Festival de la canción de Eurovisión: La historia de Fire Saga
Netflix (estrenos destacados) 26 de junio
Título original
- Eurovision Song Contest: The Story of Fire Saga
- Año
- 2020
- Duración
- 123 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
-
Will Ferrell, Andrew Steele
- Música
-
Atli Örvarsson
- Fotografía
-
Danny Cohen
- Reparto
-
Rachel McAdams, Will Ferrell, Pierce Brosnan, Demi Lovato, Dan Stevens, Jamie Demetriou, Natasia Demetriou, Ólafur Darri Ólafsson, Melissanthi Mahut, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Björn Hlynur Haraldsson, Elena Saurel, Nína Dögg Filippusdóttir, Marcus Garvey, Julian Miller, Jóhann G. Jóhannsson, Arnmundur Ernst Björnsson, Elina Alminas, Kajsa Mohammar, Aiste Gramantaite, Gudmundur Thorvaldsson, Paul Riddell, Steve Saunders, Elin Petersdottir, Michel Alexandre Gonzalez, Jill Buchanan, Deano Mitchison, Björn Stefánsson, Smari Gunn, Samantha Russell, Elee Nova, Grant Crookes, Hannes Óli Ágústsson, Mark Adams, Kornelia Horvath, Salvador Sobral, Tómas Lemarquis, Bobby Lockwood, Jon Kortajarena.
- Productora
-
Distribuida por Netflix. Gary Sanchez Productions, Netflix, European Broadcasting Union, Gloria Sanchez Productions, Truenorth Productions
- Género
- Comedia. Musical | Música
- Web oficial
- https://www.netflix.com/title/80244088
- Sinopsis
- Lars (Will Ferrell) y Sigrit (Rachel McAdams) son dos músicos islandeses desconocidos que tienen delante la oportunidad de su vida: representar a su país en el concurso musical más importante del mundo. Ahora podrán demostrar que hay sueños por los que vale la pena luchar.
- CRÍTICA
Desde un principio podemos afirmar que este homenaje ficcionado al Festival de la canción por excelencia no hay que tomárselo en ningún momento en serio, porque a la mínima que rasquemos nos encontraremos con el vacio más absoluto. Si te lo tomas en plan cachondeo y no le echas cuentas hasta puedes llegar a pasar un rato divertido. Y no es que los gags sean precisamente de antología, más bien todo lo contrario, pero sí que existen un par de secuencias desencajamandíbulas que con la que está cayendo se agradecen muy mucho. La mayor virtud de la propuesta es lo poco que se toma en serio a sí misma. Todo está exagerado y la parodia campa a sus anchas sin importar el ridículo mostrado. La pena es que dos horas de metraje se resuelven excesivas y muchas escenas se repiten hasta la extenuación.
Lo mejor es la puesta en escena de las distintas piezas musicales que se van mostrando a cuentagotas, e incluso la mayoría de ellas podrían ser utilizadas como canciones oficiales que participaran en el evento oficial, que, por cierto, este año se ha tenido que anular por el trágico motivo que todos sabemos. La copla rusa es la monda: Lions of life nos regala un baile selvático salvaje donde brilla con luz propia la interpretación de Dan Stevens, sin duda un auténtico robaescenas que gana por la mano a un algo ajado Will Ferrell, alma matter en calidad de protagonista, guionista y productor. Él ejerce como maestro de ceremonias en la secuencia más redonda exhibida, aquélla en la que se nos regala un medley (a nosotros nos gusta mucho más definirla como pupurrí) con la presencia inestimable de algunos de los rostros más conocidos que se alzaron coen el triunfo en las últimas ediciones de Eurovisión. Por allí asoman Loreen, Jamala, Netta, Conchita Wurst, John Lundvick...toda una pléyade del artisterio más iconoclasta que aportan una marcha más al mortecino ritmo hasta el momento de la trama, con videoclip amodorrante incluído del meloso Salvador Sobral.
Los más puristas de los fans eurovisivos tienen todos los motivos del mundo para quejarse por la falta de realismo y las licencias permitidas a la hora de plasmar los entresijos del concurso. Y es que los norteamericanos no son precisamente los más entendidos en la materia, y han entrado en el universo lentejuelero como un elefante en una cacharrería. Sí que se han empapado de los tiros de cámara tan característicos de las actuaciones musicales y del ensamblaje escénico salvaje que hace de éste un acontecimiento musical único, pero las reglas del cetamen se las han pasado por el forro de sus caprichos, con unas semifinales en las que, por ejemplo, participa España, algo imposible en cuanto se trata de uno de los países fundacionales y siempre pasa directamente a la final.
El encargado de manejar la cámara es David Dobkin, un especialista en el género de la comedia que, paradójicamente consiguió su mayor logro con un drama judicial, titulado precisamente El Juez. En su vasta filmografía recordamos títulos, la mayoría olvidables, como De boda en boda (de la que está cerca de estrenarse la segunda parte; Fred Claus: el hermano gamberro de Santa Claus; Los rebeldes de Shangai; Demasiado profundo (uno de los films más desconocidos de Joaquin Phoenix) o El cambiazo. Productos de consumo rápido con algún chiste salvable que solo pasarán a su historia por los actores que las protagonizaron. Esta que nos ocupa tampoco lo hará. El libreto es flojo y falto de chispa. El desarrollo del argumento es plano e invita al bostezo hasta que se nos depierta con algún arrebato en forma de intervención musicada. Algunos personajes hacen gala del desdibujo, como ocurre con la participación anecdótica de Pierce Brosnan, cincelada en un muestrario de muecas y un par de frase sueltas que pasan dle todo desapercibidas.
Pese a ello, hay cosas que funcionan, sobre todo aquéllas que se alejan de la compostura y abrazan el surrealismo más absoluto: todo lo autoreferencial; esas acciones terroristas de los invocados elfos o los desastrosos y accidentados números gracias a los que la pareja protagonista va superando fases hasta alcanzar el objetivo desado. Si Rodolfo Chikilicuatre levanta la cabeza...