La ballena (The Whale)
Título original
- The Whale
- Año
- 2022
- Duración
- 117 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
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Samuel D. Hunter. Obra: Samuel D. Hunter
- Música
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Rob Simonsen
- Fotografía
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Matthew Libatique
- Reparto
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Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton, Sathya Sridharan, Jacey Sink
- Compañías
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A24, Protozoa Pictures. Distribuidora: A24
- Género
- Drama | Familia. Enfermedad. Homosexualidad
- Sinopsis
- Un solitario profesor de inglés con obesidad severa (Brendan Fraser) intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.
- CRÍTICA
A Darren Aronofsky nunca le han gustado las historias simples. Bien ya sea cuando se ha dejado llevar por la fantasía, o bien cuando se ha decantado por la narrativa más humana, lo cierto es que su cine nunca deja indiferente a nadie.
Pero detengamos hace más de catorce años, cuando logró alzarse con el León de Oro de la Mostra de Venecia por El luchador, cinta que recuperaba a un denostado Mickey Rourke para interpretar a una antaño estrella del cuadrilátero mientras luchaba también fuera del ring por reconducir su vida y recuperar el tiempo perdido con su hija. Recordemos también que la interpretación de Rourke, que sirvió para devolverle a la primera línea de fuego de las interpretaciones poderosas —aunque le durara poco—, le llevó a las puertas de esa preciada estatuilla llamada Oscar.
Pues bien, les acabo de describir exactamente el mismo caso que sucede en La ballena (The whale), solo que esta no logró finalmente ningún premio en la Mostra de Venecia, aunque fuera ampliamente aplaudida y aún no sabemos si puede reportarle un Oscar a su actor principal.
Pero Aronofsky ha querido, o al menos todo apunta a ello, repetir una jugada maestra, también esta vez con texto ajeno. Y esto es esencial para ver el modo operacional del realizador. Porque cuando pretende bucear en el terreno más humano confía todo el peso de la palabra a otros.
En este caso ha sido Samuel D. Hunter, autor que convirtió su propia odisea personal en obra de teatro en 2011, y que él mismo adapta para la gran pantalla que ha imaginado Aronofsky. He aquí la respuesta a la pregunta que circula por las redes interrogando la veracidad de los hechos narrados.
Aunque el libreto original nunca se planteó como un biopic al uso, asistimos a la traslación de la vivencia de quien lo narra, lo que hace que a su vez el texto acumule una ingente cantidad de tópicos, pues ya sabemos que la historia siempre se repite, pero no por ello la historia pierde fuerza sino que realza lo ya conocido.
La mano sabia de Aronofsky es ahora la que entra en escena, proponiendo una experiencia catárquica de teatralidad en el cine. Tenemos a un personaje neurálgico, y a cuatro personajes satélite que entran y salen constantemente por la puerta de la sala de estar de una casa, que constituye ese único espacio cerrado en el discurre toda la acción. Pero Aronofsky hace un uso magistral del espacio y de sus posibilidades, de los encuadres y su tipología y lleva a su terreno el empleo del primerísimo primer plano para crear un drama intensísimo, tremendista y desgarrador.
La ballena resulta una pieza de orfebrería, una obra de cámara pequeña y modesta, pero, bajo esta apariencia de sencillez formal se puede discernir un tratamiento de sofisticación y minimalismo artístico. Mediante una dirección excelente de fotografía —cortesía del colaborador habitual del realizador—, una bellísima banda sonora y una acertada relación de aspecto, aúna palabra e imagen de una manera verdaderamente envolvente, lo que hace que cada plano, cada movimiento de cámara, cada cambio de situación, sean admirables.
Bien es cierto que los modos adoptados por Aronofsky reformulan y actualizan una suerte de tragedia griega. También es cierto que su guion resulta tramposo y manipulador en muchos pasajes por apostar por la exposición catalogada de las miserias humanas como arma arrojadiza o por los recursos narrativos con tendencia al buenismo. Aunque hay que admitirle al director que juega con estas cartas para insuflar la exaltación de la propuesta. Su impacto emocional probablemente no alcanzaría las mismas cotas si hubiera optado por otras vías.
Porque La ballena es uno de los retratos más obscenos, incómodos y abruptos de la soledad que se recuerdan. En el camino de redención de este antihéroe, descubrimos un análisis directo y conmovedor de la fragilidad humana, de la desesperación y el ansia de la autodestrucción como respuesta. Aunque también pretende ser una radiografía de la compasión. Logra ser todas estas cosas mediante la adulteración de sus personajes, pero también con la contradicción de su sinceridad, lo que resulta francamente sorprendente.
Y luego está, cómo no, la que ha sido muy posiblemente la interpretación más comentada de esta temporada cinematográfica. Brendan Fraser se erige como centro absoluto de los puntos cardinales de esta obra. Lo que él hace es redefinir la palabra inmensidad, y no estamos refiriéndonos a la prótesis de su cuerpo en el filme, sino a la interpretación que alcanza. En sí mismo resulta un milagro ya que no se puede hacer tanto con tan poco, y es que su capacidad de proyección de la tristeza es simplemente extraordinaria.
Es gracias a él, y a su comunión con Aronofosky, que nos encontramos ante una de las películas más importantes de los últimos meses porque de otro modo posiblemente estaríamos hablando de algo parecido a un telefilme de primera hora de la tarde. Revista Encadenados
Escribe Ferran Ramírez