La izquierda del país recuerda sus intervenciones en favor de la causa amerindia y contra lo absurdo de las guerras.
Inscrito en 1916 en el registro civil de Amsterdam (estado de Nueva York) como Issur Danielovitch Demsky, único hijo varón de una modesta familia de inmigrantes judíos bielorrusos que tuvo también siete hijas, contó sus orígenes en 1988 en el libro «El hijo del trapero» (publicado en España por Ediciones B en 1988, descatalogado, se puede encontrar de segunda mano), titulado así en recuerdo de su padre, analfabeto.
Compaginando trabajos esporádicos y estudios cursó estudios superiores en la universidad. Años más tarde, publicó otro libro autobiográfico titulado «Yo soy Espartaco”.
En los terribles años del «maccarthissmo» (1950-1954), que institucionalizó la caza de brujas de comunistas y favoreció las delaciones, Kirk Douglas se situó públicamente junto a la izquierda, concretando su apoyo en trabajar hasta tres veces con el guionista Donald Trumbo, quien figuraba en la lista negra de los cineastas rechazados por los principales estudios y tenía que firmar con pseudónimo sus trabajos.
En 1960, Kirk Douglas peleó a fondo para conseguir que el nombre de Trumbo apareciera en los créditos de la película «Espartaco», en la que además de actor protagonista era productor ejecutivo.
El largometraje que reconstruye la célebre revuelta de los esclavos en la Roma de los césares, dirigida por Stanley Kubrick, reflejaba muchas de las ideas del actor.
También eran obra de Trumbo los guiones de ‘El perdido” (1961) y “Los valientes andan solos” (1962), donde encarna un cow-boy que defiende la causa de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. En plena guerra fría, durante la administración Kennedy, Kirk Douglas se convirtió en un defensor de la distensión entre los gobiernos ruso y estadounidense.
Al mismo tiempo mantuvo excelentes relaciones con la también actriz Nancy Reagan, esposa del presidente republicano Ronald Reagan, quien fue la que le introdujo en el mundo de los estudios de Hollywood, y fue un gran amigo del “vaquero” John Wayne, figura adorada por los conservadores republicanos.
Cuando cumplió cien años, en 2016, Kirk Douglas publicó un artículo, “El camino a seguir”, en contra del candidato Donald Trump, en el que establecía un paralelismo entre la época actual y los años 1930, cuando se produjo el ascenso del nazismo, y en el que calificaba la campaña del hoy presidente como “estrategia del miedo”.
Protagonista de muchos westerns, en los años en que el reconocimiento de los pueblos amerindios formaba parte de la lucha por los derechos civiles, Douglas se alineó junto a los afroamericanos que defendían esa causa, que también hizo suya en muchas de sus películas: En “la cautiva de los ojos claros” de Howard Hawks (1962), es un trampero que se disputa con un amigo el amor de una princesa india; En “Pacto de honor”, de André de Toth (1955), es un explorador que investiga en la cultura india; en “El último tren de Gun Hill”, de John Sturges (1959), es un sheriff casado con una india…
Otro compromiso que mantuvo durante toda su vida fue la denuncia del horror y la inutilidad de las guerras. Cuando Stanley Kubrick le pidió en 1957 que protagonizara «Senderos de gloria», inspirada en unos sucesos de la Primera Guerra Mundial, en 1915, cuando unos soldados se negaron a participar en un asalto y tres de ellos fueron ejecutados, Kirk Douglas le dijo: “Stanley, esta película no dará un centavo pero hay que hacerla necesariamente”.
Su compromiso le llevó a producirla, además de interpretar al protagonista, el capitán Dax, al mando del regimiento donde ocurrieron los hechos. La película tuvo enorme eco en Estados Unidos, y también en Europa, cuando acababa de finalizar la guerra de Indochina y estaba a punto de empezar el conflicto de Vietnam. Durante un cuarto de siglo, bajo las presidencias de De Gaulle y Pompidou, la película estuvo prohibida en Francia, donde no se estrenó hasta 1975.
A pesar de que el rodaje de “Espartaco” estuvo salpicado continuamente por los enfrentamientos entre el actor-productor, Douglas, y el realizador, Anthony Mann, hasta el punto de que terminó echándole y recurrió de nuevo a Kubrick para terminarlo, esta película ha sido siempre la más representativa de sus setenta largos años ante las cámaras. Lo que más lamentó siempre fue no haber interpretado “Alguien voló sobre el nido del cuco”, la obra maestra de Milos Forman (1975): “Fue una tragedia, Jack Nicholson se llevó el Oscar que yo quería”.
Kirk Douglas recibió un Oscar honorífico en 1996 y el Oso de honor en la Berlinale de 2001.
También fue un conquistador (durante un tiempo se le consideró “el mayor Casanova de Hollywood”). Gene Tierney, Rita Hayworth, Marlene Dietrich, Pier Angeli, Joan Crawford, Ava Gardner… La leyenda dice que tuvo relaciones, más o menos intensas, con todas ellas y algunas más. Sea como fuere, lo cierto es que desde 1954 vivió siempre con la misma mujer, la productora belga Anne Buydens, a la que conoció en Francia y se convirtió en su segunda esposa, y que el próximo mes de abril cumplirá 101 años.
A su muerte, Kirk Douglas deja tras de sí más de ochenta películas y una dinastía de herederos cinematográficos: dos hijos y un nieto actores y otros dos hijos productores.