Tercer día en el festival y de nuevo comenzamos con una película española, Las Gentiles del sevillano Santi Amodeo que parece querer volver a ciertos registros de su filmografía inicial más independiente (Cabeza de Perro) tras su paso infructuoso y sin grandes títulos para el recuerdo en el cine más comercial (Yo, Mi Mujer y Mi Mujer Muerta) con la historia de un grupo de adolescentes que empiezan a sentirse atraídas por la idea del suicidio por difentes motivos y en una sociedad donde todo pasa por el filtro de instragram y otras redes sociales.
Una lástima que con un material tan poderoso en sus manos, Amodeo no haya sabido o entendido quizás, el tan explotado angst adolescente femenino donde podría haber dado más libertad a sus actrices antes que poner en sus bocas demasiado texto dirigido y a la postre patrocinado por instituciones con un innecesario tono moralizante.
Descanso para el café y reponer fuerzas porque nuestra siguiente película, la muy esperada Memoria de Apichatpong Weerasethakul, ganadora del premio del jurado en Cannes ex aequo con Ahed’s Knee de Nadav Lapid (Cannes acertando por una vez) que ya pudimos ver en nuestro primer día del festival.
La búsqueda del origen de un extraño sonido que empieza a escuchar por la noche una especie de médium, interpretada por una Tilda Swinton comedida, sin grandes excesos o excentricidades propias, es el inicio para una experiencia sensorial en todos los sentidos y donde la escucha y el sonido serán los grandes protagonistas pues todo en la película pasa por saber escuchar e interpretar el lenguaje de una naturaleza antigua y pretérita, que incluso puede ir más allá del tiempo y el espacio.
Pero también la vista se verá purificada, pues Weerasethakul entrega, como hace siempre, unas bellísimas y memorables postales de una selva salvaje y casi no tocada por el hombre, de cuevas y excavaciones arqueológicas en busca del origen o pequeños interludios de cierta comicidad en una consulta médica que tiene de todo menos de científica.
Todo nos va preparando para su último y grandioso acto que posee cierto carácter borgiano, donde se resuelve el misterio del extraño sonido de forma chamánica, narrativa y visualmente, con algún alarde digital pero siempre pendiente de las formas, la palabra y el sonido y regalándonos un guiño final a Jia Zhangke, tal vez como agradecimiento por coproducir la película.
Nuestra jornada de hoy acaba con Para Chiara del italiano Jonas Carpignano, que ya exhibió en ediciones anteriores del festival A Ciambra, de la que por cierto recupera en un pequeño cameo al personaje de Pio Amato, en una especie de universo compartido sobre la Ndrangheta, la mafia calabresa a la cual pertenece el padre de la Chiara del título, asunto que ella descubrirá en su dieciocho cumpleaños y que será el motor, junto a la desaparición del padre, de el conflicto de la historia y con la que se cierra una trilogía fílmica particular sobre la región de Gio Tauro.
Entendemos por qué Carpignano es el apadrinado de Martin Scorsese, pues todo su cine parece remitir constantemente al del maestro italiano-americano, demasiado se diría y en ocasiones en auténticos corta y pega sin gracia porque su genialidad no parece encontrarse en el director, que más bien no posee un estilo propio con ese estilo entre ficción y documental con la cámara al hombro que muchos antes que él han sabido implementar sabiamente en la narrativa y la forma de sus películas.
Si a todo esto le añadimos una narrativa moralizadora y el blanqueo ( y no precisamente de dinero) de ciertas acciones peligrosas y que resultan innecesarias, nos queda un filme bastante inferior a su correcto filme anterior.
