SEFF 2021 - DÍA NUEVE
Nuestro último día en el Festival de Cine Europeo de Sevilla nos depara aún alguna grata sorpresa en su programación.
Amanece un nuevo día en la ciudad de Sevilla que durante más de una semana nos ha obsequiado con un tiempo inmejorable en este Festival de Cine Europeo que con esta jornada cierra sus puertas hasta la edición del año que viene.
Y lo hace con la última película de su Sección Oficial pero fuera de concurso que además clausurará esta noche el festival, Belfast de Kenneth Branagh, donde parece plasmar algo de autobiografía en la historia de un chico algo fantasioso y avispado que junto a su familia comienzan a vivir los principios del conflicto en Irlanda del Norte entre católicos y protestantes.
Branagh comienza con mucha fuerza, quizás excesiva, con unas panorámicas a golpe de dron, transición del color al blanco y negro, con unos planos secuencia y alguna que otra cámara lenta que nos hace temer que Branagh no ha dejado aún atrás esa etapa de pirotécnia marvelita. Pero tras estos efímeros fuegos artificiales, el director reposa y toma pulso tanto a las relaciones familiares, donde se muestra cercano hacia toda su familia y parece no querer culpar a ninguno de sus progenitores, sobre todo a ese padre intermitente pero que no deja nunca de querer a sus hijos, como al conflicto social en sí con alguna que otra imagen de archivo y cierto suspense.
Hay, eso sí un excesivo uso de las canciones que remarcan demasiado la época cuando está bastante clara desde sus inicios y algún momento de cursilería puntual que son perdonados por esos minutos finales y el plano final con la mirada de una gran Judi Dench.
Y mientras se anunciaba el palmarés de este año, que como nos tiene acostumbrado el festival, ha premiado más todo lo externo y los discursos sociales/políticos más que al material cinematográfico en sí, nos dejamos instruir durante algo más de dos horas y media por Mark Cousins y el añadido que ha hecho a esa serie estupenda Story of Film con Story of Film: A New Generation que entra a analizar todos los avances y discursos que se han llevado a cabo en el cine durante estas dos décadas que llevamos del siglo XXI.
Siempre educativo e interesante en sus teorías y análisis de las imágenes de las películas y sobre todo en las relaciones que genera (nunca hubiésemos asociado el Joker de Todd Philips con Frozen), el problema con Cousins viene siempre en el uso que hace de la música en sus textos fílmicos, que van desde la más profunda melancolía a cierta pedantería cursi.
Con todo, y como ya dijimos en la crónica de días atrás a propósito de su Story of Looking, Cousins siempre hay que tenerlo en cuanta pues es uno de los más grandes historiadores del cine en la actualidad y por esas tareas titánicas que realiza relacionando toda la historia del cine desde sus inicios hasta este mismo momento.
La tarde empieza con Outside Noise, de un director desconocido aún por estos lares, Ted Fendt, auténtica resistencia del verdadero cine independiente norteamericano y que se ha colado en el festival gracias a las cotas de coproducción del festival y que siempre suelen regalarnos obras admirables.
Fendt se muestra más interesado en mostrar los momentos íntimos y de descanso en la travesía de dos amigas, más otra que se suma de New York a Viena, sin apenas recurrir a una necesaria progresión dramática de los acontecimientos o un modelo narrativo más académico al uso.
Esto, unido a un maravilloso 16mm en el que ha sido rodada la película, de apenas una hora, nos transporta a unas imágenes poderosas del otoño y de la vida cotidiana de estas jóvenes, de la que vamos conociendo sus intereses y dudas en ese periodo confuso que es la juventud.
Continuamos con La Peor Persona del Mundo, nuevo filme de Joachim Trier que tras la fallida Thelma cambia completamente de registro para ofrecernos una comedia romántica con ciertos toques de realismo mágico entre una joven bastante neurótica e indecisa y los dos grandes amores de su vida.
Trier divide su película en doce capítulos con un prólogo y epílogo donde una narradora bastante entrometida y crítica relata algunos pasajes de la vida de la joven y sus pensamientos y acciones, siempre con el tono y tiempo justo para no resultar cargante. Esta división también le sirve al director para estructurar su película más en estampas o sketches de la vida romántica de los personajes con los que hacer progresar su narrativa.
Y realmente lo logra, creando una estupenda comedia, con algunos pasajes muy incorrectos como una fiesta con setas alucinógenas o mofas a propósito del metoo y su censura creativa. Sin embargo, y sin entender por qué, también decide apostar sus últimos capítulos en una subtrama dramática, que aporta un buen diálogo sobre el cambio generacional pero que resta demasiado al relato en general.