Artículo firmado por Miguel Robles
A horas todavía tempranas vengo a dar una opinión impulsivamente objetiva de lo qué fue el Disney Investor Day, un evento qué la compañía del ratón dirigía de cara a la galería a sus potenciales inversores y en qué realidad siempre fue un evento fan qué buscaba explosionar Internet: y mira qué lo consiguió, entre ellos me encuentro yo con el 70% de los tweets totales. Me imagino con gracia qué estos pobres empresarios cincuentañeros se asustaron para bien con tal bombástica reacción de la siempre hiperbólica muchedumbre, ansiosos de volver a viajar por el hiperespacio y adentrarse en las infinitas posibilidades de un hipotético multiverse tras un año monótono de viajes con salida desde el sofá y destino a la cama.
Pero no tienen en cuenta qué los mismos qué lloraban de la emoción también se formulan evidentes preguntas retóricas: a donde ira a parar el patético sueldo qué reciben (o el de la mayoría, de sus padres); fácil respuesta deducida, y como...narices van a organizar su tiempo libre de tal manera qué les quede un pequeño atisbo de vida social, a no ser qué se tenga una virtuosa relación en la qué se comparta el mismo hype por una serie protagonizada por War Machine (aunque en ese caso si lo piensas deberías replantearte si esa persona es el amor de tu vida). Porque ya no es una serie original como complemento a lo visto en cines, son 10 en poco menos de un lustro y qué te obliga mínimamente a estar atento de cada uno para no perder cada hilo argumental. Se qué los seguidores “ocasionals” si eso verán algo de Ahsoka y el regreso de Hayden para no verse ajenos al postureo, pero ni aburridos un domingo por la tarde se pondrán a indagar entre tan contenido explícito de Star+ o tragarse una serie de una superheroina adolescente pakistaní.
Serán los fans, aquellos qué de igual manera critican tal evidente saturación audiovisual e idealizan la calidad, los qué aun sin esperar en realidad parte de lo anunciado, fomentarán anaciclicamente una tragaperras llamémosle intergalactica. El deber del fan, tácitamente definida, es la obligación moral de correspondencia a algo qué nos han dado parte vital y no a ese alguien qué lo produce. No entiendo a los qué señalan con rectitud la muerte prematura del cine, si son los mismos qué están promoviendo la era del entretenimiento más importante de la historia. Una paradójica tendencia qué vuelta a abrirse las salas volverán a provocar ese vitoreo único cuando uno de nuestros tantos superhéroes y jedis empuñen su arma al son de un clamor universal. Mientras una parte ignorante esperaba “Endgame” o “El Ascenso de Skywalker” como una despedida intermitente, Disney sabía qué ese climax inigualable era sólo el comienzo. Es el juego de una compañía qué teniendo más series para verse en casa poseerá a todos a acudira las taquillas o la reserva anticipada en contra de su voluntad, casi a la pata coja, para continuar con la historia qué precede a la otra.
Es como Thanos y sus gemas infinitas: siempre quieres más y no eres consciente. Por lo menos ya hay gente qué sin complejos lo admite.