jueves. 21.11.2024
Un-Beau-Matin.-Caiman-Ediciones
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Una bonita mañana

Cartelera España 31/03/2023  

Una bonita mañana

Título original

Un beau matinaka 
Año
Duración
112 min.
País
Francia Francia
Dirección

Guion

Mia Hansen-Løve

Fotografía

Denis Lenoir

Reparto

, ver 11 más

Compañías

arte France Cinéma, Mubi, Razor Film, Les Films Pelléas, CN6 Productions, Dauphin Films. Distribuidora: Les Films du Losange

Género
RomanceDrama | Enfermedad
Sinopsis
Una mujer con una hija de ocho años vive con su padre, que padece una enfermedad neurodegenerativa. Mientras lucha por conseguir un hogar de ancianos decente, se encuentra con un amigo con el que inicia una aventura... aunque éste se encuentre en una relación.
 
CRÍTICA

Mia Hansen-Love (París, 1981) es, en estos momentos, junto a Claire Denis, la realizadora francesa más interesante; probablemente se podrá decir que Claire es una realidad (nacida en 1946) frente a la joven Mia. Aquella ha realizado más de treinta películas y alrededor de 25 guiones, mientras que ésta ha dirigido 9 largometrajes y un corto experimental (su primer título de 3 minutos de duración, Un pur esprit), escribiendo en solitario los guiones de todos ellos.

Si a esto añadimos la cantidad de premios que ha acumulado la joven realizadora lo lógico es pensar en que su obra seguirá siendo excelente. Todas sus películas han pasado por diferentes certámenes y varias han sido premiadas. Personalmente, considero su largometraje más flojo Maya (se proyectó en su momento en el festival sevillano), el resto me parece muy interesante.

Los padres de Mia eran profesores de filosofía. Su apellido se debe a que su abuelo paterno era danés. Mientras estudiaba en el instituto, Olivier Assayas, que estaba buscando actrices para intervenir en su película Fin de agosto, primeros de septiembre (1998), la contrató. También trabajó con Assayas en Les destinees sentimentales (2000).

En 2001 ingresó en el Conservatorio de Arte Dramático del X distrito de París. Unos estudios que no le aportaban mucho por lo que abandonó el conservatorio en 2003. Comienza a realizar críticas y, siempre bajo el patronazgo de Assayas, colabora con la mítica revista Cahiers du cinema entre 2003 y 2005.

En 2007 realiza su primer largometraje, Todo está perdonado, presentado en varios certámenes (Cannes, Gijón), que obtiene el premio Louis Delluc que se concede al mejor primer filme realizado cada año. Después dirige El padre de mis hijos. Sus títulos siguientes han sido Un amor de juventud (2011), Edén (2014), El porvenir (2016), Maya (2018), La isla de Bergman (2021) y el actual Una bonita mañana (2022). En 2009 se casó con Olivier Assayas con el que tuvo a su hija Vicky. Actualmente está separada de Olivier.

Gran parte de su obra, por no decir toda, se basa en recuerdo o personajes de su vida. Sin duda Un amor de juventud se basa en sus primeros amores, como El padre de mis hijos narra la historia de un conocido productor, al tiempo que Eden se centra en la historia de su hermano, Sven Hansen-Love, un famoso dics jockey en la década de los 90, mientras que sobre sus padres ha realizado dos películas.

La primera, El porvenir, en la que habla de su madre. La que ha dedicado a su padre, a sus últimos años, ha sido este último filme, Una bonita mañana, en la que, por cierto, su madre no queda muy bien parada. Y si seguimos hablando de elementos autobiográficos habrá que pensar si la hija de la protagonista tiene algo que ver con su propia hija que en este momento tendrá unos 13 años.

Lo que sí ha dicho la directora es que nunca (ojo con lo de nunca, ya se sabe que no digas eso de nunca jamás, porque ese nunca se convierte en a veces) hablará de las relaciones que tuvo con Assayas. Algo ya en principio discutible porque algo de eso, la relación entre ambos, se dejaba traslucir en la visita a la isla bergmaniana de Faro de una pareja, siendo él un realizador de cine. Hablamos, claro, de La isla de Bergman.

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Disfrutar del momento presente

Una bonita mañana podría haber sido un filme enormemente dramático y, por fortuna, no lo es. Simplemente la directora retrata la vida tal cual, pero sin estridencias, sin angustias, dejándola correr con sus tiempos de calma, de pequeñas sonrisas, de problemas que hay que resolver. Habla de juventud y de vejez, de familia y de amores y también de esos momentos, buenos y malos, que se escapan, o no nos abandonan.

En la primera escena, la protagonista camina por la calle: la calle, los espacios, la ciudad, en definitiva, son escenarios muy importantes en la película. Se la nota cansada. Se acerca a una casa y llama. Es la de su padre. Ya en ese intento de apertura de la puerta de la casa por parte del padre para que pase la hija adivinamos la degeneración del padre, su dificultad de entendimiento, sus olvidos.

Le cuesta no sólo encontrar la puerta, sino saber dónde está la llave (puesta en la cerradura) y su incapacidad, una vez tocada la llave, para abrir la puerta. Ya se ha definido al padre. Un antiguo profesor de universidad que va olvidando todas las cosas que le rodean. La hija, la protagonista, es una traductora.

Hay momentos excelentes para mostrar todo el problema que ella lleva a cuestas, tratando de resolver los que aquejan al padre, de convencer a la madre y la familia de lo que se debe hacer o de buscar un lugar donde estar cuidado. Es el momento de sus deslices en una de las traducciones que está haciendo en una convención.

Nuestra protagonista, Sandra (una maravillosa Léa Seydoux) se encuentra sola, ha enviudado, y tiene que cuidar a su hija, preocuparse de su padre, trabajar intensamente. Un día encontrará, al llevar a su hija al cole, a un antiguo amigo, al que hace tiempo no veía, y que a su vez lleva también a sus hijos. Él está casado pero no es óbice para que entre ambos surja una historia de amor.

Al padre hay que encontrar una residencia donde esté bien cuidado. De su exmujer, la madre de Sandra, no encontrará ni mucha colaboración, ni cariño hacia ese hombre que no sabe ni dónde está. El mayor cariño, además del de su hija, lo encontrará en su anterior compañera, sin duda una emigrante.

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La directora retrata perfectamente el mundo de las residencias donde deben ir las personas mayores, ya sin posibilidad de estar con los suyos o de valerse por sí mismos. Y, de manera sutil, en el paso de unas residencias a otras, Mia muestra la diferencia entre las residencias privadas —donde el dinero, pero no los cuidados, es esencial— y las públicas.

La casa del padre debe ser desmantelada. ¿Qué hacer con esa enorme biblioteca que acumula todos los libros del padre? ¡Qué excelente momento ese de la división de los libros por temas, por autores, al tiempo que tiene lugar la conversación de Sandra con su hija, que va dejando de ser niña y se encamina a la adolescencia.

No hay, como queda dicho, grandes dramas. Hay una mirada sobre la vida, sobre su transcurrir, sobre las risas, las reuniones, la separación, la juventud y la vejez. Una bonita mañana es la descripción de una vida y de unos personas que intentan reencontrase o superar una situación.

Sólo queda, en definitiva, vivir el momento presente, encontrar esos momentos de placidez en el caminar (esa Sandra siempre en movimiento) para encontrar un momento de calma, de placidez, ese instante de felicidad, esos encuentros donde encontrar el calor que comunican aquellas personas que conocieron o fueron alumnos de su padre. Hermoso momento el que muestra el encuentro de Sandra con la antigua alumna y muestra la admiración que tiene a aquel hombre, que fue su profesor y tantas cosas supo comunicar.

El final de la película, su cierre, es la certificación de esa bonita mañana. Sandra, su compañero, Clement y su hija ven la ciudad desde uno de los miradores de Montmartre y sonríen, se sienten alegres. Aspiran unos de esos momentos por los que merece la pena vivir. Se trata de recoger, de hacer suya esa bella mañana, que es a su vez un bello instante, un feliz momento de sus vidas.

Ese que merece ser recordado en el mañana.

Escribe Adolfo Bellido López Revista Encadenados

 

Una Bonita Mañana: La vida con mayúsculas