¿Cúal es el límite del hype?. Firmado por Miguel Robles
El precio de desmontar y reírse abiertamente de la teoría que tú mismo has causado provoca que por primera la gente comience a desconfiar.
Cuando terminamos de realizar un trayecto, toca reflexionar sobre ello. Y en ese ejercicio se interponen dificultades que nos impiden aplicar en su totalidad una valoración ecuánime. Nosotros, pronombre excluyente de seguidores casuales, tenemos un doble de complicación. Habiendo estado inmersos en una crisis sanitaria que solo nos ha sabido contagiar de tristeza, "Wandavisión" nos ha vacunado de esperanza y conseguido que a pesar de las distancias de seguridad que nos obliga a estar distanciados nos conjunte en una especie de sala común como en aquellos tiempos, aparentemente tan lejanos en la memoria colectiva, en los que vivíamos un auténtico "final del juego".
¿No debería ser impedimento a pesar de todo dar las gracias por la experiencia? Indudable decir que la factoria liderada por el visionario Kevin Feige ha (re)marcado un punto de inflexión en la industria, a la par de condicionarse a los rasgos identitarios del espectro seriéfilo que en la actualidad es la principal forma de entretenimiento: tener éxito significa que la gente ha hablado de ello. Pero es innegable a su vez que a partir de este enunciado dogmático puede emerger un alto precio a pagar, casi como tirar a la borda el propio éxito. Sin haber sido totalmente responsables y altamente inocentes de los efectos secundarios causados por cada declaración y entrevista, Marvel Studios ha sentado unas bases contradictorias de decepción y nocivas de resentimiento.
Demasiado dañiño y consecuentemente peligroso es jugar con las expectactivas generadas por ese nicho sensible y totalitario llamado "fan", los mismos que sin tapujos pueden escupirte en la cara lo que con gusto han engullido. Y no son alucinaciones particulares las constantes referencias que se han ido poniendo a drede con el objetivo de expandir aun más su Hex, donde los espectadores hemos sido, también por naturaleza a voluntad, los títeres del producto audiovisual más popular de los últimos tiempos. Sería no ver "la realidad" el no reconocer el placer sentido entre ininterrumpidas y pasionales debates en los que la creatividad espontánea, se ha vuelto a demostrar, no se limita a los niños. Ahora toca pensar que cuando eso queda en vano más allá de nuestra mente, de quién es la culpa.
¿Cúal es el límite del hype?, y más toca formularse, ¿quién lo pone? El conflicto puede resolverse como haría un dueño con su mascota, que si lo encierras en una habitación es incapaz de que salga. Si tiene incluso su comida asegurada, menos razón tendría para rebelarse. Tú mismo te creas el problema si dejas la puerta entornada. Yo por lo menos no me siento demasiado alejado de esta metáfora, ni Marvel tampoco debería. Somos inherentemente soñadores e inconformistas. Al final, ellos decorar el escenario ficticio del capítulo con explícitos guiños al comic. Estas no pueden catalogarse como simplemente hipotéticas o potenciales al conflicto de la trama, ya que por lógica nada de lo que un arquitecto diseña de su construcción es puesta por accidente.
Estos contados nombramientos indirectos a Mefisto y las teorías multiversales relacionadas a Pietro han sido un poderoso Mcmuffin mediático, una estrategia de marketing que parece prolongarse a la próxima continuación de Spiderman 3, con la que ahora toca ver cual es la reacción general a un patrón claro: El precio de desmontar y reírse abiertamente de la teoría que tú mismo has causado provoca que por primera la gente comience a desconfiar. Y falta tiempo en frío para averiguar si la jugada a Marvel le ha salido realmente cara.