FIRMADO POR LAURA AYET Y ALEIX SALES
El glamour de la 95º Gala de los Oscars se reflejaba desde el principio con una alfombra color champagne. Jimmy Kimmel ha dado un eficiente monólogo, entre bromas dió las gracias a las grandes películas que han llevado a la gente de vuelta a las salas, pero también a películas olvidadas en las nominaciones, como Till, el crimen que lo cambió todo (Chinonye Chukwu) y La mujer rey (Gina Prince-Bythewood). El humor flemático habitual Kimmel ha dejado claro que quien ríe último ríe mejor y ha hecho la última bofetada con una clara alusión al incidente del año pasado "Si alguien en este teatro realiza un acto de violencia en algún momento durante el espectáculo, se le reconocerá con un Oscar a mejor actor y se le permitirá dar un discurso de 19 minutos". Dardos también para los salvadores de la taquilla que no se han dignado a venir: Tom Cruise y James Cameron.
Los Oscar han marcado un punto de inflexión -como llevan haciendo algunos años-, esta vez olvidándose de los repartos salomónicos propios de la última década, regresando a los barridos de uno o dos títulos, dejando a la mitad de las nominadas a mejor película con el contador a 0. Curiosamente, esto ha sucedido en una de las ediciones con más variedad de maneras de expresar qué es la magia del cine. Hollywood se adapta a los tiempos y han premiado a la historia que sigue el ritmo del cambio. La Gala ha sido retransmitida incluso por canales de Twitch, por lo que cada vez se consigue esa modernización tan esperada, conectar con el público más joven y estar presente en todas partes. Omnipresentes también estaban las cámaras, que nos dieron el gustazo de enfocar a los nominados cuando reaccionan al perder, con Angela Bassett pasando a la lista histórica de perdedoras cuya mirada triste es un poema.
Desde 2013, con el arrase en técnicos de Gravity de Alfonso Cuarón, ningún film lograba 7 estatuillas. Todo a la vez en todas partes se convierte en la ganadora a mejor película más premiada desde Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008), certificando el fenómeno que ha sido desde aquella proyección en SXSW hace ya un año. El experimento en los multiversos de Dan Kwan y Daniel Scheinert ha sido un riesgo capaz de ensamblar géneros y vehicular un discurso a favor de la diversidad por la que Hollywood aboga tanto ahora, encandilando a un extenso grupo de votantes. Si ser friki no es solo Marvel, ser heroe no sólo es tener superpoderes, puede ser algo tan sencillo como una madre exigente que acepte que su hija es lesbiana. Después de años de repartir premios entre las nominadas, al fin vuelve un film que se lo lleva todo. Es un buen pacto, el cine declara Mejor Película a un relato caótico, una dramedia familiar fresca y transgresora, mientras la Academia logra la tan ansiada sensación de inclusión. Había arrasado en los sindicatos (PGA, DGA, WGA y SAG) y la olla estaba hirviendo desde hace semanas, en una victoria previsible, pero no menos refrescante en el transcurso de los premios de la Academia. En el barrido, lógicamente los Daniels también estaban en las quinielas de la mayoría en Mejor Dirección, porque Todo a la vez en todas partes no saldría airosa de no ser por su mano a la hora de rodarla. El dueto ha conseguido contar de la manera más moderna posible una historia atemporal como es un relato de aceptación familiar, frustrando el tercer Oscar de un maestro como Steven Spielberg -nominado en 6 décadas distintas-, que parecía a inicio de la temporada que iba a ser su año con esa confesión íntima sobre su infancia y adolescencia, germen del amor por el cine de uno de los cineastas imprescindibles en la historia del cine. Todo a la vez en todas partes ha sido escrita por dos pedazos de frikis como los Daniels, en una muestra de orgullo por una cultura que siempre ha estado allí pero pocas veces reconocida con prestigio. Un libreto de digna escritura en el PC del sótano de la casa familiar se ha llevado Mejor Guión Original por su singularidad y libertad narrativa, dejando otra vez a Martin McDonagh en el patio de butacas por otro estudio de la condición humana en Almas en pena de Inisherin. Finalmente, el único técnico del film fue a parar al encargado de poner orden en los multiversos, Mejor Montaje para Paul Rogers, que llegaba con un impecable palmarés en todas partes.
Por si fuera poco, la victoria en 3 categorías interpretativas de Todo a la vez en todas partes la llevó a igualar el récord que tenían Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951) y Network (Sidney Lumet, 1976), demostrando el furor por el film entre los académicos y confirmando los múltiples trasfondos que había para hacerlo. No hay nada que guste más en Hollywood que un buen comeback, el regreso a la fama de una estrella tras haber vivido un momento bajo. Esto se dió en dos ocasiones, la primera de la noche con Ke Huy Quan haciéndose con Mejor Actor de Reparto, el más claro de los cuatro actores tras una temporada gigante donde solamente perdió el BAFTA, quien dio un emotivo discurso “Mi viaje empezó en una embarcación. Pasé un año en un campamento para refugiados y de repente estoy aquí”. El niño actor que había trabajado con Steven Spielberg en Indiana Jones y el templo maldito (1984) o Los Goonies (Richard Donner, 1985) subía al escenario en medio de una ovación, con la cámara enfocando a un orgulloso mentor. Cuando Harrison Ford entregó el premio gordo a Todo a la vez en todas partes, el mundo fue testigo de la estampa más deseada durante toda la temporada: el abrazo de Quan con el mítico Indy.
“Casi renuncié a mi sueño” dice Ke Huy Quan en su discurso y esa clave muestra lo que quiere mantener viva la Industria: el sueño americano, en todas partes. América mira a los descendientes de los inmigrantes que construyeron el país, es la esencia que hace tan nuevo el relato de los nacidos en América de origen asiático, de las expectativas y los intentos en diferentes multiversos. El reparto de Todo a la vez en todas partes se autoproclaman como “Dream Team”, y en formas de estatuillas lo han conseguido. Se ha aprovechado el momentum de las últimas semanas y Michelle Yeoh se impone a la colosal Cate Blanchett de TÁR en Mejor Actriz Protagonista, por su heroína maternal en el film de los Daniels. Yeoh, que empezó como Miss Malasia y se ganó el puesto en Hollywood como especialista en artes marciales, hasta ahora había sido subestimada como artista, con más crédito por su conocimiento en kung fu que por su capacidad interpretativa, su persistencia por fin ha sido reconocida por la Academia. Gracias a que Jackie Chan rechazó el proyecto cuando se estaba concibiendo, la historia que cuenta la película se fue transformando en un relato más femenino y empático. Este año, la obsesión por la juventud y premiar a los nuevos talentos interpretativos se ha dejado de lado -todos los ganadores superan los 50 años de edad-, y Michelle Yeoh se ha hecho eco de ello: “No dejéis que os digan nunca que se ha pasado vuestro momento”. Yeoh, además, se convierte en la segunda “chica Bond” del canon oficial de EON en ganar el Oscar, tras Halle Berry, una de sus entregadoras. Kim Bassinger participó en Nunca digas nunca jamás (Irvin Keshner, 1983), que fue producida independientemente. Por su parte Jaimie Lee Curtis decía que no iba a ir a la cena de nominados posterior a la gala, que se iba a ir a dormir temprano, pero tenemos dudas de si ha cumplido con su palabra, porque ganar el Oscar a Mejor Actriz de Reparto sube la adrenalina a cualquiera. El caos en la categoría -como si fuera un spin-off de Todo a la vez en todas partes- estaba servido desde su victoria por sorpresa en los SAG, que la ha catapultado a la meta del Oscar, adelantando a competidoras como Kerry Condon por Almas en pena de Inisherin o Angela Bassett en Black Panther: Wakanda Forever, que también jugaba la carta de la estrella veterana a la que se le debe un Oscar. Scream Queen por excelencia y reina de la comedia, nunca se le han caído los anillos y ha hecho películas de gran variedad de géneros, Curtis siempre ha comentado resignada que había renunciado a abrazar el éxito pasado los 40, ya que eso es lo que Hollywood le había hecho a sus padres, Janet Leigh y Tony Curtis, a quienes recordó emocionada, alzando el trofeo al cielo dedicando un premio al que ellos dos no llegaron a tocar nunca. Jamie Lee ha coronado el trabajo de un linaje familiar, asimismo ocasionando un triunfo que tiene más que ver con su trayectoria que con la interpretación en cuestión. Pero probablemente no hay nadie en el mundo al que le moleste ver a una mujer tan querida y protagonista de algunos títulos marcados en el imaginario popular como Jamie Lee Curtis con el título de “Academy Award Winner”.
En nuestra quiniela ya apuntábamos que el ganador de Mejor Maquillaje y Peluquería sería determinante para despejar la incógnita en Mejor Actor. Apostamos por Elvis debido a los precedentes ganados y a que el film figuraba en los nominados a Mejor Película, pero los Oscar han venido a romper expectativas. En la última escena de Elvis, la de su actuación final, se ve a una transformación de Elvis esperpéntica, no tiene nada que ver con el buen trabajo del resto de la película y rompe el encanto, ya que se nota que es Austin Butler con exceso de relleno, y eso ha salido muy caro. Al continuar con la imagen del Elvis en decadencia real, resalta aún más y cuando ese plano ha salido en el resumen de nominadas a Mejor Maquillaje, el pálpito decía que no iba a ser la ganadora. Y al final ha ido a parar a La Ballena, por esas prótesis que enfundaron a Brendan Fraser para que construyera el aspecto de un obeso mórbido, una labor que ha dado mucho de que hablar desde que salió la primera fotografía de la caracterización.
Esta victoria ya allanó el camino a Brendan Fraser para que se llevara Mejor Actor Protagonista por su desgarrador papel en La Ballena, algo que ya se esperaba cuando se anunció el proyecto y el intérprete se llevó una ovación en la premiere en el Festival de Venecia de este pasado año. La ausencia de La Ballena en Mejor Película o Guion Adaptado dejaba la sensación que había perdido impulso, sumado a los reconocimientos de Austin Butler en los Globos de Oro o los BAFTA, pero esto demuestra que no se debe subestimar una narrativa de resurrección, y menos cuando el rival fuerte es un recién llegado de 30 años al que le queda camino por recorrer. Como Quan, el Oscar de Brendan Fraser, más allá del valor de su trabajo, viene intrínsecamente ligado a ese “regreso” del artista olvidado caído en desgracia. Fraser, rutilante estrella mainstream de finales de 90 e inicios de los 2000, vió truncada su carrera tras el acoso que sufrió por un miembro de los Globos de Oro, que llevó su carrera a una deriva de popularidad y proyectos que le sumió en una depresión. Resucitado artísticamente por Darren Aronoksky, Fraser ha pisado como la cultura popular quería el escenario de los Oscar, en una carrera que ha sabido aprovechar en cada discurso que ha podido ofrecer cuando ha sido previamente premiado. Ahora, con la estatuilla en la vitrina y su aparición en la próxima película de Martin Scorsese, veremos si realmente aprovecha esta segunda oportunidad.
Sigue sin llevarse el Oscar a Mejor Película, pero Netflix se afianza como productora ganadora de premios y salva los muebles de una temporada que se avecinaba desastrosa tras los fracasos críticos y de público de Blonde y Bardo, gracias a su astuto movimiento de hacer campaña por Sin novedad en el frente, de Edward Berger. Después de films como El poder del Perro (Jane Campion, 2021) y Roma (Alfonso Cuarón, 2018), Netflix no hizo ni de lejos el mismo esfuerzo en promoción para la carrera de la cinta alemana, una gran película de discurso antibélico que se ha superado sus propias expectativas llevándose cuatro Oscars. El primero de la noche fue el cantadísimo Oscar a Mejor Película Extranjera, cuya presencia en la categoría reina anulaba cualquier tipo de opción a las otras contrincantes, por mucho Globo de Oro que Argentina, 1985 (Santiago Mitre) hubiera recibido o por mucha ternura que The Quiet Girl (Colm Bairéad) pudiera despertar.
El resto de técnicos que se llevó permitió constatar que los Oscar ya han superado la tendencia del reparto entre nominadas y han despertado un cierto “hooliganismo” que lleva a los arrases como ha habido este año, donde los académicos votan en masa a su(s) títulos favoritos, independientemente de la disciplina, y penalizan a las obras que han odiado o no han despertado pasiones, al margen de la calidad o no del aspecto que se juzgue. Esto es lo que le pasó a Babylon de Damien Chazelle, que había recogido todos los precedentes en Mejor Diseño de Producción y que, al ser un film tan polarizante, protagonizó uno de los shocks al ver como la consensuada Sin novedad en el frente pasaba por delante en este apartado, con una labor que transmite en la artesanía la visceral inmediatez de la muerte y la destrucción. Similar caso, aunque más esperable porque Justin Hurwitz únicamente había ganado el Globo de Oro, fue en Mejor Música Original, que fue a parar a Volker Bertelmann por la cinta de Berger. La banda sonora de los alemanes ha pasado para muchos desapercibida, el propio Bertelmann lo ha reconocido al recoger el Oscar. Al contrario de otros films de guerra, con parte épica y de acción, aquí se consigue que la música forme parte del horror de la guerra, con esos 3 acordes ponen la piel de gallina, siempre reconocibles, a lo Tiburón (Steven Spielberg, 1975). Muy inteligente la elección de que no sólo chirrían en batalla, dichos acordes contrastan al principio cuando van de camino al frente, cuando los jóvenes marchan a la barbarie y los soldados aún son felices, y sólo el espectador y la banda sonora comparten el secreto a voces de que todos avanzan hacia la muerte. Era también una oportunidad para dar un sexto a una leyenda como John Williams y evitar un cero de Los Fabelman, pero que el maestro iba a ser ignorado fue altamente predecido. Finalmente, los BAFTA se imponen al sindicato de directores de fotografía y otorgan el Oscar a Mejor Fotografía a James Friend, inmersivo contraste de largos planos del terror de las trincheras, hermosos planos de naturaleza y punzantes muestras del lujo de los altos comandos. Friend ha evitado la ocasión de premiar -ya es la tercera vez que se evita-, que una mujer gane el Oscar en esta disciplina. En este caso, la galardonada iba a ser Mandy Walker por Elvis.
La plataforma de contenidos ha conseguido su primer premio a Mejor Pelicula de Animación por Pinocho de Guillermo del Toro. Desde 2008 que el mexicano trabajaba en esta reinvención del cuento de Pinocho de corte artesanal, político y oscuro. El gigante rojo se ha impuesto a Pixar o Dreamworks, cogiendo uno de los iconos de Disney, el niño mentiroso de madera -que también había gozado de un espantoso live-action facturado por la compañía del ratón-, quitando la dichosa etiqueta de que los films de animación son películas puramente infantiles. Ha ganado por todos los sitios por los que ha pasado, así que su triunfo era bien esperado. Aún amando la película de del Toro, desde aquí pedíamos justicia para esa preciosidad que es Marcel the Shell with Shoes On (Dean Fleischer-Camp).
Finalmente, la simpatía de los elefantes se ha ganado el favor de la Academia, premiando a la india Nuestro bebé elefante como Mejor Cortometraje Documental, de Kartiki Gonsalves. Operando como alegato a favor de los animales y repleta de estampas entrañables, había otras propuestas con más enjundia o valor artístico, pero afortunadamente ha impedido que la virtualmente favorita y sumamente problemática, Stranger at the Gate (Joshua Seftel) se lo llevara. Después de llevarse el premio a Mejor Película el pasado año con CODA: Los sonidos del silencio (Siân Heder, 2021), AppleTV+ se tuvo que conformar con el Mejor Cortometraje de Animación por El niño, el topo, el zorro y el caballo, de Peter Baynton y Charlie Mackesy. Adaptando el libro de este último, se trataba de un Oscar esperado por la magnífica carrera que había tenido y el corte sensible y conservador de la historia, pese a que tenía mejores contrincantes como My year of dicks (Sarah Gunnarsdóttir) o Vendedores de hielo (Joao Gonzalez).
Mejor Documental cumplió todos los pronósticos de realizar una declaración de intenciones reconociendo a Navalny de Daniel Roher. Del mismo modo que Sin novedad en el frente, sirvió para posicionar a la Academia a favor de la paz y al lado del pueblo ucraniano, lanzando un dardo en la frente de Vladimir Putin al conceder un Oscar al film que retrata la figura de su principal opositor, Alexey Navalny, víctima de envenenamiento a manos de los poderes del presidente de Rusia y actualmente encarcelado. Su esposa tomó el atril para lanzar un imborrable mensaje de apoyo a su marido “mi esposo está en prisión solo por defender la democracia. Alexei, sueño con el día en que seas libre y nuestro país sea libre, se fuerte mi amor”, un canto de esperanza para el derrumbamiento de una estructura de poder represiva con las libertades.
En un orden similar, Sarah Polley vio como su criticada ausencia en Mejor Dirección era compensada con una victoria en Mejor Guión Adaptado por el texto de su film Ellas hablan, inspirado en la novela de Miriam Toews y que libra de otro cero a la contendiente en mejor película con menos nominaciones (2) de la edición. En una categoría no excesivamente disputada, se temía que el motor de Sin novedad en el frente pudiera dejar a la canadiense sin su premio, pero al final se ha seguido el camino esperado, reconociendo a una película de poderoso mensaje de empoderamiento y sororidad que casa a la perfección con nuestros tiempos y los aires diversos e igualitarios que la Academia quiere tomar después de décadas de machismo y abusos en el sector. Narrativas a un lado, el trabajo de Polley es una legítima ganadora por derecho propio.
A tenor de los acontecimientos de la carrera durante estas últimas semanas, se preveían palmareses con 0 victorias para Los Fabelman, TÁR y El triángulo de la tristeza, pero nada nos hacía sospechar que serían hasta 5 las nominadas a mejor película que se iban a ir con las manos vacías, hecho que no sucedía desde 2013. El shock más impresionante fue el de Elvis, que pugnaba seriamente por la victoria hasta en cuatro categorías (desde aquí vaticinábamos 3). La esperada derrota en Mejor Fotografía y la apuesta por la dupla de Mejor Maquillaje y Mejor Actor Principal para La Ballena dejaban el consuelo de Mejor Vestuario para Catherine Martin, que parecía fija tras unas victorias cómodas en los sindicatos y premios de la industria. Sin embargo, Martin se quedó sin su quinto Oscar -tercero en vestuario- con el triunfo por sorpresa de Black Panther: Wakanda Forever, que no había ganado nada esta temporada en la categoría y que la Academia decidió que repitiera el galardón que ya obtuvo la primera entrega en 2018. Ruth E. Carter volvió a hacer historia al erigirse como la primera diseñadora de vestuario afroamericana en ganar dos Oscars, engrandeciendo su figura y reafirmando la apuesta por la diversidad de la institución.
Pendía más de un hilo, pero a raíz de una disparatada e imprevisible carrera en Mejor Actriz de Reparto, se tenía fe en Kerry Condon para dar un Oscar a Almas en pena de Inisherin. Un premio que tenía todo el sentido del mundo al ser una película de actores, lugar donde era propio distinguirla, pero Jamie Lee Curtis sentenció el rosco para la cinta de Martin McDonagh. Irlanda llegaba fuerte a la gala con esta y The Quiet Girl en Mejor Película Internacional, pero el pinchazo del país fue aliviado con el premio a Mejor Cortometraje de Ficción para la irlandesa An Irish Goodbye, de Tom Berkeley y Ross White. Una dramedia feel-good que lo tenía todo bastante de cara para llevárselo. James Martin, uno de los actores de la película, protagonizó uno de los momentos más emocionantes de la noche cuando el Dolby Theatre entero le cantó el “Cumpleaños feliz”, ya que la gala coincidió con su aniversario. No ha podido tener mejor regalo.
La megalomanía tecnológica de James Cameron obtuvo el incuestionable premio que merecía, Mejores Efectos Visuales, una victoria cómoda y obvia para Avatar: el sentido del agua, que confirma el menor interés que ha suscitado la segunda parte de la saga. Suficiente para cumplir y sin ningún tipo de objeción. Más frentes abiertos tenía el otro taquillazo supremo de la edición, Top Gun: Maverick, que al final materializó un único trofeo, Mejor Sonido, haciendo efectivo el divorcio de la relación ininterrumpida durante 10 años de Mejor Montaje y el apartado en cuestión. Merecido reconocimiento para el atronador trabajo en el film de Joseph Kominski que hacen de ella una experiencia vibrante que justifica plenamente el retorno en salas de público que ha tenido.
Además de Mejor Montaje, Top Gun: Maverick era una candidata a tener en cuestión en Mejor Canción Original gracias a Lady Gaga y su “Hold my hand”, baladón de corte clásico que la cantante decidió interpretar casi en el último momento en la gala. Apareciendo vestida casual, como si estuviera en su casa, ofreció una versión desnuda, casi en unplugged, alegando que concibió el tema en su casa, en el contexto pandémico, y que quería recrear ese ambiente donde surgió la inspiración. Gaga entregó otra actuación icónica en los Oscar -y ya van unas cuantas-, demostrando todas las razones por las que la sitúan en el panteón de estrella absoluta donde se sitúa. Rihanna por “Lift me up” de Black Panther: Wakanda Forever era otra seria candidata a la victoria, también por la narrativa de regreso a la música después de años y el homenaje al desaparecido Chadwick Boseman que tomaba la canción. La de Barbados estuvo sobria pero discreta en su actuación. Justo al contrario de la gran ganadora de Mejor Canción Original, “Naatu Naatu”, escrita por M.M. Keeravani y Chandrabose del fenómeno indio RRR. Una película que había despertado mucho amor entre los académicos, que no han dudado en concentrar el voto para este tema prototípico de Bollywood, que se desmarca del pop tradicional reconocido en la categoría. “Naatu Naatu” se une a “Jai Ho” de Slumdog Millionaire como corte del mismo estilo poseedor de la estatuilla, ampliando los horizontes de los premios. Por su parte, Diane Warren y Sofía Carson se realzaron con su interpretación un tema del montón como es “Applause” de Tell it like a woman, mientras que David Byrne y Stephanie Hsu no estuvieron particularmente afinados a la hora de defender “This is a life” de Todo a la vez en todas partes, en una puesta en escena que concentraba lo imaginativo de la película de los Daniels. Lenny Kravitz, en una versión sobria y elegante de sí mismo, fue el encargado de poner música acertadamente al In Memoriam de este año, que se olvidó de figuras como Carlos Saura -que compitió con 3 películas suyas en Mejor Película Internacional en 1979, 1983 y 1998-, o Charlbi Dean, notoria presencia en la nominada de este año El triángulo de la tristeza. Incomprensibles ausencias.
Al final de la gala, el marcador quedaba con 7 estatuillas para Todo a la vez en todas partes, 4 para Sin novedad en el frente, 2 para La ballena y 1 para el resto de ganadoras: Ellas hablan; Avatar: el sentido del agua; Top Gun: Maverick; Black Panther: Wakanda Forever; RRR; Pinocho de Guillermo del Toro; Navalny; Nuestro bebé elefante; El niño, el topo, el zorro y el caballo; y An Irish goodbye. Si hacemos recuento de aciertos en nuestra porra, nuestros lectores más fieles se habrán dado cuenta que eso nos da una puntuación de 17 aciertos de las 23 categorías.
Como decíamos, el arrase de Todo a la vez en todas partes puede marcar una vuelta a esa Academia que alimentaba masivamente uno o dos títulos y dejaba al resto en los huesos, dejándose de ese reparto equitativo que llevaba practicando desde hace años, con el cual se lograba reconocer a las variadas cosechas anuales. En una Academia y un mundo donde el amor/odio y el hooliganismo -sobre todo en redes- está muy vivo, puede ser que los votantes decidan dejar la racionalidad a un lado y dejarse llevar por sus pasiones desenfrenadas, premiando por encima de sus posibilidades sus filias y hundiendo sus fobias.
Por otra parte, que una película estrenada a principios de año, distribuída de forma independiente, con el carácter de outsider, realizada por jóvenes talentos y con una narrativa tan actual y moderna -alejada de academicismos- se haya coronado supone un soplo de aire fresco para la industria, marca el camino a la hora de dar luz verde a proyectos arriesgados y, también, para reformular el concepto de “película de Oscar”, una etiqueta que se amplía con reconocimientos así.
Antes la Gala era conocida como la Super Bowl de Hollywood, y los Oscar solían atraer a más de 40 millones de espectadores. Pero la audiencia se ha desplomado en la era de las redes sociales, ya que los fans ahora tienen múltiples formas de averiguar quién gana en las categorías sin tener que sentarse a ver la retransmisión de más de 3 horas y media de duración. Además, dichas cifras sólo tienen en cuenta los espectadores de la ABC (que aún con mínimos históricos, para la cadena, la entrega de premios sigue siendo un importante motor de ingresos), y cada vez tienen más relevancia los links de streaming. Aún así, los índices de audiencia no son lo que importa, sino el debate social y el recuerdo colectivo. ¿Cuánto tiempo permanecen en nuestra mente las películas ganadoras?.