¿Somos el fracaso de Catalunya?: No
El libro que rompe el molde del credo nacionalista
La decadencia es monolingüe De nada sirve que Pere Aragonès García se enorgullezca de sus abuelos andaluces mientras la Generalitat regatea horas a la lengua castellana en la enseñanza pública.
Biografía del Autor: Iván Teruel
Iván Teruel (Gerona, 1980) es licenciado en Filología Hispánica, DEA en Lengua Española y profesor de enseñanza secundaria. Ha publicado el ensayo literario “El Perú escindido” (Ediciones Irreverentes, 2012) y el libro de narrativa breve “El oscuro relieve del tiempo” (Edicions Cal·lígraf, 2015), además de otros múltiples textos.
CRÍTICA
Con este magnífico libro repleto de jugosas anécdotas y nostalgias reprimidas, el autor consigue despertar a aquellos corazones que un día compartieron el dolor y el sufrimiento de sus progenitores al verse obligados a abandonar sus orígenes y tener que ubicarse por mera supervivencia en otra parte de España. Esas voces, hoy agradecidas, un tanto adormecidas pero no muertas. Silenciosas y siempre respetuosas con sus hermanos de habla diferente y que en algunas ocasiones llegaron a sentirse ciudadanos de segunda clase en su propia nación.
A través de las vivencias de los protagonistas podemos llegar a apreciar cuanta similitud existe con otras historias ocurridas en aquella época, donde la escasez económica y la precariedad en los trabajos era palpable a causa de la guerra que habían abandonado años atrás.
La sensación que el escritor transmite al lector no es ficción, son realidades como puños vividas por personas repletas de dolor y valentía que buscaron hospitalidad en un lugar diferente en costumbres e idioma. integrándose en cuerpo y alma pero no por ello olvidando sus raíces, siendo éste un sentimiento que les honra.
Es obvio que Catalunya creció gracias a las personas venidas de otros puntos del país que un día decidieron dejarlo todo para alcanzar una vida mejor y por supuesto por aquellos ciudadanos que por entonces ya habitaban en ella, llevando a cabo así conjuntamente un trabajo extraordinario y consecuentemente enriquecedor.
Ya va siendo hora de reconocer qué se hizo bien y desoir las voces que enturbian el diálogo y dividen a las personas. Sumando ese esfuerzo ya realizado mediante una comunicación veraz, por el bien de los jóvenes que nos sucederán. Este es el reto que debemos perseguir, asumiendo el compromiso de una convivencia sin sobresaltos que nos lleve al punto culminante que la mayoría ansía, el del equilibrio y el de la unidad, como seres civilizados que somos.