CRÍTICA DE TEATRO

El Hombre Y El Lienzo: Retrato de un artista en llamas

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Ficha artística

Dirección y autoría: Alberto Iglesias
Asistente a la dirección artística: Jacinto Bobo
Intérprete: Javier Ruiz de Alegría

Plástica escénica: Javier Ruiz de Alegría (AAPEE)
Fotografía: Emilio Gómez
Diseño gráfico: David Ruiz
Diseño de producción: Jesús Sala
Producción ejecutiva: Jesús Sala e Inma Cuevas
Vestuario: Silvia Mir
Diseño de sonido: Quique Mingo
Voz en off: Ramón Barea

CRÍTICA

Según entramos en el Teatro del Barrio nos encontramos con una artista en pleno proceso de creación. Está pintando un cuadro mientras los espectadores sorprendidos (y en silencio) se van sentando en sus respectivas butacas. La sensación que produce es que nos estamos colando en el estudio de un pintor para asistir, casi de manera ilegal, a la creación de un retrato.

El hombre y el lienzo es una obra que busca reflexionar sobre el arte y la creación. El pintor, muy bien interpretado por un grandísimo Javier Ruiz de Alegría, es un hombre atormentado por su talento y sus miedos. Un artista que utiliza los pinceles no solo para crear lienzos, sino para expresarse y comunicarse. Así lo confiesa al empezar la obra cuando nos dice que pinta autorretratos con el único fin de encontrase así mismo, de poder reconocerse y sentir algo. Un punto de partida muy interesante que nos introduce en un monologo en el que un artista se desnuda ante nosotros y nos habla de vida, amor, creación y de todo aquello que conforma la realidad que le rodea.

El artista transmuta el caos en orden, y esto es algo que puede verse mientras vemos como el artista va pintando y dándole sentido al cuadro, aplicándole distintos métodos de pintura y ejecución. Y es que uno de los puntos más novedosos de El hombre y el lienzo es que en cada función se pinta un cuadro distinto. De hecho, el escenario está rodeado de las obras que ha ido desarrollando en otras funciones.

La dirección y texto de Alberto Iglesias profundizan de forma magistral en la tormenta interior del artista y en cómo el arte es toda una cuestión moral. Ya lo decía Adorno, cuando hablaba de la creación como una tarea emancipadora y crítica.  “Tras Auschwitz, ya sólo se puede ser crítico”, confesaba el filósofo.

En definitiva, El hombre y el lienzo es una interesante reflexión sobre el mundo del arte y el sentido de la vida. Una función que además cada vez es distinta, ya que cuando acaba la obra el pintor se sienta para dar los primeros esbozos de la que será su siguiente creación. Y así, en silencio para no molestar, iremos saliendo del estudio de este artista atormentado.