Fragmentos para una fisiología de la imagen - Descarga gratuita PDF

PREFACIO

Desperdicié toda la precocidad en mi nacimiento. Aparecer dos meses antes de lo previsto, pudo influir en la demora del resto de compromisos. Un síntoma de normalidad es apreciar esta distancia entre los actos y el tiempo. Siempre por detrás, a duras penas aprendiendo. Cuando abrí una cuenta de Facebook a finales del 2016, asistía al último y más banal ejemplo de este desacuerdo temporal. En época de cierre, inauguraba inducido por diferentes razones. Primera, por una curiosidad más tecnológica que social o informativa. Es decir, me interesaba el formato de expresión. Segunda, obligarme a escribir. Lo cual acarreaba una tercera: hacerlo de una determinada manera, esto es, rápido y en fragmentos. Había otras razones que no podían menospreciarse. Seguir aprendiendo de personas a las que admiras o de las que están por venir, combatir la timidez y la molicie, sufrir en los límites de la exposición social. Por último, comprobar si, a pesar de la libertad y de las posibilidades sin precedentes, estábamos cayendo en una dolorosa limitación de los temas, de los gustos y de los intereses. ¿Se habían convertido las redes sociales –encauzadas, moralizantes, publicitarias– en los nuevos telediarios del régimen?

Los siguientes textos, dispuestos en este volumen de manera cronológica, son parte de lo escrito en aquel lugar entre el 10 de octubre de 2016 y el 18 de mayo de 2017. No reseñaré las virtudes y los vicios de la plataforma, me limitaré a comentar que el propósito que envolvía aquellas razones era doble. Por una parte, denunciar el rancio sofisma posmoderno que vinculaba a modo causa-efecto la inflación de imágenes y el déficit crítico. Por la otra, demostrar que Internet no convierte necesariamente tus palabras en despojos del consumo, en chatarra de la memoria. Levantándome y acostándome con lo que en buena medida es la materia prima de mi profesión, quise improvisar frente a las imágenes. Ante las viejas y ante las nuevas, ante imágenes mil veces vistas y ante imágenes jamás percibidas. Urgencias y presencias, impresiones y repeticiones. Recuerdos de los textos y los trazos que, ahora como luego, no paran de generar vínculos y revocaciones.

En otro momento habría sido la crónica de un espectador. Tal vez la mirada escueta de un dietario. Hoy, la ordenada y por momentos neurótica desesperación de quien intenta comprender cómo funcionan las cosas. Empezando por nosotros mismos, por el Homo sapiens y sus grandezas y miserias cognitivas. Las imágenes carecen de organismo, pero una de sus funciones primordiales es ayudarnos a descifrar el nuestro. Es este uno de los principios a los que recurro cuando me preguntan o cuando explico qué demonios es eso de la fisiología de las imágenes. Pasar por la lendrera de la biología y de las ciencias de la cognición las ideas de estilo y de influencia. Revisar la idealizada noción de creación –y de autoría– desde las necesidades y las certezas del viejo Naturalismo y de la Evolución.

ROBERTO AMABA