SEFF Crónica del tercer día del Festival de Cine Europeo de Sevilla
El día de hoy dio paso a películas esperadas que no cumplieron las expectativas y otras obras desconocidas pero mucho más interesantes. Grandes preguntas sobre la distribución o la coproducción en el festival se nos plantearon.
Nuestra tercera jornada en el festival da comienzos con La Mort de Louis XIV de Albert Serra que nos traslada a la lenta agonía de las últimas horas del monarca francés acompañado por sus familiares y todos sus súbditos.
Aunque mejora su Història de la Meva Mort, la película resulta agotadora y poco arriesgada al apostar todo en elementos comunes para este tipo de cine de época tal como una fotografía inspirada en las pinturas de Remberandt o Caravaggio pero que no poseen el alma de estas Simplemente, lucen bonitas a la vista aunque para ser una historia sobre el Rey Sol poco se puede vislumbrar y con un uso del Scope desaprovechado ya que el espacio tan cerrado impide que se luzca la película en este formato, a excepción de algunos momentos puntuales.
El gran actor Jean-Pierre Léaud da vida a Luis XIV con un mimetismo asombroso, quizás lo mejor de la película junto con los apuntes históricos, bastantes fidedignos y ciertos toques de humor negro y que lamentamos que no se hubiesen extendido ya que el filme tiene todos los elementos para poder haber sido una obra bufa (ese farsante con sus pócimas o los súbditos intentando cebar a un pobre rey ya moribundo.
Tras la película, llegó la rueda de prensa con el director y su conocida verborrea, en la que descubrimos que el génesis de esta es un encargo del Centro Pompidou para realizar una performance sobre la muerte de Luis XIV que duraría 15 días (lo mismo que tardó el rey en morir) pero que debido a la falta de presupuesto no pudo realizarse. Nos habló también del trabajo con Jean-Pierre Léaud o algunos apuntes del montaje algo asincrónico de sus últimos cuarenta y cinco minutos.
El día continúa con Heartstone de Guðmundur Arnar Guðmundsson , una historia sobre el despertar sexual de dos amigos en un pequeño pueblo de Islandia.
Aunque tópica, ya que en sus dos horas se revisitan todas las situaciones típicas de este tipo de historias, desde el amigo enamorado de su mejor amigo, la atracción de este por una chica, la aceptación, la homofobia latente en los pequeños poblados..., la cinta resulta valiente al atreverse a mostrar con niños de 12 años lo que normalmente otros directores eligen hacerlo con actores mayores de edad y hay situaciones que quizás a más de uno puedan perturbar debido a la edad de los actores, los cuales transmiten en todo momento una sensación de realismo a la historia.
Dejaremos a un lado el debate mayor que sin embargo ha suscitado esta película y es el de la inclusión de escena donde se matan animales (peces, gansos, una cabra...) pero que no debería ser problema para emocionarse con el filme.
La sesión de tarde era esperada, y así se ha notado en la sala, debido sobre todo a los premios cosechados, sobre todo el Premio del Jurado de Cannes. American Honey, dirigida por Andrea Arnold es una road movie sobre una joven (Sasha Lane) que comienza a trabajar, junto a un grupo peculiar de jóvenes de su edad, vendiendo revistas por a lo largo de los Estados Unidos y atraída por el personaje que interpreta Shia LaBeouf, en una relación de amor y desamor entre ambos.
Cabría preguntarse qué hace en la sección oficial y más dentro de concurso, una película como esta, que ya tiene la distribución asegurada (el logotipo de Universal ha dejado boquiabierto a más de uno) y más tratándose de un festival de cine europeo con el que la cinta no concuerda demasiado en lo que deberían ser sus propuestas. Cosas de la coproducción.
La cinta de Arnold podría ser un intento de Spring Breakers sin colores alucinógenos ni situaciones extremas, usando todo un repertorio de música pop internacional con mejores y peores resultados, cambiando a James Franco por Shia LaBeouf (demasiado formal para lo que nos tiene últimamente acostumbrados) y alargando hasta sus dos horas y media una historia que no daba para más de dos.
La siguiente película, Belle Dormant de Adolpho Arrieta, un director a reivindicar al igual que Paul Vecchiali, por la libertad e imaginación de sus obras desconocidas para la mayoría del público, y que cuenta (de una forma bastante fidedigna al cuento original) la historia de la belle durmiente pero trasladando al príncipe al año 2000.
Muy original en su propuesta y en la forma de contarla, el filme crea toda una mitología detrás del cuento donde las hadas se esconden bajo organizaciones como la UNESCO y reyes quieren convertir castillos medievales en casinos (esto no muy alejado de la realidad). De nuevo encontramos entre los actores a Matthieu Amalric, que está siendo casi omnipresente en el festival.
Un ritmo muy ágil y divertido que deja con ganas de más, sobre todo por no contar como seria el verdadero choque de esa familia real decimonónica al enfrentarse al siglo XXI y su tecnología que confronta con ese mundo de magia donde habitaban.
El día acaba con Homo Sapiens, un documental de Nikolaus Geyrhalter y que nos muestra una serie de edificios que han sido abandonados por el hombre en una muestra de cine postapocaliptico cuyas escenas (sin ningún tipo de efecto especial o digital) superan con creces cualquier escenología de destrucción que se vea en el cine.
Solo comprobar como la naturaleza se adueña de estos lugares donde ya el hombre no tiene nada que ver, hace reflexionar sobre el papel de este en el planeta tierra y lo insignificante que es.