Un año más comienza el Festival de Cine Europeo de Sevilla, recobrando el pase de prensa del mediodía que el año anterior echamos en falta y que se ha inaugurado con la película Tierra Firme de Carlos Marques-Marcet, director de la interesante 10.000Km. y que esta vez nos cuenta la historia de un particular triangulo (no amoroso) entre una pareja de lesbianas interpretadas por Oona Chaplin y Natalia Mena, y del mejor amigo de una de ellas al que da vida David Verdaguer (sin duda lo mejor de la película junto a los fugaces momentos de Geraldine Chaplin).
Comenzando como una comedia con ciertas cercanías al cine de Apatow, dónde una de las chicas siente que su reloj biológico va a acabar y le entran las prisas por tener un niño pidiendo la ayuda del personaje de David para una inseminación casera, poco a poco se van dando apuntes más dramáticos que no terminan de cuajar, siendo el principal problema de la película la indecisión por no saber llegar al tono adecuado. Sin embargo, el director salva un poco la cosa gracias a una puesta en escena basada en la improvisación y en el uso de espacios naturales, que le dan más veracidad al asunto y crean una buena dinámica entre los actores.
El pase de la tarde ha sido el turno para Bajo la Piel de Lobo, dirigida por Samu Fuentes y protagonizado por Mario Casas dando vida a un lobo solitario de las montañas, rudo y bestia, que lo entronca con ese otro interpretado por Leonardo di Caprio en The Revenant, y que dos veces al año baja al pueblo más cercano a abastecerse de provisiones. En una de estas veces caerá rendido ante una de las lugareñas y comenzará una particular versión del cuento de La Bella y la Bestia por partida doble tras un funesto hecho.
Entre sus virtudes está un apartado técnico impecable, que nos muestra esas montañas por donde se mueve el protagonista en el invierno y la primavera, pero sobre todo por ese pueblo fantasma donde habita y al que desgraciadamente se le saca poco partido con un guion que se torna repetitivo y una puesta en escena por parte del director que nos sabe a poco con el material que tenía entre manos.
Tras esta, llegó una de las más esperadas del festival, sobre todo tras sus premios de mejor película y mejores efectos especiales en el Festival de Sitges, la aclamada Jupiter’s Moon de Kornél Mundruczó, que ya ganó en 2014 el Premio Eurimages en este festival con la enigmática y atrapante White Dog.
En esta ocasión, y como viene siendo habitual en el director, vuelve a tocar un tema de ferviente actualidad, los refugiados, al que añade un componente de fantasía y ciencia ficción con el persona de Aryian, interpretado por Zsombor Jéger, al que tras unos disparos en la huida de un grupo de refugiados se le concede la capacidad de volar como cualquier superhéroe de comic.
Este poder que se muestra por primera vez en esta cacería humana nos asombra al principio, pero a medida que el protagonista va usándolo durante la película nos va dejando cada vez más fríos por su poca evolución y por lo hortera que se muestra en la mayoría de situaciones donde es usado. Algunos compañeros han denominado a Aryian como el superhéroe de los refugiados, aunque no sabemos muy bien qué tipo de ayuda podrá darles un joven que lo único que hace es bailar ballet clásico en el cielo. Sin embargo, el principal problema es que lo que comienza siendo una crítica al sistema se acaba volviendo en una película más de superhéroes, quizás para que su director demuestre a la todopoderosa Disney que él también puede participar en los planes de Marvel con su universo. Aquí seguimos prefiriendo Lo chiamavano Jeeg Robot como auténtico superhéroe europeo.
El día acaba con I Tempi Felici Verrano Presto de Alessandro Comodín, una fábula con un misterioso bosque como principal intérprete en dónde se dan lugar las distintas narraciones (reales o míticas, eso ya que decida el espectador) y en donde parecen conjugar un cúmulo de personajes venidos de la tradición europea.