Comienza un año más el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF) que celebra además esta vez su XV edición, en un año donde dominan las propuestas más reivindicativas (desde el conflicto sirio al Metoo) que proyectan un panorama de una Europa en ebullición, en conflicto continúo que se traspasa en todos sus niveles al Arte, y aquí en concreto al cine.
La encargada de inaugurar este año el festival ha sido Double Vies de Olivier Assayas, que ya estuvo hace unos años en el festival presentando Personal Shopper y en la que vuelve a contar para nuestra alegría con Juliette Binoche. Se trata de una comedia ligera y muy amable donde se suman Vincent Macaigne, Guillame Canet y Nora Hamzawi, donde los hombres interpretan a un escritor de novelas bastante autobiográficas y su editor que no está muy convencido de publicar su siguiente obra, y ellas a sus respectivas parejas. De fondo, los problemas de la comunicación en la sociedad actual con el uso de los dispositivos digitales dominándolo, pero también hay espacio para hablar de propiedad intelectual, de piratería o incluso (la mejor) el mundo de las series-producto, esas tan de moda gracias a plataformas como Netflix, con sus temporadas interminables.
Las intenciones son buenas, las formas no están mal, pero los parlamentos que van soltando los personajes se nos antojan ya muy vistos y anticuados para la época en la que estamos. Ponerse hablar en pleno 2018 de si se puede o no leer en un Iphone o de si la piratería está bien o mal, nos parece que es llegar muy tarde a plantear esos problemas que parecen ya pasados.
Sin duda un paso atrás en la carrera del director que nos enamoró y dejo hipnotizados en su anterior película pero que con esta, a pesar de sus aciertos y sus buenas interpretaciones (que Macaigne y Canet no nos irriten es ya un punto a favor), no llega a entusiasmarnos del todo.
Tras la película, tuvimos el placer de asistir al cocktail de bienvenida donde se rendía tributo también al director Roy Andersson a propósito de la retrospectiva que el festival ha hecho este año de su carrera, un verdadero acto reivindicativo y valiente teniendo en cuenta que nos encontramos en el año donde todo el mundo se acuerda y rememora a Bergman, cineasta al que le falta humor según el sueco.
Andersson se mostró muy amable contestando todas las preguntas que los asistentes con los que charló sobre sus influencias, tanto fílmicas (Fellini, Buñuel y De Sica) como pictóricas en su última etapa donde casi todas sus escenas son en toma fija y de marcado gusto por la pintura flamenca del XVI o Goya.
Nos quedamos sobre todo con esa idea que estuvo planeando durante todo el acto que es la condensación, el saber contar lo justo y necesario con lo mínimo, no alargando la escena ni metiendo material que no tiene sentido y que puede estropear una buena toma.
También nos soltó una primicia: el que podría ser el título de su nuevo proyecto. El mejor de su carrera según él. Será “Je t’aime: About Endlessness of Life”, y luego bromeó tanto sobre la dureza del título como sobre la elección del francés y no otro idioma para expresar la idea del amor.
El primer pase de la tarde ha sido para El Rey, el debut como director de Alberto San Juan junto a Valentín Álvarez y basado en una obra de teatro escrita por el propio San Juan quien además también actúa junto a Guillermo Toledo que van representando un mix de personajes importantes de la historia recién de España, siendo para un inconmensurable Luis Bermejo el único papel fijo de toda la película: el de el rey Juan Carlos I en la noche después de abdicar la corona y cae en un sueño profundo con profética canción de Albert Pla. Suyo es el papel más importante y difícil de este proyecto y no es para menos, pues tiene que defenderse todo cuanto se dice en boca de la retahíla de personajes que van apareciendo.
Se hace un repaso así, a la vida de Juan Carlos desde su vuelta a España por orden del dictador Francisco Franco. Una retrospectiva muy crítica y a la que se le reprocha solo ir mirando a un lado del conflicto, con una tesis muy clara y bastante manipuladora de los hechos.
Lo que no vamos a reprocharle a San Juan, como director, es el buen uso que hace del espacio, una nave a oscuras y unos cuantos focos que crean un lugar extraño y ominoso, donde se mezclan luces y sombras y hay fuerza y dinamismo en sus imágenes.
Sin embargo, y teniendo a Bermejo de actor principal, una gran duda nos corroe durante toda la proyección: ¿Y si Juan Cavestany hubiese dirigido esta película?
Nuestra siguiente película En Liberté! dirigida por Pierre Salvadori es una divertida comedia protagonizada por Adèle Haenel, una policía que descubre que su novio, héroe local, no era esa gran persona que todo el mundo creía y culpó a un inocente de un robo que no cometió. Ese chico, Pio Marmaï, ha salido recientemente de la cárcel y ella decide seguirlo para enmendar el error que se cometió. Pero lo que se encuentra es un ser desequilibrado por la vida en la cárcel.
Salvadori se redime en parte con esta película de sus últimas comedias a las que no encontramos mucha gracia debido sobre todo a su mal uso de los tiempos y los subrayados de más. Los subrayados siguen estando, pero al menos los tiempos se controlan mejor y en momentos muy inspirados de esta película, venidos sobre todo gracias a las locuras cometidas por el personaje de Marmaï o la reiteración de un flashaback contado de mil y una maneras o la interacción del policía enamorado del personaje de Haenel (Damien Bonnard) y un secundario de profesión nada legal, tenemos la sensación de estar ante una notable comedia camino entre el slaptick y la screw-ball
Sin embargo, estos pasajes se empañan con otros más facilones, melancólicos y directamente azucarados venidos de la mano de Audrey Tatou, que desde Amelie no deja de fantasear y soñar despierta
Nuestra jornada acaba con En Guerre de Stephan Brizé, que vuelve al festival después de unos años tras su maravillosa Une Vie y que retoma ideas y conceptos clave de La Loi du Marche en esta historia de trabajadores que exigen volver a ser readmitidos en su trabajo de la fábrica de automóviles de la que han sido echados cuando pensaban que tras un acuerdo de bajada de salario y aumento de horas esto no iba a ocurrir.
Brizé vuelva a contar con Vincent Lindon, que siempre le trae alegrías y transmite como nadie el papel de ciudadano trabajador de clase media-baja y lo pone como líder de estos trabajadores que solo quieren volver a trabajar y que cumplan sus derechos en un sistema capitalista donde lo que importa es que los números cuadren y no las vidas de los empleados que haya que arruinar para conseguir este objetivo.
Puesta en escena realista, cámara al hombre dando la sensación de estar en primera fila de esta revolución que se va cociendo poco a poco hasta que estalla de forma violenta, verbal y física en su clímax, dando importancia también a los medios de comunicación que toman el papel que en La Loi du Marche se le daba a los dispositivos de seguridad como testigos mudos del conflicto y que aquí forman parte del mismo, dando su punto de vista y buscando la polémica del asunto.
Lo que si parece haber cambiado para Brizé es la perspectiva de futuro, pues si en aquella había un margen para la esperanza, aquí una amarga reflexión te consume al llegar a sus títulos de crédito.