Lilo, mi amigo el cocodrilo: Amigable déjà vu
Lilo, mi amigo el cocodrilo
Próximos estrenos España 21 de octubre
Título original
- Lyle, Lyle, Crocodile
- Año
- 2022
- Duración
- 106 min.
- País
- Estados Unidos
- Dirección
- Guion
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William Davies. Libro: Bernard Waber
- Música
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Benj Pasek, Justin Paul, Matthew Margeson
- Fotografía
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Javier Aguirresarobe
- Reparto
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Javier Bardem, Constance Wu, Winslow Fegley, Scoot McNairy, Brett Gelman. Voz: Shawn Mendes
- Productora
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Hutch Parker Entertainment, Sony Pictures Entertainment (SPE), Speck & Gordon. Distribuidora: Columbia Pictures
- Género
- Fantástico. Musical. Infantil. Comedia | Cine familiar
- Sinopsis
- Cuando la familia Primm se muda a Nueva York, su hijo adolescente Josh lucha por adaptarse a su nueva escuela y nuevos amigos. Todo eso cambia cuando descubre a Lilo, un cocodrilo cantante, a quien le gusta darse baños, el caviar y la buena música viviendo en el ático de su nueva casa. Los dos se convierten en mejores amigos, pero cuando la existencia de Lilo se ve amenazada por su malvado vecino Mr. Grumps, los Primm deberán aliarse con el carismático dueño de Lilo, Hector P. Valenti, para mostrar al mundo que la familia puede surgir de los lugares más inesperados y que no hay nada malo con un gran cocodrilo cantante con una personalidad aún mayor. Adaptación del libro infantil homónimo sobre un cocodrilo que vive en Nueva York. En versión original, el protagonista tendrá la voz del cantante Shawn Mendes.
- CRÍTICA
Es abrumadora la huella que ha dejado una saga sin grandes pretensiones como Paddington (Paul King, 2014-2017) en el ámbito cinematográfico, asentándose como referente de todas las comedias familiares protagonizadas por animales que la han sucedido en la contemporaneidad. Con pleno espíritu yanqui, Lilo, mi amigo el cocodrilo pretende replicar varios de sus esquemas tomando como protagonista un reptil cantarín asaltado por el miedo escénico.
Basado en los libros de Bernard Waber, además de la invocada inspiración del osito peruano, el film es una mezcla entre Stuart Little (Rob Minkoff, 1999) y E.T. el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) con algunas canciones de por medio. Sin embargo, lo que podía parecer una versión de ¡Canta! (Garth Jennings, Christophe Lourdelet, 2016), afortunadamente, no es devota de la trama de talent show y prefiere seguir por la vía de la integración familiar y el encaje social, no exenta de lugares comunes.
Apostando más por resultar tierna que descacharrante, a los conflictos de la película les cuesta avanzar durante un buen tramo central para, al mismo tiempo, ofrecer alguna evolución de personaje un tanto brusca –pensando en la madre interpretada por Constance Wu, que tiene mucha más química con Lilo que con su marido interpretado por Scoot McNairy-. Aunque funcional, el mayor problema de Lilo, mi amigo el cocodrilo es la moderación que rebaja cualquier locura que podría abrazar su premisa y un exceso de educación para contentar a todo el mundo. Un claro exponente de ello lo encontramos en un villano paradigmático (un Brett Gelman que repite su carácter odioso de Fleabag) que no suscita un gran peligro para el protagonista.
O, también, en el mismo Lilo, de quien no se explota sus posibilidades cómicas por cuestiones de físico o condición animal –que sí que hacía E.T., por ejemplo-. Porque estamos en esa clase de película que el animal va desnudo, pero se cubre con una prenda cuando le interrumpen en la ducha. Y entre tanta pulcritud, está el histriónico mago que encarna Javier Bardem dándole brío al asunto. Al actor no hay nada que se le resiste y, recién salido de Ser los Ricardo (Aaron Sorkin, 2021), continua con la tónica de artista encantador que era Desi Arnaz pero más pasado de vueltas y sin sofisticación alguna. Y aún en su sensatez, la película regala algún instante para el sonrojo (véase el número musical en la cocina).
Pero, sin duda, el talón de Aquiles de la cinta es, curiosamente, lo que debía ser su punto álgido: el apartado musical. Los temas de Benj Pasek y Justin Paul, autores de El gran showman (Michael Showman, 2017), son flojos e incapaces de retenerse en la memoria debido a su sobrada confianza en la fórmula pop, a la cual le conocemos todos sus trucos. Igualmente, las letras no aportan demasiado a la trama, flagrante decepción teniendo en cuenta que la canción es el método de expresión principal del protagonista. Casi que hubiera sido preferible que el personaje fuera completamente mudo.
Sin dejar de tener en mente los títulos previamente citados, de incontestable alma, en varias ocasiones a Lilo, mi amigo el cocodrilo se le nota la plantilla prefabricada para su ascenso a la fama, pero en otras asoma una pureza que es bienvenida. Con algún que otro gag simpático (muchos a cargo de la gata Loretta), no deja de ser un producto familiar entrañable, correcto y adecuado a lo que promete. Pero no esperen el charm, agudeza o la precisión inglesa de Paddington.