A mediados de los años 50 nacía la Semana de Cine Religioso, transformada en 1960 en Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid, bajo cuyo paraguas se pudo ver por primera vez en nuestro país algunos de los títulos y directores más significativos del siglo XX, muchos de ellos prohibidos por la censura que entonces reinaba en el cine y en la vida en general en España.
Allí se pudo disfrutar por primera vez de Ingmar Bergman (la violación de El manantial de la doncella), Milos Forman (sus sátiras tras el muro de Berlín) o un tal Stanley Kubrick, cuando La naranja mecánica ni se planteaba acceder a las pantallas españolas.
Desde muy temprano, el festival, que luego se asentaría como Seminci (Semana Internacional de Cine) confirmó su labor de amor al cine no sólo con las proyecciones de lo que hoy son clásicos incuestionables, también con la edición de libros que en muchos casos son joyas por haberse convertido en las primeras publicaciones en español sobre directores de prestigio.
En 1985, el venezolano José Ruiz era uno de los críticos de cine más prestigiosos y conocidos gracias a los dos programas que venía realizando en Televisión Española (primero Revista de cine, después De película) y que permitían poner rostro a un autor cuya firma también era habitual en las revistas más conocidas de la década (Fotogramas y Casablanca entre otras).
Y finalmente, en 1985 este cronista era un reincidente en la Seminci, como representante de una joven revista llamada Encadenados, que se editaba en el cine club de la antigua Universidad Laboral de Cheste, en Valencia. Un festival en el que uno —si tenía fuerzas— podía llegar a ver cinco películas y un par de mesas redondas en un solo día, además de disfrutar de la presencia de multitud de invitados con los que era relativamente fácil realizar una entrevista.
En ese contexto, la 30ª edición de la semana de cine rindió homenaje a Mankiewicz en 1985, proyectando por primera vez algunas de sus películas en nuestro país y, como es costumbre en la Seminci, pidió a José Ruiz un libro que en aquel momento era el primero que se editaba en España sobre el director de Eva al desnudo o La huella.
Revisando el conciso libro de Ruiz ahora, más de tres décadas después, entenderá el lector que este cronista no sea todo lo neutral que debiera y acuse cierta influencia del hechizo de la memoria.
La memoria, algo a lo que también acude Ruiz en el prólogo del libro, cuando rememora cómo conoció a Joseph Leo en Deauville en 1981 y en el verano de 1984:
“Como yo sabía que Fernando Lara le preparaba un homenaje en Valladolid, me acerqué a él y le transmití la invitación que aceptó encantado. <Nunca me han invitado a un festival en España, con lo que me gusta ese país>, y me dio su dirección. Fernando más adelante le cursó oficialmente la invitación”.
Entrando en su contenido, el libro aporta una breve introducción del autor en la que justifica alguna de las ausencias (por ejemplo, una entrevista con el director, que finalmente por problemas de agenda no llegó a producirse).
“A mí me hubiera gustado hablar, en algún viaje a Nueva York, con Joseph Leo con tranquilidad y así haber preparado un libro más personal, pero no ha podido ser”.
También se echa de menos un análisis más profundo de cada film a cargo de Ruiz, tarea que en muchos casos se limita a una síntesis de los comentarios aparecidos en revistas y libros norteamericanos.
Por lo demás, tras la escueta biografía de Mankiewicz sobre sus trabajos previos a la dirección (apenas una página) lo que sí tiene el libro es un repaso a cada título del director, siguiendo siempre el mismo esquema: una ficha técnica y artística, un resumen del argumento, algunos datos acerca de la preparación y rodaje del film y, por último, esa recopilación de comentarios publicados previamente en distintos medios.
¿Poco o mucho?
Visto hoy, cuando ya se han publicado otros estudios más amplios en nuestro país (como los de Carlos F. Heredero o Christian Aguilera), quizá el libro se quede corto… pero han pasado más de 30 años desde su publicación.
Situado en su momento, era la primera posibilidad de leer algo sobre algunos títulos de Mankiewicz nunca estrenados en nuestro país en salas de cine.
También la primera ocasión en que podíamos verlos allí, en la Seminci, en impecables versiones originales subtituladas.
Y, en fin, era el complemento perfecto para un ciclo sobre un autor no siempre debidamente valorado en nuestro país.
Visto así, la apreciación sobre el libro cambia.
De hecho, sigue siendo una guía imprescindible para introducirse en el universo de Mankiewicz. Una guía, una introducción, un primer contacto con su obra.
Algo que cubre con solvencia, con una edición casi ascética, en blanco y negro, sin alardes de color, con tapa blanda, que incluye dos bloques de fotos que en muchos casos hoy siguen siendo inencontrables (al menos en la red) y con un texto directo y asequible.
Además, no sólo incluye las fichas de su filmografía como director. También de sus trabajos previos como rotulista de cine mudo, guionista y productor.
Y, atentos al detalle, una sección final sobre la música en el cine de Mankiewicz.
Sí, hace 30 años, José Ruiz ya mostraba su preocupación por el uso de la banda sonora y por las ediciones en disco (entonces eran sólo LPs, lógicamente) de sus trabajos. Algunos de ellos ya convertidos en joyas de coleccionista, como ese disco doble sobre Cleopatra que ya se cotizaba a cien dólares en el momento de editar el libro. Hoy esa edición puede costar... mejor buscáis en los foros adecuados vosotros mismos.
Todo ello acaba convirtiendo esta pequeña joya en todo un clásico dentro de la bibliografía sobre Mankiewicz.
Y lo más curioso es que no es un caso único.
La Seminci continúa descubriendo año tras año a cineastas de los que apenas se sabe nada en nuestro país. O reivindicando clásicos hoy olvidados.
Y lo hace casi siempre con publicaciones escritas que son pioneras en nuestro país.
Un ejemplo de cómo un festival de cine cumple una labor que va mucho más allá de la mera proyección de películas o, si nos atenemos al panorama actual, de la exhibición de una larga alfombra roja pateada por nombres de más o menos lustre.
(Entre paréntesis: aquel 1985, además del libro sobre Mankiewicz, la Seminci también publicó otro de Manuel Hidalgo titulado Francisco Rabal, un caso bastante excepcional… lo que demuestra que su trabajo bibliográfico es exactamente eso, un caso bastante excepcional).
Un placer reencontrarse con este clásico de la Seminci… y una satisfacción comprobar que, con sus lógicos vaivenes, el festival continúa siendo fiel a su labor educadora en el mundo del cine.
Si podéis localizarlo a través de tiendas especializadas o de Internet, no lo dudéis, es un pequeño clásico.
Escribe Mr. Kaplan Revista Encadenados