Artículo firmado por Miguel Robles
El problema no es el problema, el problema es la actitud respecto al problema
En estos últimos días hemos asistido desde la popa a un espectáculo judicial indignante, y no hay qué ser un ferviente seguidor del derecho ni un cegado defensor del amarillismo para darse cuenta. En la proa, Jack, me permito tutear a un mito, ve como su perla negra se desmorona, y no se qué metáfora exactamente estoy referenciando: si a su carrera llena de éxitos como plagada de escándalos personales o a un amor del pasado qué a ojos del espectro mediático está representando el cinismo en persona.
Ni analogías de piratas como la propia decencia parece ver la productora Warner, qué lejos encima de mantenerse en el umbral de la imparcialidad para evitar supersticiones tóxicas continúa con su política de lo “políticamente correcto”, para seguir ganando la mitad de lo qué gana su rival directo. Pero la comunidad cinefila, personas y no billetes, han sabido diferir entre lo qué es correcto y lo injusto, en un mundo qué a veces pretende olvidar qué son términos sinónimos .
No han creado un movimiento sectario, una horda expansiva de fanatismo exacerbado qué busque llevar la polarización entre muggles y los de sangre pura hasta el fin del mundo. Porque más sencillo qué de costumbre en una red social tendenciosa a las peleas anárquicas, nos hemos puestos increíblemente, todos de acuerdo. Un prejuicio uniforme, más racional qué empírico, qué responde no a una deuda generacional con el hombre qué ha significado parte de nuestra infancia sino a una cuestión de empatía humana. Mientras se vulnera la presunción de inocencia de una persona, otra se beneficia de ello.
Hasta qué el buen capitán, qué aguarda oníricamente el botellas de ron, espera el momento idóneo para demostrar quien tiene razón.