarán para volver a reconocer a una imprescindible del cine de los últimos 25 años.
Ganará: Ariana DeBose - West Side Story
Debería ganar: Ariana DeBose - West Side Story
Echamos en falta: Caitríona Balfe - Belfast
MEJOR SONIDO
Si la Academia no hubiera unificado en una misma categoría desde el año pasado la habitual -e incomprensible de diferenciar para la mayoría de los votantes- distinción entre “Mejor mezcla de sonido” y “Mejor edición de sonido”, tendríamos claro que West side story se llevaría la primera y Dune la segunda. Pero ahora solo hay una para todas las propuestas, de manera que la batalla entre la cinta de Villeneuve y Spielberg es más sangrienta que una pelea entre los Sharks y los Jets. Sonido suele ser un feudo de los musicales, la ciencia ficción, la acción y el cine bélico, de manera que El poder del perro y Belfast quedan totalmente descartadas, a pesar de tratarse de trabajos competentes en sus necesidades, particularmente la de Branagh, que en muchas secuencias eleva el protagonismo del sonido en la cotidianidad.
En otras circunstancias, Sin tiempo para morir tendría mejores papeletas -no olvidemos que Bond ya se lo ha llevado en dos ocasiones: Goldfinger (Guy Hamiltom, 1964) y Skyfall (Sam Mendes, 2012)-, pero es indudable que nos encontramos ante una excelente pero más convencional aproximación en comparación con las dos favoritas. Dune tiene la baza de, como ya hacía el canadiense en La llegada (2016), valerse fuertemente del sonido a la hora de construir una atmósfera particular en la que todos los escenarios son reforzados y dotados de entidad, desde los palacios hasta el hostil desierto lleno de gusanos enormes. Por su originalidad e iconicidad, Dune llega como favorita a la gala después de hacerse con numerosos galardones, únicamente con la flaqueza de que muchos académicos reserven sus votos para la segunda parte dentro de dos años.
Esto es lo que podría hacer decantar la balanza hacia el lado de Spielberg, con las complejidades técnicas que conlleva siempre el musical en esta disciplina. Además de ensamblar perfectamente las voces y las melodías, West side story logra capturar el paisaje sonoro del barrio con detalle, aspecto que ha contribuído a hacer de la película la más bella del año, técnicamente, hecho que no ha pasado desapercibido para el gremio de sonidistas, que la ha elogiado junto a Dune. Veremos cómo se dirime la cuestión, pero creemos que Villeneuve brinca un poco por encima de los bailarines.
Ganará: Mac Ruth, Marc Mangini, Theo Green, Doug Hemphill, Ron Bartlett - Dune
Debería ganar: Mac Ruth, Marc Mangini, Theo Green, Doug Hemphill, Ron Bartlett - Dune
Echamos en falta: Colin Nicolson, Julian Slater, Tim Cavagin, Dan Morgan - Última noche en el Soho
MEJOR MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA
Para Cruella, el reto era trabajar con los patrones ya marcados, el peinado supericónico dividido en dos tonos, blanco y negro, smokey negro y labios rojos. Así Stacey Morris comenzó yendo más allá, enseñando los orígenes del personaje y empezar a dibujar la importancia del rojo en el simbolismo del personaje, plasmándolo en la melena característica de Emma Stone. Para luego pasar al frizzy blanco y negro con el impactante vestido rojo (de la diseñadora de vestuario nominada al Oscar Jenny Beavan). En dicho outfit, lleva la cara pintada en spray negro donde se puede leer “The future”, al más puro Sex Pistols en la portada del albúm "Never Mind The Bollocks". Maquillaje y vestuario en Cruella se estrechan la mano en la construcción de un personaje estrafalario que, si no fuera por el arrase de otra reina lo excéntrico como Tammy Faye, sería una firme candidata a la victoria.
Tanto La casa Gucci como Los ojos de Tammy Faye tienen amplias papeletas para llevarse la estatuilla, dadas las impresionantes transformaciones y el complejo trabajo que hay detrás. Ridley Scott contrató al diseñador de prótesis nominado al Oscar Göran Lundströn por Border (Ali Abbasi, 2018) para transformar al irreconocible Jared Leto en el instantáneamente icónico Paolo. Leto insistió para que Lundströn y su equipo, formado por Anna Carin Lock y Frederic Aspiras, le colocaran las prótesis totalmente apartados, y casi a escondidas, del resto del elenco.
Por su parte, en postizos transformadores, para recrear el estilo único de Tammy Faye Bakker, la maquilladora Linda Dowds, la peluquera Stephanie Ingram y el diseñador de prótesis Justin Raleigh trabajaron en equipo y cambiaron a Jessica Chastain totalmente, quien le daba ella misma el último toque al maquillaje de la cara. Con exceso de rímel a Los ojos de Tammy Faye y de lápiz de labios para dar ese aire casero y no profesional, tacky a más no poder. A lo largo de la película, se aprecian los cambios de estilo y el envejecimiento del personaje, guinda del pastel. El Critics’ Choice i el BAFTA le han dado el espaldarazo definitivo en la carrera para sonar el domingo.
Para el retorno del príncipe Akeem (Eddie Murphy) para El rey de Zamunda (Craig Brewer), Mike Marino, Stacey Morris y Carla Farmer no sólo tenían que envejecer a los protagonistas, sino reflejar el afropunk de la Zamunda del título. Los filmes de Eddie Murphy interpretando múltiples personajes han llegado a esta consideración en los Oscars en distintas ocasiones, pero dada la competencia con mayor sofisticación que posee, no asumirá el trono.
También con prótesis para las apariencias voluminosas, el Barón de Stellen Skarsgård de Dune tiene claras influencias al épico Marlon Brando de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979). Donald Mowat y el equipo sueco de Love Larson y Eva von Bahr hicieron prótesis hasta del lóbulo de las orejas, dando esa carnalidad que piden las criaturas de Dune. En un año de grandes encarnaciones de figuras reales, modalidad que la Academia adora, no se augura que la cinta de Villeneuve añada este técnico a sus optimistas pronósticos.
Ganará: Linda Dowds, Stephanie Ingram, Justine Raleigh - Los ojos de Tammy Faye
Debería ganar: Göran Lundström, Anna Carin Lock, Frederic Aspiras - La casa Gucci
Echamos en falta: Heba Thorisdottir, Greg Funk, Sabrina Wilson, Jillian Erickson - El escuadrón suicida
MEJOR DISEÑO DE VESTUARIO
Cuando se realiza una película ambientada en el mundo de la moda, existe una alta probabilidad de despuntar en esta categoría, pero si además lo combinas con un toque de fantasía que permite exuberancia, es un caramelo irresistible. Esto es lo que hará ganar a Jenny Beavan su tercer Oscar por Cruella -tras Una habitación con vistas (James Ivory, 2016) y Mad Max: furia en la carretera (George Miller, 2015)- donde derrocha un torrente de personalidad gótico-urbana llena de pieles, siendo realmente lo más deslumbrante de la cinta. A Jenny Beavan le lanzaron miradas de desprecio cuando fue a buscar por el pasillo su segundo Oscar por el vestuario de Mad Max: furia en la carretera, evidenciando que muchos de los asistentes de la Gala no sabían quien era esa señora mayor con pelo largo canoso y chaqueta rockera.
Han pasado más de 35 años de Una habitación con vistas, su estilo para confeccionar favorito, y demuestra que es capaz de todo, con el más es más de algunos momentos de Cruella. Ambientada en el mundo de la moda en el Londres de los 60-70, el poder de la antagonista es evidente solo con su presencia y el conflicto entre las dos protagonistas se refleja a través del color. No sabemos si Stone ha negociado quedarse con parte del vestuario, como hizo en su momento la sabia Glenn Close con 101 Dálmatas (Stephen Herek, 1996).
Beavan ha dominado la carrera, así que poco parece que podrán hacer las demás, donde sobresale la labor de Paul Tazewell en West side story, donde mezcla colores vivos con vestuarios más asépticos para retratar este mundo de luces y sombras en la Nueva York de los 50. La enemistad también se palpa en los atuendos de West Side Story definiendo las diferencias entre las bandas rivales Jets y Sharks a través de su vestuario. Los Jets lucen influencias calcadas a los looks tipo Marlon Brando y James Dean, mientras que los Sharks de Puerto Rico tienden a piezas más coloridas. A todo ello, cabe añadir la enorme dificultad de confeccionar vestuario que estará en movimiento constante como es una coreografía, donde Tazewell consigue que este siga brillando y no se pierdan entre los pasos de baile.
La nota de ciencia-ficción, tan reivindicada en los últimos años, viene de la mano de Dune, sobrio y solemne, pero reconocible y perfectamente adaptado a la narrativa. Jacqueline West y Robert Morgan crean un vestuario con una visión sofisticada, pero a la vez sobria, medieval a la par de futurista. Las túnicas majestuosas, llenas de detalles joya, como la naranja de Lady Jessica al aterrizar Arrakis, son un espectáculo. Los trajes, con un sistema de reciclaje de fluidos, permite a los Fremen sobrevivir en las condiciones del desierto, mientras que las monjas Bene Gesserit llevan atuendos que las hacen parecer piezas de ajedrez, cubiertas por redes que hilan el destino. West y Morgan jamás han ganado y, aunque se han llevado unas cuantas menciones en la crítica o el gremio de vestuario -donde Cruella también obtuvo su parte-, no pinta que la cinta de Villeneuve vaya a tener éxito por estos lugares.
En el cine preciosista de Joe Wright, los vestidos siempre han jugado un papel fundamental en la narrativa y la construcción de imágenes ricas visualmente, hecho que también se aprecia en Cyrano. Confiando de nuevo en la multipremiada Jacqueline Durran para los vestidos de la Roxanne de Haley Benett, pero entregando el trabajo duro al italiano Massimo Cantini Parrini -nominado el año pasado por Pinocho (Matteo Garrone, 2020)-, Cyrano vuelve a ser un festín apetecible en el que nada desentona a este nivel. Con tejidos de apariencia ligera, con seda y lino, Parrini y Durran se inspiraron en las acuarelas del siglo XVI al XVII. Pero el hecho de no estar en una película de peso en la ceremonia ni de innovar particularmente -a diferencia de otros compañeros-, la descarta totalmente para el triunfo. En última instancia tenemos la aportación de Luis Sequeira a El callejón de las almas perdidas, el trabajo más oscuro y cotidiano de los propuestos, no por ello menos complicado.
El aspecto del protagonista simboliza su carácter camaleón por supervivencia, pasando de un viejo traje de tweed como feriante, a enfundar a Bradley Cooper en elegantes trajes y esmóquines cuando este asciende en la alta sociedad. Perfectamente adecuado para su propósito en el film, se trata de la opción más discreta a ojos del votante medio y, junto a la dura competencia, es improbable que el canadiense suba al escenario el día 27.
Ganará: Jenny Beavan - Cruella
Debería ganar: Paul Tazewell - West side story
Echamos en falta: Janty Yates - La casa Gucci
MEJOR DISEÑO DE PRODUCCIÓN
El universo de Dune recreado por Villeneuve, totalmente diferente la versión kitsch de David Lynch, no deja de tener el hándicap de cualquier película de ciencia ficción, asegurarse no parecerse a otras del género que el público pueda recordar, que se reconozca como único, sin influencias icónicas como las sagas de Star Wars o Matrix. El castillo de la familia Atreides con ambiente minimalista noruego decorado con aires taurinos, los enormes vehículos voladores con alas que parecen libélulas… La puesta en escena es una mezcla de culturas que parece imposible, pero con el trabajo de Patrice Vermette y Zsuzsanna Sipos desafía cualquier expectativa. Dune ha ganado por todos los sitios donde ha pasado, pero siempre queda la duda de si la Academia se reservará su reconocimiento para la traca final.
También elegante, pero al otro del realismo, Tamara Deverell y Shane Vieau recrean, para El Callejón de las Almas Perdidas, el Art Deco de la alta sociedad de Chicago, donde la oficina de la psiquiatra interpretada por Cate Blanchett tiene detalles de Rorschach en la madera, para insinuar atrapamiento. Pero el plato fuerte está en el despliegue de las atracciones clásicas de feria, con una auténtica rueda de la fortuna, un carrusel… Y, sobre todo, una casa de la risa con la temática del cielo y el infierno, que Guillermo del Toro les exigió que fuera material para sus pesadillas. El mexicano no es ajeno a esta categoría, ya que El laberinto del fauno (2006) y La forma del agua (2016) triunfaron en sus respectivas ediciones, y El callejón de las almas perdidas reúne suficientes virtudes para la victoria frente a Dune, como puede ser el hecho de tratarse de un trabajo más artesanal. Siendo la opción más firme para evitar el cero en el palmarés, en contra, tiene la propia película, que ha tenido una acogida más tibia que sus anteriores trabajos, sorprendiendo su inclusión entre las 10 nominadas a mejor película. Ojalá se valore exclusivamente la exquisitez de este apartado, independientemente de la obra en su totalidad.
La escrupulosa ambientación Spielberg, con reconstrucción de New York en los años 50, recuperando localizaciones reales modificadas por CGI y combinándolas con cuidados decorados, ayuda a formar esa puesta en escena a ratos teatral, transportándonos a los barrios rivales. El ganador del Oscar por El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014), Adam Stockhausen, junto con Rena DeAngelo mezclaron Harlem, Queens, el Bronx junto con Patterson y Newark en Nueva Jersey para hacer una clara distinción geográfica entre los Jets y los Sharks. Entre los múltiples reconocimientos de la versión de Wise y Robbins está la de su dirección artística y cabe decir que la de Spielberg incluye todo lo bueno de ella e incluso lo amplifica, de manera que sobre el papel tiene muchos alicientes para ser una gran ganadora. Lástima que se enfrente a los dos gigantes de arriba.
Para El poder del perro, la explanada de Montana se convierte en un lugar oscuro y opresivo. Grant Major y Amber Richards construyeron una casa digna de Gigante (Geroge Stevens, 1956), con gran importancia en la escalera, que se convierte en símbolo de la posición elevada para Cumberbatch y continua tortura para su cuñada Dunst. Unos decorados de gran poder simbólico que aportan a la narración, pero que a nivel de espectacularidad palidecen sensiblemente al lado de las otras candidatas, y eso el votante lo nota.
Stefan Dechant y la decoradora Nancy Haigh le dieron ventaja al blanco y negro de Macbeth, sombrío y frío, con una puesta en escena minimalista, en su propia versión del expresionismo alemán, para centrarse en las luces y sombras del escenario representante las del propio Macbeth y entregarles todo el protagonismo visual a los personajes. Un trabajo delicioso y lleno de entidad que colabora para que la película de Joel Coen sobresalga de la adaptación media del clásico de Shakespeare. No obstante, el minimalismo suele perder frente a cosas más cargadas como El callejón de las almas perdidas o West side story, así que no confíamos mucho en la única de las nominadas que no está en Mejor Película.
Ganará: Patrice Vernette, Zsuzana Sipos - Dune
Debería ganar: Tamara Deverell, Shane Vieau - El callejón de las almas perdidas
Echamos en falta: Adam Stockhausen, Rena DeAngelo - La crónica francesa
MEJOR GUIÓN ORIGINAL
La amplia variedad de propuestas ha derivado en una carrera dispar que sitúa hasta cuatro de las nominadas en serias posibilidades de victoria. Ojeando las cifras, los 12 ganadores más recientes de Mejor Guión Original fueron, al menos, nominados a Mejor Película. Seis de ellos ganaron el gran premio, elevando a 18 el número total de campeones de Mejor Película con guiones originales ganadores del Oscar, valores que reúnen 4 candidatas este año. Belfast se postulaba como la favorita al inicio de la carrera por varios factores: la pasión despertada en Toronto, tratarse de una historia muy personal que aborda un contexto convulso a través de una mirada muy tierna y nostálgica, y tener a un gran nombre como Kenneth Branagh huérfano de Oscars. Los pocos premios de la crítica que cosechó no mermaron mucho sus pronósticos, ya que la mayoría entregan un único premio de guión -que se fueron a las adaptaciones de El poder del perro o Drive my car-, y su triunfo en los Globos de Oro parecían asegurar su lugar.
Pero a Kenneth se le han escapado cosas importantes que han ido a parar a sus compañeros, como el BAFTA -su casa-, o el sindicato de guionistas, donde el film no era elegible (y que podría justificar su victoria en los Oscar). Pensamos que la deuda y la voluntad de salvar el honor de Belfast y evitar un casillero a 0 pasarán por premiar su libreto, ante la evidente caída que ha ido sufriendo a lo largo de estas semanas. Por nuestra parte, Belfast cumple con los requisitos de la película que quiere ser y es admirable cómo cuenta concisamente su trama en unos 90 minutos a los que los autores de hoy en día parecen alérgicos. No obstante, no nos habría importado una mayor duración para profundizar en la dimensión política.
El rival más directo de Branagh es otro cineasta de filmografía casi impecable y que, con sus 11 nominaciones, es alguien al que ya le va tocando tener varias estatuillas en casa: Paul Thomas Anderson. Después de años de obras magnas y oscuras sobre la condición humana, Anderson filma un retrato nostálgico ambientado en 1973 en la zona donde creció, el Valle de San Fernando -escenario habitual de sus primeras películas- en la maravillosa Licorice Pizza. Anderson sigue la curiosa relación entre Alana y Gary a través de un guión que, como ellos, deambula por un espacio y época concretos que dan lugar a una serie de viñetas que, sutilmente, van construyendo todo.
Aderezado con la gracia del californiano para los diálogos, Licorice Pizza puede poner de acuerdo a los votantes añejos con morriña de esos tiempos y al sector más intelectualoide que tiene al director en un pedestal, a pesar de firmar uno de sus títulos más accesibles. Contra pronóstico, batió a Branagh en los BAFTA y la crítica lo ha encumbrado, aunque no se hizo con el gremio de guionistas ni el Critics’ choice, que fue para Belfast, lo cual lleva a pensar que Anderson, otra vez más, sumará y seguirá sin éxito.
La que truncó la carrerilla -como la de los protagonistas de Licorice Pizza- que Anderson había tomado fue No mires arriba, amarrándose al sindicato de guionistas. Desde que Adam McKay diera un giro a su carrera centrándose en sátiras políticas y económicas que ilustran los Estados Unidos del siglo XXI con sorna y, a la vez, vistiéndose de cine inteligente plagado de estrellas, el director no ha parado de triunfar y añadir presencia en los grandes premios porque ha encontrado una fórmula de entretenimiento para adultos disfrutona y que suscita a la reflexión. Adam McKay, esta vez junto a David Sirota, sigue fiel a su estilo en su obra más alocada y excesiva, divertida pero con poso amargo en este relato literal del fin del mundo. Están todos los aciertos (la mordacidad y ocurrencia, llevar al límite las situaciones) y los defectos (una cierta brocha gorda) de siempre.
Teniendo en cuenta que McKay ya fue premiado, que No mires arriba solamente ha entrado en 4 categorías y una carrera a la sombra de otras nominadas, es muy factible que No mires arriba contradiga a su título y mire hacia arriba, hacia el escenario del Dolby viendo como otro film recoge este premio. No está muerta por la inyección del sindicato y porque estamos ante la película más popular de las nominadas, de descomunal éxito en Netflix que ha generado mucha conversación y que, no cabe duda, que es una de las cintas capitales de la edición para captar al público. Guión y montaje son sus baluartes así que, si se quiere gratificarla, podría ser aquí.
En un panorama tan dividido, la victoria puede recaer en una outsider que ha encandilado al planeta como La peor persona del mundo. Muchos han querido plasmar la generación millennial, en ficción se ha convertido casi en un subgénero en series. Para La peor persona del mundo, Trier estructura la película en una serie de capítulos, captando las diferentes etapas vitales por las que atraviesa la protagonista, quien a su vez es su propia antagonista. Esta técnica podría jugar en desventaja, pero la frescura que inspira hace que se le perdonen los rótulos de los episodios. Enseñar la volatilidad como estilo de vida actual, junto con el fallo como motor de vida y la duda como aprendizaje, convierten al film en la apuesta más interesante.
Si la Academia quiere una película que dé de qué hablar, deberían dejar la ficha sobre la nórdica, igual que el año pasado. Aquí, como en Otra ronda, se cuestiona qué significa ser un adulto, pero con un tono diferente, menos canto a la vida y más humor ácido, pero también se evita intentar que el protagonista caiga bien. Si es imposible decidir entre veteranos como Branagh, Anderson o McKay, la alternativa world puede imponerse como cuando lo hizo Pedro Almodóvar y su Hable con ella en 2002, añadiendo la gracia de laurear una de las sensaciones de la temporada que, con mucha seguridad, no podrá saborear las mieles del éxito en Mejor Película Internacional. Lamentablemente, esto es una posibilidad de las muchas variables que plantea la categoría este año y, a diferencia de Almodóvar, Trier y su coguionista Eskil Vogt no han colocado en ningún precursor de peso ni en la crítica su libreto, un mal síntoma.
Dependiendo de cómo encaren las votaciones, no sería descabellado pensar en un triunfo aquí de El método Williams, que salió muy reforzada en las nominaciones instalándose en categorías clave. El biopic del padre de Serena y Venus Williams merece la nominación ya por el limpiado de cara que le han hecho al protagonista, pero es, sin duda, la opción más convencional y floja de las presentes. Sin desmerecer algunas escenas inspiradas, el contenido del film responde a la fórmula y, por suerte, los Oscar suelen desmarcarse de ella y en guión premiar la originalidad, característica más evidente en las otras candidatas. Pero, como venimos repitiendo, en un año tan abierto, cualquiera puede ganar el último set. Simplemente, El método Williams solamente ha tenido nominaciones en el ámbito prácticamente sin traducción a premio, y esto la deja más atrás.
Ganará: Kenneth Branagh - Belfast
Debería ganar: Paul Thomas Anderson - Licorice Pizza
Echamos en falta: Fran Kranz - Mass
MEJOR GUIÓN ADAPTADO
El año pasado, con Nomadland, premiaron a Chloé Zhao por partida doble con mejor película y mejor dirección, dejando pista al resto de candidatas en las otras categorías, este caso podría repetirse ahora con el de Jane Campion. Aun habiendo hecho una leal adaptación al libro 1967 de Thomas Savage y que eso supusiera su segundo Oscar de escritura después de The Piano, creemos que la Academia podría respaldar otros films con propuestas dialécticas más ricas como La hija oscura o Drive my car. La película de Campion ha amasado los premios de la crítica, pero a la hora de entrar en la industria, no ha recogido nada -solamente el Critics’ choice sí lo incluímos como precedente relevante- y nada más.
Y no nos extraña porque El poder del perro es sutileza en imágenes y esto al votante medio puede pasarle desapercibido y valorar más otras candidatas fundamentadas en la conversación. Si El poder del perro mantiene su reinado de frontrunner y, ante un posible vacío hacia los actores, quedan pocos ámbitos con los que cebar el palmarés del film. Guión adaptado, junto a dirección, suena lo más coherente y factible.
Sin embargo, estas últimas semanas CODA ha comido mucho terreno a la película de Campion y ya opera como alternativa. La feel-good movie de Siân Heder le arrebató el BAFTA y obtuvo la aprobación del sindicato de guionistas (donde El poder del perro no podía competir), posicionándose como una rival sólida. CODA, a diferencia del drama de Campion, es un film más accesible y fácil de ver con, además, un buen balance de secuencias emotivas y divertidas, dialogadas con cierta gracia, convirtiéndola en una propuesta que puede sumar más consensos.
Si al final CODA estuviera destinada a ser la Mejor Película, no cabe en la cabeza que, con tan pocas nominaciones, no vayan a reconocer su libreto. Al final, esta categoría depende de la narrativa que la Academia adopte este año de cara al premio gordo: la autoría de una veterana como Jane Campion o la película de vocación popular que gusta a todo el mundo. Realmente si CODA no tuviera este momentum ahora mismo, seguramente no estaría en la conversación para la victoria, ya que, a pesar de sus virtudes, no supera a la versión original -La familia Bélier (Eric Lartigau, 2014)- y tampoco vuela tan alto como cabría esperar.
Si no es ni una ni la otra, que lo dudamos, como en Mejor Guión Original hay esperanzas para la vía foránea. Drive my car ha conquistado muchos premios de la crítica y el texto de Hamaguchi es de una complejidad de capas vehiculadas con una sencillez y cercanía asombrosas. La película logra conmover a medida que progresa y, además, contiene ese factor metateatral que a la Academia le gusta. A diferencia de El poder del perro, la distancia japonesa acaba encendiendo una llama de calidez que acaba compensando al espectador después de tres horas de visionado. Estas son bazas suficientes para premiar a Hamaguchi en un acto de valentía. Sus barreras: el duelo Campion-Heder y las 3 horas de pausa japonesa que muchos rechazarán.
A medio camino entre la frialdad de El poder del perro y la riqueza emotiva cocida a fuego lento está La hija de oscura. Para su debut como directora, la actriz convertida en escritora Maggie Gyllenhaal obtuvo el permiso de la novelista italiana Elena Ferrante para adaptar la novela homónima. Una joven prometedora el año pasado sentó precedente para la actriz Emerald Fennell a abrirse paso como guionista y directora, así que alguien tan bien relacionado como Maggie debería tenerlo en el bolsillo. No ha tenido una carrera desastrosa al haber recogido el premio USC Scripter al mejor guión adaptado, que a menudo marca la victoria al Oscar en esta categoría, y fue la reina de los Spirit awards, los premios del cine independiente americano.
No obstante, su mayor flaqueza es que no llegó a entrar a la categoría reina y, desde que se amplió el número de candidatas a más de cinco, jamás ha ganado ninguna película no-nominada para el premio gordo. De hecho, la última vez que ganó una opción que estuviera fuera de Mejor Película fue Dioses y monstruos (Bill Condon) en 1998, en un año donde casi todas las contrincantes competían en guión original. Su única rival era el lirismo de Terrence Malick de La delgada línea roja, parco en palabras y de fácil atragantamiento para muchos académicos. Es decir, una victoria en campo fácil, cosa que no tiene Gyllenhaal. Una pena, porque La hija oscura posee motivos de sobra como para ser una digna portadora del premio en la manera como consigue que el público empatice con una protagonista tan problemática.
Finalmente, Jon Spaihts consigue la nominación por Dune un poco por efecto arrastre de la película y una alarmante falta de alternativas potentes en la categoría. El trabajo de Spaihts es destacable al trazar una ciencia ficción para adultos, basada en la mítica epopeya de Frank Herbert de 1965, y la valentía de hacer lo contrario a la mayoría de adaptaciones, en este caso parte la primera novela en dos; con reposo suficiente para construir su universo y sentar unas bases resistentes para la progresión al siguiente capítulo. Las nulas victorias del film aquí, la espera de una segunda parte más explosiva y las batallas que se libran los otros nominados la dejan completamente fuera.
Ganará: Siân Heder - CODA
Debería ganar: Ryûsuke Hamaguchi, Takamasa Oe - Drive my car
Echamos en falta: Tony Kushner - West side story
MEJOR CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN
Siempre puede haber una sorpresa, pero este Oscar suele ir para una propuesta amable y de proyección más familiar, prueba de ello son las incontables veces que Disney, Pixar o la animación europea más mona se ha hecho con él. Este año la que cumple con este perfil es Peti Roja (Dan Ojari, Michael Please), el corto musical sobre la búsqueda de la identidad de un pájaro criado en una familia de ratones. Distribuída por Netflix, es la película más popular de la lista y esto puede llevar a un voto por inercia del votante medio que no se sienta a ver los cortos. Dicho esto, se trata de la propuesta más infantil y formulaica que, sumados a sus casi 30 minutos con abundante música, puede llegar a empachar.
Paradójicamente, la propuesta que creemos que puede sobrepasarla es la más oscura: Bestia. El corto chileno de Hugo Covarrubias es una recreación de la figura de Íngrid Olderöck, agente de policía secreta responsable de numerosas torturas a presos en la dictadura chilena. Frío y perturbador, es un notable ejercicio atmosférico que aprovecha muy bien su condición de animación. Con el Annie en el bolsillo y un admirable recorrido por Festivales, si se quiere optar por un discurso político, esta es la vía. Si la historia de Olderöck queda lejana para muchos votantes, pero se prefiere seguir por la vía adulta, gana puntos El limpiaparabrisas, cortometraje del madrileño Alberto Mielgo sobre varias historias cruzadas que invocan al amor en nuestro tecnificado presente. Bellamente animado y con varias viñetas en las que podemos ver reflejos de nuestro entorno, puede devenir ese punto medio que satisface a la mayoría, pese a que no ha tenido mucha presencia internacional.
A diferencia de la película de Mielgo, Asuntos del arte sí que ha recorrido muchos certámenes con un buen balance. El corto británico de Joanna Quinn es una sátira de una mujer madura insatisfecha en su vida, pero el haber perdido el BAFTA en casa y ser la propuesta más enervante de todas, dificultará oír su nombre el domingo. La quinta de la lista es Boxballet (Anton Dyakov), cuyo argumento (la relación entre un boxeador rudo y una bailarina delicada) reúne características de una ganadora. Todo pintaría a favor de ella si no fuera por el detalle de que su nacionalidad es rusa y, ahora mismo, dudamos que el país despierte simpatías entre los votantes.
Ganará: Peti roja
Debería ganar: Bestia
MEJOR CORTOMETRAJE DOCUMENTAL
Una categoría como esta siempre va ligada al compromiso social que la Academia quiera mostrar en un momento determinado, así que acostumbra a ser complicado determinar a qué es lo que querrá dar apoyo. Si deciden irse por la rama feminista, The Queen of Basketball (Ben Proudfoot) es la vía, al dar a conocer a Lusia Harris, otro caso más de mujer campeona -de baloncesto en los años 70, en este caso- invisibilizada por la historia y la sociedad. Ganadora del Critics’ Choice, es una propuesta histórica de esas que a la Academia le gusta reconocer -el año pasado, sin ir más lejos, premiaron a Colette (Anthony Giacchino), otro relato extraordinario desconocido de mujer en la historia-. Harris falleció hace escasos 2 meses, por lo tanto este Oscar funcionaría también como homenaje. Por otro lado, en un año en que CODA ha cobrado fuerza para llevarse el premio gordo, ¿la Academia no premiará un documental protagonizado por chavales de un instituto para sordos?.
Esto potencia la narrativa para Audible (Matthew Ogens) que, más allá de esto, no ha tenido una destacada presencia en el circuito de festivales, cosa que sí pueden decir Tres canciones para Benazir (Elizabeth Mirzaei y Gulistan Mirzaei) y Cuando éramos acosadores (Jay Rosenblatt). La primera cuenta la historia de amor de una pareja en Afganistán, país que vuelve a vivir tiempos convulsos desde el regreso de los talibanes y que, como Ucrania, puede sumar muchas muestras de apoyo al pueblo afganés. La segunda, una exploración hacia el pasado de un caso de acoso escolar. Por último, Enséñame el camino a casa (Pedro Kos, Jon Shenk) describe el día a día de los sin techo en San Francisco, tema extrapolable a otras ciudades pero que, al mismo tiempo, puede sentirse un poco ajeno a otros votantes. La única nominación del corto ha sido en los Oscars, así que dudamos que prospere más allá de esto. Cómo vemos, variedad de problemáticas y mucho donde elegir, pero apostamos por la primera de todas porque es la que deja más buen sabor de boca y, sobre todo, la de más corta duración, factor que suele ir a favor.
Ganará: The Queen of Basketball
Debería ganar: The Queen of Basketball
MEJOR CORTOMETRAJE DE FICCIÓN
A pesar de ser ficción, la elección del mejor cortometraje suele ir, como el de documental, asociado a cuestiones sociales de alto interés con el que la Academia proyecta una imagen de solidaridad a la causa. En 2020, prácticamente de la nada Dos completos desconocidos (Travon Free, Martin Desmond Roe) triunfó por poner en pantalla una historia con reminiscencias al asesinato de George Floyd, detonante definitivo del movimiento Black Lives Matter. The long goodbye puede continuar esta estela antixenófoba con su relato sobre una familia musulmana amenazada por la extrema derecha. Su carrera decente y tener a Riz Ahmed como actor, productor y guionista facilitan la visibilidad del corto de Aneil Karia, aunque recordemos que el año pasado La habitación del correo (Elvira Lind), protagonizada por un bigotudo Oscar Isaac, se fue de vacío. Si hay una que le gana el pulso a paso por festivales es Ala Kachuu - Toma y corre, de Maria Brendle, sobre una joven del Kirguistán obligada a casarse después de ser secuestrada.
La película es la que entronca con el discurso feminista que ha calado en la Academia últimamente y esto le puede dar la victoria, pero como desventaja tiene El vestido (Tadeusz Lysiak), que plasma la desconsideración hacia la mujer en Polonia. Filmada con ternura pero con su punto sórdido, El vestido está protagonizada por una mujer de baja estatura que anhela vivir como cualquier otra. Un encuentro con un camionero puede cumplir las esperanzas que tiene. El vestido agarra fuerte, sobre todo a causa de su maravillosa actriz protagonista, y da un puñetazo memorable, pero también peca en alguna secuencia de sobreexplicativa. La danesa On my mind (Martin Strange-Hansen) aborda una preocupación matrimonial en un karaoke, pero no es tan militante como las otras mencionadas y, además, no ha tenido una amplia presencia internacional. Finalmente, la parcela de género está ocupada por la original Please hold, de KD Davila. Por contra, su relevancia menor es menor en comparación con las otras, rebajando sus previsiones de victoria. Pero, como es habitual, los cortometrajes siempre deparan sorpresas.
Ganará: The long goodbye
Debería ganar: El vestido