CRÍTICA DE CINE

Marisa en los bosques: Tragicomedia urbana y fantástica

Antonio Morales debuta como director en esta película protagonizada por Patricia Jordá (Síndrome laboral), Aida de la Cruz (la serie El Secreto de Puente Viejo), Alda Lozano (Mapa de Recuerdos de Madrid), Mauricio Bautista (249. La noche en que una becaria encontró a Emiliano Revilla), Ana Astorga (la serie La ciencia cotidiana), Carmen del Conte (Una peli) y Ana Adams (la serie Refugiados).

Drama | 83 min. |España| 2017

Título: Marisa en los bosques.
Título original: Marisa en los bosques.
Director: Antonio Morales.
Guión: Antonio Morales.

Intérpretes: Patricia Jordà, Aida de la Cruz, Mauricio Bautista, Yohana Cobo.

Estreno en España: 14/09/2018 
Productora: Antonio Morales / Egoa Films.

Distribuidora: Begin Again Films.

 

Sinopsis

Marisa no sabe qué hacer con su vida. A sus 35 años esta dramaturga no tiene proyectos, ni trabajo, ni en general muchas expectativas. Al final ha acabado por olvidarse de sí misma para centrarse en el gran drama de su mejor amiga, Mina, que se ahoga en la desesperación que le provoca su ruptura con Salvador. Pero un trágico suceso trastocará el frágil equilibrio de la vida de Marisa. Ella buscará consuelo en la noche de Madrid, dispuesta a desaparecer silenciosamente del mundo, como en un fundido a negro. 

Crítica

En la línea del movimiento mumblecore, pero a la española, el realizador y dramaturgo andaluz Antonio Morales debuta en el largometraje con esta tragicomedia urbana y fantástica que como él mismo define “quiere parecerse a la película con guión de Woody Allen que rodaría Eric Rohmer en Madrid”. Un pretencioso proyecto, financiado con una campaña de crowdfunding, que aspira a dar “la bienvenida a una nueva mirada al cine español”.

Marisa en los bosques tiene reminiscencias muy almodovarianas en la estética y el enfoque narrativo.

Antes de su estreno en salas, la película que ha circulado por más de treinta certámenes de todo el mundo y fue estrenada el pasado año en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, dentro de la sección Resistencias, ha conseguido encandilar al público del XV Festival de Cine de Alicante, 2018 y al jurado del Arc Film Festival de Meinz 2018 (Alemania) donde ha conseguido el premio a mejor película.

La protagonista del filme es Marisa (Patricia Jordá), una joven dramaturga en la treintena que ha perdido el rumbo de su propia vida. Para olvidarse de sí misma se vuelca en el drama que está viviendo su mejor amiga, Mina (Aida de la Cruz), desconsolada por el abandono de Salvador (Mauricio Bautista), su pareja. Mientras intenta solucionar los problemas de los demás Marisa deambula por las calles de Madrid hasta que una trágica noticia desequilibra su vida y la hace enfrentarse a su desorientada realidad.

Por el guión desfilan un grupo de personajes variopintos que se mueven entre el drama y la comedia sin terminar de empatizar con el espectador. Los más jóvenes, descontentos con su propia vida y algo desorientados —como la propia Marisa, Mina, Alberto o Raúl— se retroalimentan de la mutua insatisfacción, poco convencidos de sus propias posibilidades.

Mientras, los menos jóvenes, ya instalados en la aceptación, como el psiquiatra, Esmeralda o la maga, intentan reconducir a la protagonista, con relativo éxito, en la búsqueda de cierto equilibrio existencial. 

Patricia Jordá, una actriz asidua en la trayectoria teatral del director, se adapta con soltura a un personaje cinematográfico escrito especialmente para ella y encarna con convicción a una mujer desorientada e infeliz que huye de sí misma perdida en los bosques de historias ajenas y que sólo cuando se interna en el suyo propio será capaz de encontrarse consigo misma. En esta dirección la escena más encantadora de la película es cuando, sin dinero —en plano corto fijo—, le ofrece su canción a un camarero (que no vemos), y a nosotros los espectadores, a cambio de un café.

Marisa en los bosques tiene reminiscencias muy almodovarianas en la estética y el enfoque narrativo, pero de corte más pretendidamente erudito que el director manchego, abusando de  referencias literarias, artísticas y cinéfilas para dar más empaque intelectual al texto. Por el guión desfilan alusiones a Camus, Boris Vian, Kafka, Duchamp, Chejov, o la gestalt… e incluso aparece un fragmento de Los lirios rotos de Griffith para justificar cierto simbolismo comparativo.

Imposible no percibir las transferencias en la realización de cierto manierismo representativo propio de códigos teatrales que en algunas ocasiones se manifiesta como perfectamente compatible con un lenguaje cinematográfico en evolución.   

En definitiva, una película existencial plagada de referencias eruditas que reflexiona sobre la insatisfacción, el dolor, la pérdida y la búsqueda de uno mismo en territorios inciertos (y de todo tipo) con una mirada renovada más que innovadora, meritoria, pero conscientemente distante. Leo Guzmán Revista Encadenados